Danza Cósmica.
Inventarlo todo
Entrevista a los Hnos. Albadalejo.
(Los Hnos. Albadalejo -Años 70- en una buhardilla del barrio madrileño de Malasaña).
Entrevista a los Hermanos Albadalejo (Crisantemo y Pasionario)
para la prestigiosa revista “Cést moi?”
(Julio 2023)
Periodista.- Se especula mucho con el lugar de nacimiento de los Hermanos Albadalejo. Nos gustaría dar la exclusiva a nuestros lectores del lugar que vio nacer a tan insignes personajes del mundo de la farándula y otras hierbas.
Crisantemo.- Los hermanos Albadalejo son gemelos, pero nacieron en pueblos distintos de un lugar que no quiero acordarme. Nuestra madre tenía el don de la bilocación; para los no iniciados: “persona que puede estar en dos sitios al mismo tiempo”, como San Martín de Porres. Y como no quiero acordarme, seguirá siendo un misterio nuestro lugar de nacimiento. Eso es lo que hay.
Periodista.- ¿Los hermanos Albadalejo creen que el lenguaje es un virus del espacio?
Crisantemo.- ¿Eso no era una idea de Guillermo el Travieso? Digo... ¿de William B.? Si en el espacio interior tenemos ya un cacao de aúpa, imagínese en el espacio exterior, que es mucho más grande. Allí tiene que haber virus de todos los colores. En fin... Si lo decía William...
Periodista.- ¿Alguno de los dos ha conocido el amor en algún momento de su existencia?
Pasionario.- Si se refiere al enamoramiento, hay que pasarlo, como cualquier enfermedad; y no hay vacuna.
Periodista.- ¿Los Hermanos Albadalejo tienen alguna afiliación política?
Crisantemo.- Más que filia, tenemos fobia grosso modo a la política que se cuece ahora por estos lares. No sé mi hermano, pero yo soy más de tirar la mano y esconder la piedra. ¿O era al revés? No, no. En fin, vamos a otra pregunta, que me estoy liando.
Periodista.- ¿Qué etiqueta le pondrían a la literatura que cultivan los Hermanos Albadalejo?
Pasionario.- Berza, cultivamos mucha berza.
Periodista.- ¿Cómo ven los Hermanos Albadalejo la poesía más joven, las últimas tendencias?
Crisantemo.- Yo las veo con gafas progresivas, que cuestan un riñón, por cierto. Unos tienen la fama y otros cardan la lana. Por lo que conozco, que no es mucho, hay de todo un poco como en cualquier época pasada (que fue mejor o peor, o inverosímil): verso cojo y manco... lírica zombi fluorescente... abismos con musgo al fondo... poemas con taquicardia congénita...
Periodista.- ¿Monta tanto Isabel como Fernando? ¿Lo pillan?
Pasionario.- Yo no pienso pillar nada. Quizá el que se ha pillado será usted.
Periodista.- Qué opinan de las corrientes apocalípticas reinantes
Crisantemo.- Que son corrientes y molientes. ¿Reinantes? Somos alérgicos a las monarquías.
Periodista.- ¿Entra en sus planes optar al Premio Nobel?
Pasionario.- Nosotros somos muy noveles siempre; no sabía que había un premio para eso.
Periodista.- No voy a preguntaros qué salvaríais del fuego, pero ¿de una catástrofe inminente?
Crisantemo.- Yo trataría de salvar el pellejo, luego ya, si fuera posible salvaría el silencio que hemos ido ahorrando para el futuro, que se prevé muy ruidoso.
Periodista.- Margarite Duras dice que la literatura es el único arte que exige practicarlo en soledad
Pasionario.- Los Hermanos Albadalejo somos muy solitarios, casi anacoretas.
Periodista.- ¿Los Hermanos Albadalejo son reales? Porque como estamos hablando por teléfono...
Crisantemo.- ¿Reales? ¿Otra vez con la monarquía? Ah, ya, reales de realidad, ¿no? Pues veamos, existir, existimos; ahora, ¿en qué dimensión? Vaya usted a saber. A veces me pellizco y luego pellizco a mi hermano, pero cada vez está más flaco y solo pillo hueso... no sé... la cosa es que seguimos remando. ¿Hacia dónde? Vaya usted a saber otra vez.
Periodista.- ¿Cuáles son sus influencias?
Pasionario.- ¿Influencias? Yo hablaría más de flatulencias. Y escribiría un pareado muy “inflatuoso”
Periodista.- ¿Los Hermanos Albadalejos son humanistas?
Crisantemo.- Yo no digo ni que sí ni que no, solo digo que si quiere que le cuente el cuento de la buena pipa.
Periodista.- ¿Creen Uds. en el progreso o en el regreso?
Pasionario.- Yo diría más bien en un progreso regresivo.
Periodista.- ¿Creen que la literatura puede cambiar el mundo?
Crisantemo.- Ja ja ja ja ja ja... y ja. Perdone, se me ha escapado, no he podido evitarlo. (Cantando): ¿Quien teme a Virginia Wolf, Wirginia Wolf, Wirginia Wolf...?
Periodista.- ¿Qué aportan los H. Albadalejo a la literatura actual?
