El Viejecito

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El viejecito

            Los días de trabajo desayuno en un bar cercano a la oficina. Casi siempre pido lo mismo,  un “pitufo” con aceite de oliva y un té muy caliente. El pasado lunes, al ir a abonar la cuenta me dicen que ya está pagada y en ese momento, un viejecito salía por la puerta sonriéndome. Le di las gracias saludándole con la mano. Conocía de vista al viejecito pero no recordaba de qué. Supuse que alguna vez lo habría atendido en la oficina y que salió satisfecho del encuentro, si no, ¿a qué venía la invitación? Al cabo del día atiendo a mucha gente en la oficina y procuro hacerlo con la mayor amabilidad, dependiendo de cómo haya ido el día, pero siempre con respeto.

            Unos días después me lo encontré en la puerta del bar y me comentó algún asunto de actualidad, no recuerdo cual, pero me hablaba como si nos conociéramos de toda la vida.  Yo lo traté del mismo modo que él a mí y los dos tan contentos. Era muy dicharachero y rebosaba vitalidad dentro de su avanzada edad.

            Esta mañana nos hemos cruzado en la calle, se ha parado, me ha cogido el brazo apretándolo con fuerza y me ha dicho:
-¿no se ha enterado de lo mío?
- ¿qué ha pasado? (le contesto un poco asustado)
- No, ¡si es algo bueno! Ya se enterará.

Me dejó con la mosca detrás de la oreja. Pregunté a los que pasaron por la oficina si sabían algo sobre este hombre, pero no sabía explicarles quién era. Busqué en Internet noticias del pueblo por si a alguien le había tocado la lotería o había algún suceso destacado que pudiera tener relación con el simpático viejecito; pero no encontré ninguna noticia que pudiera estar relacionada con el asunto.

Cuando ya iba a cerrar la oficina y marcharme a casa a comer, el viejecito llamó suavemente a la puerta y preguntó si podía entrar. Lo invité a pasar y enseguida entró en materia: “Ya vi la cara que ponía esta mañana cuando le pregunté si sabía algo de lo mío, pues bien, le cuento. Ayer noche, cuando iba a quedarme dormido en el sillón viendo la tele como todas las noches, se me apareció mi mujer, que como usted sabe (¿) murió hace cinco años. Me dijo que me fuera preparando, que mi hora ya estaba al caer. Vendrían a por mi en una semana y que no me asustara, serían tres seres casi transparentes, como de cristal blando. Me pondrían un traje color bermellón y me transportarían al lugar donde ella me esperaba desde que murió. Aunque lo que los humanos llaman muerte no tiene nada que ver con la realidad. Me dijo también que ella está en otra dimensión, en una especie de planeta,  pero no en el espacio, si no en la profundidad de un mar dentro de ese planeta que pertenece a una galaxia lejana.  Allí me esperará con los brazos abiertos para vivir una eternidad inmaterial”

“Figúrese usted, siguió el viejecito, yo que no creía en el más allá y ahora me sale con esas. Esta mujer mía siempre dándome sorpresas. Como comprenderá, estoy hecho un flan y deseando que vengan a por mí para volver a encontrarme con ella para siempre.”

Le di la enhorabuena y nos despedimos alegremente. Me pareció que su aliento olía un pelín a anís. Volví a casa y durante la comida le conté la historia a mi mujer y no supo que decir, solo que le parecía todo muy divertido y que el viejo estaba de “atar”.

Al día siguiente pregunté en el bar si se acordaban del viejecito que me había invitado a desayunar hacía unos días. Me dijeron que no recordaban a ningún viejecito que me hubiera pagado el desayuno, que eran imaginaciones mías o que habría sido en otro bar. Les pregunté si algún día había faltado yo a desayunar en las últimas dos semanas y me contestaron que no, que había acudido a la cita  puntualmente, a las 9:30, como siempre. Les expliqué como pude el aspecto y el carácter del viejecito, pero no pudieron reconocer a ningún cliente con esas características. Me di por vencido. 

Secretos a 5€

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Secretos a 5,00€

                Paseando esta mañana por un pueblecito de la costa me encontré un cartel de una carnicería donde anunciaba: “Secretos a 5,00€”. Entré por curiosidad (ya que soy vegetariano) y enseguida se me acercó la carnicera, muy pechugona ella  (nunca mejor dicho) y cogiéndome por la solapa, me susurra al oído: “Philippe Junot caga blando”. Y ya en voz alta me suelta: “Son cinco trompos, guapo de cara”. Yo le digo: “pero…” y ella me dice: “ni pero ni hostias, los cinco trompos del secreto” y se pone a afilar el cuchillo más largo que tenía en el mostrador con cara de malas pulgas. Le doy los cinco euros y me largo de allí cabreado.

                Luego,  ya más tranquilo, paseando por un parque muy umbrío,   me pongo a pensar que lo que quería decirle con ese “pero…”,  era que cómo sabía que Philippe Junot (playboy y ex marido de Carolina de Mónaco) cagaba blando. Yo había leído una vez que un periodista francés se había hecho la siguiente pregunta: ¿Caga blando Philippe Junot? Y algún grupo musical había utilizado la frase para una canción, creo recordar, pero nadie había respondido a pregunta tan interesante. ¿Porqué una vulgar carnicera de pueblo sabía la respuesta? ¿Era cierto aquél secreto o había sido engañado vilmente?

                Nunca lo sabré, aquellos cuchillos afilados que manejaba la pechugona carnicera me impedían volver para exigirle una explicación. Así que fui al mercado, y en un puesto de especias compré curry en polvo.  Me fui a casa y sin más contemplaciones preparé un arroz al curry para chuparse los dedos.

