(no
se si le interesará a alguien, pero... quien se quiera asomar a esta
ventana, que se asome. Las fotos las he retocado un poco para
difuminar las caras - y porque me gusta retocarlas, todo hay que
decirlo)
TÁNGER
Viernes
11 de octubre.
Salimos
de Tarifa en el barco a las 13:00. Una excursión de chinos o
japoneses, en un pequeño despiste nuestro, se nos cuela por la cara
en el control de pasaportes dentro ya del barco. Casi todas son
mujeres de mediana edad que parece que se han cortado el pelo en la
misma peluquería. Los pocos hombres que las acompañan parecen de
más edad. Llegamos a Tánger a las 12:30 (hora de Marruecos) Nos
recoge un empleado de la agencia con una furgoneta y nos lleva al
hotel. Nos dan la habitación 207 con vistas al mar y a la piscina.
La playa está bordeando el muro de la piscina. Es un hotel de tres
estrellas, modesto pero limpio. Los empleados son amables y
discretos.
Después
de comer y de dormir la siesta, Mavi y Bruno se dan un baño en el
mar mientras leo una novela de Félix Romeo donde se habla de Tánger
y de Ceuta y luego salimos andando por el paseo marítimo hasta la
entrada de la Medina (unos 4 kms. en la publicidad; 8kms. según
Mavi) Con la cámara de fotos agarrada a la mano derecha, en posición
horizontal y mirando al frente, con el brazo extendido y sin parar el
bamboleo natural de los brazos al caminar, voy haciendo fotos a todos
los personajes curiosos que vamos encontrando en nuestro camino,
calculando el enfoque “a ojo”. Si me descubren, me linchan.
Mavi
llega a la Medina con los pies doloridos (se empeña en ponerse el
calzado más incómodo para caminar) así que lo primero que
compramos en una de las tiendas son unas sandalias de cuero, que con
el regateo se nos quedan en 40 DH (unos 4 €) Sigo haciendo fotos.
Nos han dicho que hay niños contratados por las mafias para robar a
los turistas en la Medina. Vamos con cuidado. Hay miradas
desconfiadas de algunos hombres. La mayoría de las mujeres van con
trajes largos y pañuelos en la cabeza, pero se arreglan
elegantemente con colores vistosos. Ellas miran con disimulo, pero no
pierden detalle. Fuera de la Medina, en los barrios ricos, hay gente
que viste a la europea, mezclada con otra que viste tradicionalmente.
Sigo
haciendo fotos pero para colmo, encima de que tengo que enfocar a
ojo para que no me descubran, ya hay poca luz.
Salimos
de la Medina y buscamos un restaurante frente al puerto. Nos persigue
un tipo estrafalario hablando un idioma entre árabe e italiano. No
nos fiamos ni un pelo. En el restaurante, los camareros ahuyentan al
tipo raro y nos sentamos en la terraza. Pedimos dos cous cous y un
tallín para los tres. El dueño es un joven muy amable, con una
sonrisa curiosa. El cous cous es en plan casero, pero está sabroso.
Las verduras son "de verdad". Después de cenar entramos en
la batalla para pillar un mini taxi y volver al hotel. Los mini taxis
cobran 20 DH y solo pueden llevar a tres pasajeros. Al final solo
conseguimos un taxi normal (50 DH) Aquí es costumbre compartir taxi
con el que lo solicite, hasta completar el cupo.
Al
llegar al hotel, como estamos muy cansados, nos dormimos enseguida
oyendo el sonido del mar.
Sábado
12 de octubre.
Después
de una ducha y un abundante desayuno, salimos del hotel y concertamos
por 20€ una ruta por Tánger con un taxista (Hamed) que resultó
ser un buen guía. Hamed tendrá entre cincuenta y cinco y sesenta
años. Conduce un mini taxi nuevo, marca Dacia. Habla un español
fluido y gracioso. Nos cuenta que su padre fue profesor Coránico.
También presume de haber sido caddy para los extranjeros en los
campos de golf hace unos cuarenta años, he incluso dice jugó al
golf con un handicap 5. Nos lleva por las afueras de Tánger y nos va
señalando los palacios de los Jeques Árabes, construidos en zonas
no edificables, “pero el dinero es el que manda”.
Pasamos
por los distintos barrios que se formaron en la época del
protectorado y cuando Tánger era una ciudad internacional (barrio
Inglés, Francés, Sueco, Judío, Español, Italiano…) Nos pasamos
por las Cuevas de Hércules, La Alcazaba, la entrada del famoso Café
Hafa. Hamed nos demuestra que está bien informado, conoce a Paul
Bowles, a Mohamed Chukri, Tahar Ben Jellun y se asombra de que
nosotros también los conozcamos. Terminada la visita, nos despedimos
de Hamed ya en el hotel y nos damos un baño.