Pasionario.- Nada, pero una nada ontológica.
Periodista.- Entonces, ¿para qué escribir, por qué escribir?
Crisantemo.- Para abolir las fronteras internas y externas. Algo parecido decía Michaux. Y si no era parecido, me adjudica la frasecita a mí.
Periodista.- De todo el mundo es sabido que los H. Albadalejo no conceden entrevistas. ¿Por qué esta vez sí?
Pasionario.- Para contradecirnos. Por pura contradicción.
Periodista.- ¿Creéis que el mundo ha cambiado después de la reciente pandemia?
Crisantemo.- De un tiempo a esta parte el mundo es un pandemónium, ¿quien lo despandemoniará? Se necesitaría algo más que una pandemia para que cambie la cosa; al menos para mejor.
Periodista.- ¿Podrían contarnos alguna anécdota curiosa que le haya sucedido en su exótica existencia? La versión corta, por favor.
Crisantemo.- Bueno, yo suelo salirme por la tangente casi siempre. Es decir, tengo un carácter oblicuo, o algo así. Una vez me miré en un espejo y el que salía reflejado era mi hermano. Me teñí el pelo enseguida y me puse a bailar como un poseso. Me miré de nuevo en el espejo y ya me reconocí. Todo tiene un límite. La identidad se escabulle rápidamente si se la deja suelta.
Pasionario.- Ya quisiera, como le ocurre a mi hermano, que cuando me miro al espejo saliera él; yo no me veo ni yo.
Hnos. Albadalejo. Un principio de algo.
Un principio de algo
(Hermanos Albadalejo)
Cuando en silencio va levantándose el telón, a la mitad se atranca un poco, pero sigue subiendo con dificultad y chirridos. Se va viendo que el escenario está vacío y a un lado hay un hombre vestido con un traje viejo y arrugado. Lleva el nudo de la corbata aflojado. Está sentado en una silla, fumando. La luz es tenue.
Hombre sentado.— Nunca estuve en Roma. Casi lo consigo, pero..., en fin, esto último no viene a cuento. La realidad es que nunca estuve en Roma. Me desperté esta mañana con esa frase en la boca. Me gusta pensar en voz alta. Siempre me ha gustado, aunque a veces me haya traído problemas. Creo que necesito sacar eso que está medio oculto en mi cabeza. No por nada..., o sí, por soltar lastre o algo parecido. Y a otra cosa... (Apaga el cigarrillo en un cenicero que hay en el suelo).
Entra una mujer de mediana edad. Va vestida como del Folies Bergère. Se para, posa las manos en las caderas y se dirige al hombre sentado, que al verla se levanta.
Mujer vestida de Folies Bergère.— ¿Se puede saber qué estás haciendo aquí, hablando solo en este sitio tan cutre? ¿Qué tal en Roma?
Hombre sentado que ahora está de pie.— No llegué a Roma, me quedé en Tánger.
Mujer vestida de Folies Bergère.— Ah, claro, ya sé por qué te quedaste en Tánger. ¿Y para qué me citas en este lugar, si se puede llamar a esto lugar?
Hombre que ahora está de pie.— Es un escenario, es una obra de teatro. Creo que deberías relajarte un poco. No hay motivos para que me reproches nada. No creo que sepas por qué me quedé en Tánger. Y, si lo sabes, es asunto mío. Últimamente veo la vida de otra forma. Creo que mi brújula se ha vuelto medio loca. Pero no me importa. Me hacía falta un poco de locura; cambiar el rumbo. Además, esto es un escenario, esto es una obra de teatro, así que cumple con tu papel.
Mujer vestida de Folies Bergère.— ¿Mi papel? Tú me has metido en este lío. ¿Quién es el escritor?
Hombre sentado que ahora está de pie.— No está, es más, no sé si existe. Yo, después de Tánger y sin poder llegar a Roma, me quedé aquí y te llamé. ¿Qué iba a hacer aquí solo? Y es un escenario, y esto es una obra de teatro, ya veo, así que imagínate... (Le da la espalda a la mujer y da unos pasos lentos hacia el fondo).
(Se vuelve hacia ella, se acerca).
Nunca fuiste para mí la fuente, pero sí el manantial, lo que transcurre y recrea.
Sabes que te quiero... (Se da la vuelta y se sienta).
Mujer vestida de Folies Bergère.— SÍ, ahora ponte tierno, pero esto es un muermo. Dile a los tramoyistas que bajen algún decorado.
Hombre sentado.— (Levantando el brazo). Tramoyistas, bajad la Fontana de Trevi.
Baja el decorado entre chirridos y descompensado. Se ve la Fontana de Trevi con Mastroianni y Anita Ekberg.
Mujer vestida de Folies Bergère.— Pero ¿esto qué es?
Hombre ahora de nuevo sentado.— Es la cultura. Es un simulacro. La capacidad de reinventarnos y no quedarnos atrapados en un guion que no hemos escrito nosotros. No hablo de libertad, que suena demasiado pretencioso; hablo de rebelión.