P.D. Después de la siesta, decidí no hacer caso del secreto revelado por esa dudosa fuente y seguir con la duda de si blando o duro. Es más romántico, ¿no es cierto?

Bab El Ain Single. ¿Otra historia de amor?

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Primer single del año con dos temas:

1.- ¿Otra historia de amor?

La letra la he adaptado de un poema que escribí hace un par de años donde unos amantes se decían esas cosas que se dicen los amantes.


¿OTRA HISTORIA DE AMOR?
(Letra y música.- Bab El Ain)

Tus ojos son un misterio alegre
Como el arcoíris de otoño

Tu cuerpo huele a bosque virgen
Ese aroma me enloquece
                                                                                                                  
No importa cuánto llueva
Tú serás mi refugio

Bebamos nuestro elixir
Sin dejarnos ni una gota

Todo brilla cuando estoy contigo
Eres el cielo de mi desierto

No importa cuánto llueva
Tú serás mi refugio

2.- Cabalgando (Instrumental. Música.- Bab El Ain)
     Aquí utilizo por primera vez un ritmo 5/4




La película

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"La “película”

                En una de mis vidas futuras me llamé Vícktor Campanella (sí, me llamé: eso del pasado y futuro depende de desde  donde estés viendo la “película”)
                Pues eso, que cuando salía a la calle después de un riguroso afeitado, duchado y desayunado, al pasar por el portal, una voz en off me saludaba en estos términos o algunos parecidos:
                -Buenos días señor Campanella, tiene usted un apellido muy tintineante. Esta mañana está usted impecable, como siempre. Que tenga un buen día.

                Y yo contestaba casi siempre de esta guisa:

                -Váyase usted a la mierda, esta mañana está usted especialmente insoportable, o sea, como siempre.

                Y salía a la calle como si cada mañana fuera distinta, como si hubiera siempre una oportunidad de descubrir las “Américas”. Pero aquella mañana empezó vulgar, como tantas otras. Saludos del tendero de la esquina, visita al escaparate de la tienda de sombreros por si había algún nuevo modelo (ni por esas), semáforo en rojo para los peatones y si había un charco, el coche de turno pasaba a toda hostia y nos ponía perdidos. Por fin alcanzaba el parque y la vieja vagabunda me ponía la misma cara de pena  y yo, como siempre,  le daba algunas monedas. Me sentaba en el mismo banco de siempre por ver si se sentaba aquella mujer tan hermosa y simpática que se sentó a charlar conmigo en una mañana de 1.968 (estamos en el 2016), pero ni por esas. Lo normal es que se sentara algún pesado que me quería vender algo: un libro de poemas, una chaqueta de aviador o una máquina de cortar el césped. Le daba su ración de pan migado a los pájaros y me iba al bar a tomar el aperitivo. En el bar nos traíamos el mismo juego de siempre el camarero y yo; cada vez que entraba por la puerta, el cabrón de Ernesto (el camarero) siempre repetía el mismo ritual:
                -Dinggggggggggg  Dongggggggggg, el señor Campanella acaba de entrar por la puerta del bar
                Yo lo  miraba con cara de estrangulador de Boston, me sentaba en el mismo taburete de siempre por ver si se sentaba a mi lado aquella chica rubia teñida, encantadora y desinhibida que charló conmigo cinco minutos en 1969 como si yo fuese un tipo interesante, pero ni por esas tampoco.  Me tomaba mis dos cervecitas, hablaba con Ernesto de las cosas más estúpidas de las que se puede hablar y me largaba a casa.

                Esa mañana me dio por desobedecer las normas de circulación más elementales y me salté el paso a nivel, con fatales consecuencias. El tren me dejó como a esas monedas que poníamos de críos en las vías para que quedaran bien planitas. Pues eso.

                Después de aquello me reencarné en un tipo que se llamó Calixto Gong; ni que decir tiene que la cosa iba a peor. Pero eso es otra historia. En la actualidad, que ya no se cual es con tanto lío, me pusieron un nombre que no me gustó nada y me lo cambié por Adolfo El Sigiloso. Me hago el sordomudo, lo cual está lejos de la realidad, pero quien sabe cuál es la realidad a estas alturas de la “película”.

Hambre

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Hambre

Tenía hambre. Un hambre voraz, insaciable y oscura como una noche de invierno. Empezó comiendo gusanos, tierra, insectos, hierbas… Luego se dedicó a tragar agua, medusas, peces, algas… Siguió engullendo aire, moscas, pájaros, nubes, rayos… Llegó a los planetas más cercanos y se los fue merendando uno a uno cada tarde en su viaje inter-espacial. No conforme con eso, quiso seguir con las estrellas muertas y los agujeros negros. Ahí se dio cuenta de que había engordado demasiado. Su tamaño era absolutamente obsceno incluso en términos galácticos. Cuando estaba cerca del sol se dio cuenta de que su gula había sido excesiva, inconmensurable,  pero ya no tenía remedio. Empezó a derretirse como un inmenso helado de chocolate. Dejó restos en varios planetas, lunas, cometas y estrellas fugaces, hasta diluirse por completo. Las últimas noticias hablan de que parece ser que quiere recomponerse de nuevo, pero nadie cree que pueda realizarse tamaña proeza. “A lo hecho, pecho”, dicen algunos. Otros rumian eso de “que lo hubiera pensado antes” o “la avaricia rompe el saco” y cosas por el estilo.