Después
del baño y la ducha, decidimos ir a comer al centro. En la puerta
del hotel hay un mini taxi y le pedimos al taxista que nos lleve a un
restaurante barato de comida marroquí. Nos lleva al Alí Babá, casi
al final del paseo marítimo, cerca de la entrada a la Medina. Aquí
la comida es más elaborada, pero no es nada cara. Nuestros vecinos
de mesa son una familia compuesta por el padre, que viste a la
manera occidental, la madre que viste rigurosamente de negro, con el
traje típico de allí y solo deja al descubierto los ojos; para
comer tiene que introducir la cuchara por debajo del pañuelo que le
tapa la cara. Una niña de unos seis años con una blusa y una
falda, que no para de mirar a Mavi (nosotros somos los raros) y una
adolescente que ya empieza a vestir a la manera típica árabe,
aunque aún deja la cara al descubierto. El taxista nos recoge una
hora después y nos devuelve al hotel. Siesta, baño en la playa,
baño en la piscina, ducha y volvemos a la Medina. Más fotos,
algunas compras (unos calzoncillos de algodón largos tipo John
Wayne, que vienen muy bien para el invierno en casita debajo de unos
vaqueros, leyendo junto a la chimenea) y volvemos andando por el
paseo marítimo. Nos tomamos un té con hierbabuena en la terraza del
restaurante donde cenamos ayer y luego decidimos cenar en el Alí
Babá. Vuelta al hotel y a dormir después de leer un poco. Me
acuerdo de la novela de Ángel Vázquez “La vida perra de Juanita
Narboni”, que transcurre en Tánger en los años 60 época de los
Bowles, Burroghs, Capote etc… cuya mujer protagonista suelta un
largo monólogo en el idioma extraño de los tangerinos de la época,
mezclando palabras españolas y judías (yaquetía)
Domingo
13 de octubre.
Después
del desayuno, vamos caminando por el paseo marítimo hacia la zona
más moderna. El paseo marítimo está lleno de gente haciendo
deporte. Hay pistas al aire libre, protegidas por alambradas, de
baloncesto, voleibol, hockey, fútbol sala, fútbol 7. Algunas chicas
juegan al voley y a baloncesto mezcladas con los chicos. En las
playas la gente pasea por la arena, ha amanecido nublado.
Nos
damos una vuelta por la zona moderna, donde frente a una inmensa
limusina blanca aparcada junto a un centro de estética y peluquería,
una mendiga sentada en el suelo, tose y escupe violentamente.
Imaginamos a una harén entero bajando de la limusina y entrando en
el centro de estética. ¡Qué buena foto sería esa, si no me
metieran en la cárcel después! Enseguida volvemos cerca del mar.
Nos hacemos algunas fotos y después del regateo habitual, compramos
vasos de té y una manta en un bazar. El dueño, de nombre Jesús (no
se como se escribe en árabe) nos cuenta que tiene una hija
estudiando farmacia en Mallorca, y otro hijo estudiando medicina
Inglaterra y le cuesta una pasta considerable. Además tiene una
pequeña empresa que trabaja el mármol que traen de Macael. También
habla inglés y presume de ello hablado con Bruno un rato. Bruno se
ríe mucho, imagino que por el acento o los consejos que le da Jesús
(le dice que se haga abogado, a pesar de que Bruno le ha dicho que
estudia Filología Inglesa, que vaya a Inglaterra y se forre de
pasta con los árabes ricos -con turbante- que viven allí).
Volvemos al hotel. Después del último baño en el mar, nos
duchamos, hacemos las maletas y esperamos a que nos recoja la
furgoneta de la agencia a las 13:00h. para llevarnos al barco.
En
el barco se nos vuelven a colar los chinos/japoneses de la ida. Se
las saben todas, con esa cara de no haber roto un plato y charlando
bajito entre ellos sin parar. ¡Qué listos son, haciéndose los
tontos!
El
miércoles es la Fiesta del Cordero en Marruecos y los barcos van
hacia Tánger cargadísimos de gente que no se quiere perder la
fiesta, por eso llevamos retraso en los horarios. Llegamos cerca de
las cuatro de la tarde a Tarifa, donde nos espera nuestro coche y
emprendemos viaje a casa. Desde la carretera se ve la costa de África
a tiro de piedra. Tan lejos y tan cerca.