Mujer vestida de Folies Bergère.— (Excitada). ¿Pero tú te has creído que me puedes meter en tu ridícula obrita de teatro de mierda así como así? ¿Que soy un personaje de tu imaginación que actúa según se te va ocurriendo? ¡Qué cultura ni cultura! Esto es un esperpento sin pies ni cabeza. Yo no soy tu manantial, ni transcurro, ni recreo nada; para que te enteres. Intento descubrir de qué va esto, pero no me hago una idea. Debo ser dura de mollera. ¿Has olvidado tomarte la medicación? Y, con la puesta en escena de la Fontana de Trevi, ¿qué quieres justificar?
Hombre ahora de nuevo sentado.— ¿Ves? Sin darte cuenta te estás revelando, estás escribiendo parte del guion.
Mujer vestida de Folies Bergère.— (Riéndose de forma histérica). No, si ahora resulta que además de bailarina soy dramaturga, ja, ja, ja, ja...
Entra a escena un hombre de mediana edad, sus gestos son afeminados pero comedidos; lleva una funda de violín en un hombro, con la otra mano sostiene una cuerda que va atada a una oveja.
Oveja.— Beeee
Mujer vestida de Folies Bergère.— El que faltaba.
Hombre sentado que se vuelve a levantar.— Hombre, Javier, ¿qué haces por aquí? ¿De dónde sacaste esa oveja?
Hombre de la oveja.— Hombre, no me llames “hombre”, eso lo serás tú.
Pasaba por aquí; vengo de vagar sobre las carnes muertas de Fernando Merlo, y estaba él por allí, pero no sabía que esa tierra en putrefacción era su cuerpo; luego entré aquí, no está mal; hay que decorarlo, vivirlo, pero no hay sillas.
Hombre sentado que ahora está de pie y que vuelve a sentarse.— (Levanta un brazo).
Tramoyistas, traigan dos sillas.
Entran dos hombres fuertes con monos blancos, dejan dos sillas de enea en el escenario y se marchan.
Javier se sienta en una silla, ata la cuerda de la oveja a la silla, abre la funda del violín, se lo pone en el hombro y empieza a tocar una pieza andalusí; primero dubitativo, y luego pleno.
Oveja.— Beeee.
Mujer vestida de Folies Bergère.— Vaya, ahora sí que «todo está roto a la perfección». ¿A qué viene toda esta parafernalia? ¿Qué me quieres decir con esto? Todo gira a tu alrededor; ¿y yo dónde quedo? ¿Esperando a que bajes de tu nube? Ya me dirás qué pretendes con toda esta puesta en escena. Que si no fuiste a Roma, que te quedaste en Tánger..., y ahora montas tu teatro particular.
Hombre que se ha vuelto a sentar.— Mujer, no te pongas así. Todo tiene su explicación. Vayamos por partes...
Mujer vestida de Folies Bergère.— Me río yo de tus explicaciones. Solo falta que aparezca mi amiga Marta transformada en la Virgen María y apaga y vámonos.
Oveja.— Beee... Beee... Beee...
Hombre de la oveja.— Oye, si queréis me voy por donde he venido. No quisiera yo...
Mujer vestida de Folies Bergère.— La que se va a ir soy yo si no entramos en un toma y daca razonable.
Hombre sentado se vuelve a levantar.— Calmaos. Comencemos. Yo nunca estuve en Roma.
Hombre de la oveja.— Te quedaste en Tánger y yo sé por qué.
Hombre que se volvió a levantar.— Todo el mundo sabe porqué me quedé en Tánger, menos yo, que bien hubiera querido llegar a Roma.
La oveja.— Beeee.
Hombre del violín y la oveja.— Todo esto no tiene mucho sentido, ni sentimiento, por qué no cambias el decorado al menos.
Mujer vestida de Folies Bergère.— Vaya, por fin algo con lógica. Que cambien este maldito decorado. Y eso de que todo el mundo sabe por qué te quedaste en Tánger menos tú me lo vas a tener que explicar muy clarito, porque yo tampoco lo sé. No debo formar parte de ese “todo el mundo”. Me citaste aquí por una razón importante, según tú; así que suelta la gallina de una vez.
Hombre del violín y la oveja.— Eso, explícalo tú, pero la versión corta, que «ya tengo cuarenta años y pocos dientes». Me voy dentro de un rato a Las Alpujarras; me espera allí un buen amigo. Y la oveja también tiene prisa por pillar pasto fresco de las montañas.
Oveja.— Beee... beee... y beeeeeee.
Hombre que se vuelve a sentar.— (Levantando un brazo).Tramoyistas, cambiad el decorado, poned...
Hombre del violín y la oveja.— Mira, que quiten ese decorado y que dejen el escenario vacío, solo nosotros, sin abalorios. Una vez leí que «partir es siempre dudar. Es siempre partir desde la nada». ¿No será algo parecido lo que te ocurrió a ti?
El público está impaciente por saber por qué te quedaste en Tánger y no viajaste a Roma, como estaba previsto.
Mujer vestida de Folies Bergère.— ¿El público? El público se lo está pasando en grande, disfruta con la intriga, pero yo he venido de lejos y me he quedado sin empleo por acudir a esta absurda cita. Estoy perdiendo la poca paciencia que me quedaba.
Hombre sentado.— El público no tiene por qué saber la razón de quedarme en Tánger; ya dije que no llegué a Roma y es suficiente. Y tú, mujer, no te quedaste sin trabajo, estás haciendo muy bien tu papel y se te compensará.
Hombre del violín y la oveja.— Ah, pues, si aquí se cobra, a la oveja también hay que pagarle.
Mujer vestida de Folies Bergère.— Este vestido no me sirve de nada.
(Se va desnudando y se queda sin ropa aunque se tapa con una mano los pechos y con la otra el sexo)
Hombre del violín y la oveja.— Pareces Eva expulsada del paraíso.
Mujer vestida de Folies Bergère ahora desnuda.— Que me traigan ropa adecuada para esta maldita obra.
Hombre sentado.— Bueno, parece que entras en razón. (Levanta un brazo dirigiéndose a los tramoyistas). Traedle ropa a esta mujer. (Entran los tramoyistas de mono blanco con ropas y la dejan en la silla vacía).
Mujer ahora desnuda.— (Empieza a vestirse). ¿Estas ropas me identifican? ¿Mi sombra será alargada y elegante? ¿Voy de protagonista o de antagonista? Tendrás que aclararme algunas cosas para poder seguir con la farsa. La Luna parece que está a punto de salir tras las montañas.
Hombre del violín.— ¡Solo falta que aparezca el hombre lobo y se zampe a mi oveja!
Atraviesa el escenario Marcello Mastroianni llevando a Anita Ekberg en su espalda montada a caballo. En realidad son dos actores secundarios con sendas máscaras.
Todos quedan sorprendidos mirando pasar a la pareja.
Mujer vistiéndose.— Pero ¿esto es en serio o en broma?
Hombre del violín.— Me temo que las dos cosas, querida.
Oveja.— Beeee
Hombre sentado.— Os lo dije y os lo vuelvo a decir, nunca estuve en Roma.
Empieza a bajar el telón entre chirridos, lentamente.
Mujer vistiéndose.— Pero... ¿ya se acabó esto?
Oveja.—Beeeee
Hombre del violín.—Tranquila, mi pequeña oveja, ya nos vamos.
Cuando el telón va por la mitad el Hombre sentado se agacha y mira al público.
Hombre sentado, ahora agachado.— Me quedé en Tánger.
El telón baja chirriando hasta el final.
Fin
Nació de perfil
Nació de perfil
(BabElAin)
Nació de perfil y ya muy mayor para su edad
Era raro como un cencerro con el corazón afrutado
Carecía de espacio reservado
en el que acariciar algún suspiro
Su médula sabía a candelabro egipcio
apagado hacía ya unos lustros
Tenía un mohín con bucles en los labios
que le caían hasta el mediodía
Su cara no se encendía nunca en público
Cacareaba con buen gusto en privado
y si quería se enfadaba con frecuencia
sin que eso demostrara mala salud
Sus cicatrices eran ambiguas
se sospecha que intencionadamente
Cosía palabras esdrújulas con mesura
sin embargo no sabía escarbar en el aire
aunque tenía herramientas para ello
Sus galimatías provocaban incendios
que no los sofocaban ni los huérfanos mellizos
Él era el único que se atrevía a llevarse la contraria
Los demás disimulaban deslizándose en trineo
Aseguran por ahí que se parecía a sus abuelos
Aquellos que fueron vistos en una ocasión
atravesando de perfil el manantial del espejismo
y no se supo nunca nada más de ellos
Intentó suicidarse con una orquídea negra
que no quiso ser su cómplice y se marchitó antes
Babelain. Interzona.
“Interzona”, con letra entresacada del libro “Almuerzo Desnudo” de W. Burroughs.
Hace unos días volvimos a ver la película "El almuerzo desnudo" de David Cronenberg basada en el libro de W. Burroughs y recordé que, en octubre de 2016, publicamos aquí un single que incluía esta canción.
Cold War
Cold War
Huéspedes de la emoción contenidaHuérfanos de la música de las estrellasPrófugos de todos los eclipsesSoñadores de penumbras ardiendoInquilinos de volcanes dormidosBuscadores de pétalos volátilesEmbriagados de atardeceres fugacesHabitantes de paisajes desnudosDespojados de sueños superfluos
Sonrisa de gato japonés.
Sonrisa de gato japonés
El tiempo se cuece en un cazo a fuego lento
del mismo modo que los huevos duros
Hay que sacarlo en su momento justo
ni muy crudo ni muy hecho
Luego se le puede dar un paseo por el parque
vestidito de domingo
para que las señoras disfruten
pellizcando sus mejillas
Prefiere la nube al péndulo
Y el árbol a la campana
Su cabello es iracundo
aunque con la raya en medio
El tiempo no sabe articular palabras
Tiene sonrisa de gato japonés
Ronronea en colores neutros
y nunca parece tener prisa
Dulce Caos.

BabElAin. Cha Bab Cha. Flora y Fauna XVII.
La música es un instrumental que apareció por primera vez en el CD 7º de Babelain "Todos quieren ser felices" del año 2010.
La lágrima del atardecer.
La lágrima del atardecer
Ilustraciones y voz: Mavi
Texto y música: Babelain
Hermanos Albadalejo. Epistolario.
He aquí una pequeña muestra de la extensa correspondencia
entre los hermanos Albadalejo:
Francisco Cumpián y José L. Álvarez (Babelain)
Epistolario
I
Querido hermano Crisantemo:
Dejando a un lado mis cálculos biliares, mi melancolía caminera y mis ausencias. Teniendo en cuenta que siempre he vivido fuera de la ley y en combate conmigo mismo, he decidido que en la lápida de mi sepultura se escriba con letras doradas: «NO SÉ». Te lo comunico por ser el más cercano de mis allegados y por si se diera el caso. Por aquí los tiempos corren despacio, que tengo prisa, como mi tortuga, así que ya me dirás.
Querido hermano Pasionario:
Aquí estoy, en el jardín, con un cielo azul topacio, viendo caer a los dioses. ¿Será todo un complot? Yo tampoco SÉ, así que ya somos dos. Pero no quiero lápidas. Por cierto, hablando de no saber, ¿los dioses se parten los cuernos al caer? Ando ahora tratando de superar el vértigo y la náusea cuando me pongo a saltar de estrella en estrella en las noches más claras; esas noches que me gustaría guardar en botellas transparentes y soltarlas luego en el caos de mi habitación. Seguro que cesan las preguntas de sopetón. ¿Sabías que las moscas captan todos los movimientos a su alrededor en modo cámara lenta? ¿Ves? Ya sabes algo. Vas a tener que cambiar tu epitafio por un «NO SÉ CASI NADA».
II
Hermano Crisantemo:
Sabía lo de las moscas, pero mi «NO SÉ» es algo más ontológico, y a veces veo las cosas venir a cámara lenta, como las moscas, pero me es imposible evitar el tortazo. Dicen que está nevando en el desierto, pero aquí luce un sol espléndido, tanto que estuve a punto de subirme en un globo sonda, pero luego pensé que para qué sondear tanto. Así que aquí sigo con mi té y mi hierbabuena en la terraza. ¿Y los dioses tienen cuernos?
Hermano Pasionario:
¿«Ontológico», dices? O sea, referente al ser. Habrá que escuchar a Chicho, a ver si nos descubre algo nuevo con su canción. Hoy estoy más reposado. He dejado caer algunos pensamientos por el acantilado que da al mar, y me he quedado tan pancho. Descubrí algunas hipótesis en el lado oculto de la Luna. Pero no pude sacar ninguna consecuencia de ellas; no estoy para muchas bromas últimamente. Sin embargo, he sufrido una simpática metamorfosis esta madrugada: me había multiplicado por cinco y se me ocurrió pedir matrimonio a cinco señoras a la vez. Yo era cinco personas en una, no como la santísima trinidad. Una de las señoras tenía bigote, como Frida Kahlo, y era la más interesante. Después del té volví a mi ser. Que es de lo que hablábamos al principio, ¿no? Habrá que investigar el asunto ese de los cuernos.
III
Hermano Crisantemo, esta mañana me levanté un poco obstruso y escribí estos consejos.
Principios y preceptos para un cólico biliar.
1. Jódete.
2. Sube y baja escaleras gritando: «¡Ay! Ay!». En una de las subidas, coge a la tortuga de la terraza y bájala al salón para que no se hiele por la noche.
3. Enciende el fuego de la chimenea y escalda un poco la vesícula.
4. Hazte un zumo de remolacha, sólo para dar color.
5. No se lo digas al médico, porque aparte de ser un energúmeno te saldrá por peteneras.
6. Métete en la cama, pero no bajo las sábanas; tápate con una manta marroquí o en su defecto con una manta zamorana que pesa y no abriga y que cada palo aguante su vela, como decía Carmiña.
7. No le reces al dios de los cristianos porque, aparte de ser un egocéntrico, no existe; otra cosa son los dioses indios, pero si le preguntas a Pepe el Gitano te dirá desde ultratumba que El Baranda, pero no le hagas caso porque, además de ser otro egocéntrico, tampoco existe.
8. Baja al bar Aoum Rabí. Si te ofrecen los borrachines una pipa de kif, fúmatela, pero solo una para acompañar la cerveza.
9. Haz un poco de teatro, pero teatro «No», o teatro de la crueldad de Artaud.
10. No te emborraches nunca dentro de casa o acabareis la tortuga y tú mirándoos a los ojos fijamente.
11. Si el dolor no te deja dormir, abre un libro de Cioran; él te dirá que solo el dolor es capaz de transformar.
12. Haz como tu padre, un hombre sin fisuras (esto es una licencia poética, porque nuestro padre tenía fisuras, si no ¿qué somos nosotros dos?).
13. Y si la cosa sigue contempla el cuadro de Mavi Herrero Maternidad con flor; una sorpresa mística siempre alivia.
Hasta aquí estos consejos y, con respecto a los cuernos de los dioses, después de investigar en viejos libros esotéricos llego a la conclusión de que solo algunos tenían cornamenta.
Hermano Pasionario:
Se agradecen los consejos. Espero no tener que utilizarlos nunca. Y del cuadro de Mavi, qué quieres que te diga, lo he visto nacer e ir creciendo poco a poco cada día. No voy a entrar en el tema de si existen o no los dioses, sean indios o cristianos. La divinidad despista mucho, casi nunca está en el ajo. Y siempre quiere endilgarnos una penitencia. ¡Que le vayan dando! Por otra parte, esta noche me encontré con un hueco. Delante del hueco había un péndulo haciendo guardia que pedía contraseña para entrar en él. Probé con algunas, a ver si sonaba la flauta por casualidad: «Insomnio»... «Arrebato»... «Encéfalo»... «Serendipia»... Y nada, que no había forma. Pasé de intentar entrar en el hueco y le pedí a mi sombra que me psicoanalizara de pasada, sin mucho detalle, una cosa superficial, pero mi sombra pasó de mí olímpicamente y se fue a dormir. Yo hice lo mismo y me sentó de maravilla. Ah, y lo que diga Cioran va a misa. ¿Así que somos fisuras de nuestro padre? Menudo plan.
IV
Hermano Crisantemo, hoy estoy muy respondón. ¿Cómo se te ocurre querer meterte en un hueco? A los huecos hay que taparlos con piedras, o mejor con plumas; los huecos son terriblemente adictivos. De todas formas yo sé cuál es la contraseña que te pide el péndulo: hay que decir tres veces «Camilo José Cela», y te deja entrar, pero luego salir es más complicado. Por otra parte, a las sombras no se las molesta, que son muy quisquillosas y te pueden dejar tirado, y a ver qué haces tú por ahí sin sombra. Mi tortuga, cuando mi sombra pasa sobre ella, se esconde, y las tortugas saben de esto un rato. Con lo de las fisuras de papá creo que no he sido muy exacto; más bien somos diaclasas. ¿Recuerdas de niños que te pregunté si a las mujeres le crecían pelos en las piernas y tú me dijiste que no, que les crecía cera y luego se la arrancaban gritando? Como no nos poníamos de acuerdo se lo preguntamos a papá, y nos castigó sin merendar, aunque luego la criada nos trajo la merienda muerta de risa. Unos auténticos diaclasas. Que tengas buena noche y no te metas en líos.
Hermano Pasionario:
Ya sabes que soy muy curioso. A veces me meto donde no me llaman. Gracias por la contraseña; veo que quieres tentarme a pesar de todo. Si no me meto en líos será un milagro. Qué graciosos éramos de pequeños, ¿verdad? Y mira tú ahora. Cambiemos de tema. En contadas ocasiones, cuando estoy a punto de dormirme, oigo rumores y suspiros de vírgenes insomnes que buscan ingenuamente a Adán para cantarle las cuarenta. Adán nunca aparece. Solo Eva da la cara y quiere tranquilizarlas. Les dice que aprendan todas las artes del mundo del circo, que les van a hacer falta en el futuro. Ellas no comprenden ni una palabra de lo que les dice Eva y se marchan por donde han venido. Yo, la verdad, ni entro ni salgo. Me duermo y a otra cosa, mariposa. ¿Cómo va esa vesícula?
V
Hermano Crisantemo, la vesícula ahora descansa, solo se enfada cada mes o mes y medio. Con respecto a lo graciosos que éramos de niños, eso lo vemos ahora; entonces nos enfadamos mucho cuando nos castigaron y no entendíamos por qué se reía tanto la criada cuando nos trajo la merienda. Yo me siento mucho más gracioso ahora. Recuerdo esos versos del poeta del sur (no caigo ahora en el nombre) que decían: «Me rio a carcajadas/mirándome a mí mismo». Ah, han cambiado la contraseña para entrar en los huecos; ahora hay que hacer un mudra, eso de juntar las falanges medias de los dedos índices y las puntas de los pulgares, y hay que hacerlo bien, si no no cuela. Ya llegó aquí la tormenta y llueve a mares. Solo me queda una berenjena y un ramo de acelgas; no sé si hacerme con eso una quinoa y llamarle «quinoa loca», aunque no suena muy bien. Me iré a Aoum Rabí.
Hermano Pasionario, parece que estás empeñado en hacerme entrar en el hueco ese que te conté. No me des ideas, que me lanzo. Últimamente trato de ignorar algunos adjetivos, pero enseguida se me olvida. Me gustaría que el sustantivo lo dijera todo ya de él, sin más historias, pero veo que es imposible. Hay cosas que no funcionan en nuestras vidas; unas pasan fuera de nosotros, y otras están dentro. He leído por ahí que somos como remolinos en el río de nuestras vidas. El agua choca con un obstáculo haciendo que surjan remolinos. Luego sigue su curso, hasta el siguiente obstáculo. Curioso. No sé tampoco por qué aparece la emoción de pronto; es como una sacudida que te inunda sin venir a cuento, pero te pone a tono por unos segundos. Me he puesto místico, ya ves. ¿Te acuerdas cuando papá decía: «Abrígate, que tengo frío»? Pues eso, cuídate.
VI
Hermano Crisantemo, yo debo de estar tropezando continuamente con obstáculos porque no salgo del remolino, rozándome con las ranas y los pececillos de colores. Aunque quisiera que el remolino se convirtiera en tornado con una música o una hermosa canción que subiera y subiera a los espacios interestelares, pero inconscientemente, como Dylan Thomas dando buena cuenta de su undécima pinta Guinness. Hace frío y encendí el fuego, pero está tierno y esquivo, casi tímido así que estoy dándole con un palo y también con una soga, ya salió Vallejo, mientras la tortuga se puso a dar paseos. Estoy muy poético esta noche, pero la culpa la tienes tú con tus filosofías del río de la vida. Voy a escuchar Ballad of Francis Albadalejo de Magna Carta, que habla de papá.
No te me quejes, Hermano Pasionario, que sé que te va la marcha. Y ya que estamos en plan poético, te diré que a veces encuentro ciertas palabras que no se dejan escribir, que no quieren posarse en el papel. Si las fuerzo, al rato desaparecen por arte de magia; se borran ellas mismas del poema. Algunas lo harán por coquetería, mal entendida, digo yo. Otras, porque piensan que se enfriarán y perderán calor con el tiempo; no quieren arriesgarse a que les pase eso, supongo. A otras hay que mimarlas, casi engañarlas, ponerles la zanahoria delante; pero son muy astutas, las muy ladinas. Por ejemplo, la palabra «ladina» casi se me escapa volando. La pude atrapar a tiempo y convencerla con zalamerías. Para astuto, yo, faltaría más. Y ahora en plan filosófico, por decirlo de alguna manera: algunas veces, no muchas, mi voz me suena ajena; el Yo se me desubica y tengo que afinar al máximo, con mucha prudencia, incluso con disimulo, para que no parezca que desvarío demasiado. Vaya, esto parece un ensayo en vez de una carta fraternal, pero bueno; ya nos conocemos, ¿no? Cuanto tiempo sin oír esa canción de Magna Carta. La voy a poner yo también ahora mismo. Mi chimenea está a tope hoy; aquí hace frío también.
VII
Hermano Crisantemo, hay palabras que no es que vuelen y se escapen, sino que se te meten dentro y ahondan, ahondan hasta romperte los bolsillos, profundizan hasta llegar a sitios desconocidos e inesperados. Por cierto hoy estaba tomando una cerveza en Aoum Rabí y me pusieron una tapa de sesos rebozados; ya sabes que en mi último viaje al exterior, por las rendijas interestelares del quark sonámbulo, ya sabes, cerca del meteoro Céline, a mi vuelta me hice la promesa de no probar jamás los sesos rebozados, pues, bueno, los probé, y al rato se sentó en mi mesa un funcionario de fronteras llamado Mustafa y se empeñó en meterme el dedo índice en la oreja; lo intenté convencer para que desistiera pero tuvieron que venir el camarero y los dos guardaespaldas de la puerta para convencerlo pacíficamente de que aquello no era razonable y, bueno, lo convencieron, pero no paraba de mirarme la oreja, así que pagué y me fui a dar un paseo por el río cuando vino una mujer y me dijo «ya lo sé», y se marchó. En fin, que uno no debe romper las promesas que se hace, porque luego mira las consecuencias. Y estoy por hacer otro viaje, pero esta vez esquivando protones hacia el valle de las Hermanas Sister, a ver si me tranquilizo.
Querido hermanito Pasionario:
Qué tapas más cerebrales te metes entre pecho y espalda; quita, quita. Veo, por lo que cuentas, que hay mujeres que ya lo saben todo, y no digamos algunos hombres. No me fío ni un pelo de los que dicen saber tanto. Ahora ando rumiando otras historias. Parece ser que estoy en mi tiempo esdrújulo, el antepenúltimo. Aún hay vida no vivida, rincones escondidos sin punto de referencia. Dejaremos seguramente ilusiones huérfanas cuando se apague la fogata, pero ese paisaje con flecos que se mueven al ritmo de la brisa marina en una trama de claroscuros nos queda aún por transitar; con la emoción, aunque polvorienta, a flor de piel. Ya te digo, hermano. Ves que poético me he levantado hoy; rozando la cursilería. Bueno, no me hagas mucho caso; se me irá pasando a lo largo del día. Cuidadito con los protones si no están compensados con electrones. Mis saludos a los parroquianos del Aoum Rabí.
VIII
Querido hermano, perdona mi tardanza en contestarte pero me marché de viaje a los espacios interestelares y tuve problemas, como ya me advertiste, con los protones, que no estaban nada compensados; y al llegar al valle de las hermanas no me dejaron entrar con el pretexto de que no tenía sellados los escalofríos, así que tuve que darle la vuelta al meteoro Céline y tirar a la derecha por regiones para mí desconocidas; había unas tierras rojas donde los gusanos no paraban de comer amapolas de las blancas, las que colocan; y me invitaron, así que estuve un tiempo atareado en colocarme y descolocarme; luego encontré mujeres muy extrañas que siempre decían que sí, pero luego era que no, lo cual me hizo perder mucho tiempo; después encontré un ciervo de gran cornamenta y me dijo que el tiempo no existía, que era una ilusión de los humanos, y que además era una ilusión muy perversa, e intentó convencerme para que lo acompañara porque iba a escuchar el canto de la montaña, un hermoso canto, según él, y que me crecerían unas hermosas astas; le dije adiós y me fui; qué iba a hacer yo con unas astas; luego, aprovechando unos eclipses, pude pasar a otros parajes más austeros, donde no había nadie, y me dormí. Cuando desperté pude comprobar que al menos tres días estuve dormido, pero al contrario que en la tierra, dormir era estar despierto, así que estaba verdaderamente agotado. Bueno, te estoy contando las cosas por encima, porque entre una y otra ocurrieron más, pero no tienen la posibilidad del recuerdo. Ya en mi casa y descansado, he podido escribirte. Y tú qué tal lo llevas.
Querido y nunca bien ponderado hermano: ¡No me puedo creer que no tuvieras sellados los escalofríos! ¡Pero en qué cabeza cabe! Hasta el conserje de la sala Cabaret Voltaire sabía que era imprescindible para emprender cualquier viaje. Corramos un tupido velo. No lo vayas diciendo por ahí, que seguro se mofan de tu inocencia. Bueno, puede compensar eso de que sabes aprovechar los eclipses en momentos delicados; algo es algo. Hoy hemos estado en una notaría, que no tiene nada que envidiarle a un viaje interestelar. Buscábamos un desagravio a la leyes que imperan en el ambiente y que provocan el caos por doquier. Pero parece ser que no es el lugar indicado para ese asunto. Nuestra absoluta falta de conocimiento de la leyes que rigen en nuestra galaxia es monumental. No te rías, que tú tampoco tienes mucha experiencia en el asunto. Y, ya que preguntas que qué tal lo llevo, pues aquí, recreándome en lo inútil. Lo inútil, a veces, vale un potosí. Y, como siempre, enredando con las palabras. Hay algunas palabras que fracasan una y otra vez, pero ellas no son las culpables. En algunas ocasiones hay que borrarlas del papel para que el texto cabalgue a su gusto. Todo esto es un simulacro; por eso suenan las sirenas, pero ya vendrá la catástrofe cuando le toque, y ahí ya no habrá escapatoria. Qué serio me he puesto, hermano, aunque tú ya sabes que eso solo me pasa de vez en cuando. Y, hablando de otra cosa, en mi paseo vespertino por estrechas y desconocidas callejuelas, me encontré de sopetón con una tiendecilla minúscula donde vendían almas de segunda mano. Ya sabes que las almas ocupan poco espacio. El dueño era un personaje indescriptible. Le pregunté cuánto valía el alma más barata, solo por curiosidad. Él se empezó a reír, y no paraba... Hasta que de pronto se puso serio y me dijo que quería comprar mi alma. Le vi cara de Mefistófeles y salí pitando de allí. Al día siguiente volví a la misma calle, pero la tienducha había desaparecido por arte de birlibirloque. Bueno, aquí lo dejo. Te deseo mejor suerte en tus próximos viajes galácticos. Creo que el Imserso va a incluir algunos en su programa del año que viene.
IX
Querido hermano, me enteré por mi contacto con las altas esferas que el fluido bermejo necesario para los viajes exteriores lo están dando a cuentagotas en los almacenes de aprovisionamiento; no sé si es porque las minas del planeta Ljxus se están agotando o por otras cuestiones para mí desconocidas; como ya sabes, han descubierto un nuevo fluido mejor que el habitual porque no deja efectos secundarios, pero eso hasta ahora es secreto de estado; las películas 2001: Una odisea del espacio o Blade Runner se han convertido en cosas para niños y sería impensable hacer los viajes físicamente con cohetes interplanetarios; pues la cosa la veo muy fea, ya que soy un viajero empedernido; y olvídate de los viajes del Imserso. La cosa está tan fea que incluso puede haber una guerra, porque a ver quién es el que controla ahora este nuevo fluido. No quiero asustarte, pero lo de la guerra no es broma. Los tiempos están difíciles, como ves, y me temo lo peor en las manos que estamos. Te iré contando si me entero de algo más.
Querido Pasionario, veo que estás muy apasionado últimamente con los viajes interplanetarios, los fluidos, los escalofríos... Te voy a contar una anécdota, mejor dicho, un diálogo que escuché a un par de hombres que caminaban delante de mí. No era en un planeta de una galaxia lejana, no, era en un pueblecito del Cabo de Gata hace unos años:
—¿Tienes ya el antivirus?
—No.
—Entonces haz una raya en el agua.
—Es que son pequeños todavía.
—Pero ¿se oyen clamores?
—Si.
—Pues les cortas la cabeza
—¿Y si esa no es la solución?
—Solución no hay para eso; es una cuestión de honor.
—Eso suena a harakiri, a samuráis…
—Los clamores hay que cortarlos de raíz.
—¿Y si solo son… murmullos?
—¿Se te erizan los pelos al oírlos?
—Totalmente. Parezco un puerco espín.
—¡Clamores, fijo! ¡Córtales la cabeza! No te compliques; si no luego sería peor.
—Es fácil decirlo.
—Si haces bien la raya en el agua, todo irá miel sobre hojuelas.
—Lo dejaré para finales de septiembre.
—Siempre antes del otoño. Luego, los clamores serían insoportables; se incrustan en el cerebro
—¿Y si me llega antes el antivirus?
—¡Entonces estamos hablando en vano!
Pues eso, que no hace falta viajar tan lejos para sorprendernos. Lo exótico está aquí. Un abrazo y a vivir, que son dos días.