Gemelos

|

Gemelos

Una tarde del mes de agosto de hace ya unos cuantos años me encontré en la calle con Cosimo, un amigo de mi padre. Iba de paseo con un carrito de bebé. Me dijo que había tenido una hija y que si quería verla. Abrió la capota del carrito y dentro, dormida, había una cabrita color canela. Creía que era una broma, yo balbuceé: -¡perooo…! y él me contestó -¡precisamente!
 No tengo ni idea de lo que quiso decir con ¡precisamente! pero él hablaba en serio;
me dijo, que cuando los dos tuviéramos edad, tendríamos que casarnos; yo tendría entonces unos diez años y aquello me pareció una especie de cuento fantástico. El incidente lo olvidé pronto, pero cuando cumplí los veinticinco, Cosimo se presentó en mi casa con la cabrita ya adulta y me dijo que si pedía su “mano” me la concedería. No supe que contestarle, me pilló por sorpresa, por quitármelo de encima le dije que lo pensaría y que aún no tenía un trabajo estable. Cosimo me dijo que no había problema, que cuando  consiguiera ese trabajo estarían en su casa esperándome para la petición de mano.
Al cabo de un año conseguí un trabajo de cartero y me vi sin saber cómo en la casa de Cosimo pidiendo la “mano” de su…hija. Naturalmente me la concedió. No casamos con toda “naturalidad” y nos instalamos en mi pequeño piso. Cuando salíamos a la calle me sentía celoso, todo el mundo le miraba las ubres a mi mujer que las tenía bien lustrosas. Optamos por mudarnos al campo, a una casita con jardín y procurar que ella no saliera de allí pero que no se sintiera encerrada. Fuimos muy felices en esa casita. A los dos años noté que mi  ”mujer” engordaba un poquitín. Fuimos al ginecólogo y nos comunicó que tendríamos gemelos. Yo le pregunté qué clase de “gemelos”, él médico, con sonrisa enigmática y tocándose la barbilla nos dijo: -pues dos “ejemplares”, que van a ser si no.
Y aquí estamos esperando el acontecimiento. Leche no nos va a faltar para alimentar a los gemelos.

La Batalla

|

La Batalla

Asomado al Abismo
(ese Espejismo de Acero
que es la Muerte)
un rostro se deshiela

Se oyen risas eternas
entre un crujir de vidrios
provocado por el viento
que ulula sin cesar

Pero no hay tragedia
el Tiempo sigue corriendo
y todo sigue igual: 
Batalla de Estrellas





La Mansión en venta IV y última

|

La Mansión en venta IV (Última)

                La cuarta habitación era una especie de túnel y al fondo había algo extraño. Fui acercándome al final,  rodeado de unos sonidos gangosos, pantanosos, gaseosos etc…
                Cuando llegué por fin, descubrí que estaba dentro de una vagina, pisé sin querer lo que debía ser el clítoris y se oyó un gran gemido que allí dentro se repitió en unos cuantos ecos. La inmensa vulva, vista desde dentro, resultaba muy extraña. Aquellos labios verticales empezaron a articular frases:


Una escalera de caracol con escalones de espejos
nos lleva a nuestro interior, ya sea subiendo o bajando
no tiene en cuenta el pasado ni es consciente del futuro.


La alas de los árboles cobijan extraños frutos
los más maduros estallan como fuegos artificiales
no se dejan atrapar a no ser que estén aún verdes.


El viento nos trae recuerdos que teníamos olvidados
Otras veces son los sueños los que descubren el manto
de un futuro inmaculado que algún día profanaremos


                El eco de estas frases retumbaban en la “cueva” y el efecto visual de los labios al juntarse y separarse para pronunciar cada palabra  resultaba muy cómico, pero no sé por qué extraña razón  no podía reír. Empecé a sudar la gota gorda. Grité, pero no era muy buena idea, mi grito se multiplicaba rebotando en las paredes cavernosas y empezaba a perder mi legendaria calma. De pronto me vi envuelto  por un líquido templado que me arrastraba hacia el final del túnel hasta que la gran vulva me expulsó al exterior violentamente.

                Me encontré en la calle, frente a la puerta de la gran Mansión, en un estado bastante catatónico pero conseguí disimularlo enseguida; de todas formas la calle estaba vacía. Comenzaba a anochecer, las farolas se iluminaron de pronto. Pasó un coche solitario y veloz que me sacó del estado en que me encontraba. Caminando hacia mi casa, pensaba en lo que pondría en el informe sobre la investigación que me habían encargado por el embrujamiento de la Mansión, pero ¿cómo explicar aquella sucesión de hechos inauditos en un informe serio? Mi reputación se iría al garete ipso facto. Supongo que después de una buena noche de sueño se me ocurriría algo coherente. Siempre ha sido así, ahora no iba a ser menos.

Fin

La Mansión en venta III (de IV)

|

La Mansión en venta III

                La tercera habitación era muy luminosa. En una pared había un sol y en otra, una luna llena. Al llegar al centro de la sala algo parecido a un potente imán me atrajo violentamente hasta el techo y me pegó por la espalda. Algo o alguien me hizo girar de pronto como las aspas de un ventilador. A mi alrededor habían pintado unos números del 1 al 10. Mi cabeza hacía las veces de una bola en una ruleta. Me paré en el número 2:
Aparece el Dúo Dinámico atravesando la pared de la luna. Ramón, el más alto, empieza a tocar unos acordes en su guitarra y Manolo, el bajito, a pesar de las alzas, empieza a recitar un poema de Leopoldo María Panero, en vez de cantar “Quince años tiene mi amooooooor”:

“Diario de un seductor”


No es tu sexo lo que en tu sexo busco

sino ensuciar tu alma:
                                      desflorar
con todo el barro de la vida
lo que aún no ha vivido.

                Desaparecen atravesando la pared del sol. La habitación se llena de nubes y vuelven a hacerme girar hasta que mi cabeza se para en el número 4 :

                Entre las nubes se materializan los Cuatro Jinetes del Apocalipsis cabalgando. Se paran justo debajo de mí y empiezan a cantar una famosa ranchera a pleno pulmón, las paredes retumban:


Sabes mejor que nadie que me fallaste

Que lo que prometiste se te olvidó
Sabes a ciencia cierta que me engañaste
Aunque nadie te amara igual que yo.

Lleno estoy de razones pa’ despreciarte

y sin embargo quiero que seas feliz.

Que allá en el otro mundo

en vez de infierno encuentres gloria
y que una nube de tu memoria me borre a mí.

Dile al que te pregunte que no te quise

dile que te engañaba que, fui lo peor.

Échame a mí la culpa de lo que pasa

cúbrete tú la espalda con mi dolor…

                Grité: ¡¡¡BASTA YA!!! y me despegué de pronto del techo estrellándome aparatosamente contra el suelo. Salí de allí raudo, magullado y mareado.

La Mansión en venta II

|

La Mansión en venta II

                Abrí con ímpetu y decisión la puerta de la segunda habitación. Estaba medio en penumbra. En el centro había una mesa redonda con todo preparado para una comida de cuatro comensales. Me acerco y una silla se aparta un poco como invitándome a sentarme en ella. Me siento, en la mesa hay cuatro platos humeantes con algo parecido a un puchero de garbanzos. En el centro hay una fuente con tocino, morcilla, chorizo y trozos de carne. Delante de cada plato hay una copa vacía. La copa que tengo delante de mí se levanta sola y por mi derecha, a la altura del hombro, aparece una botella de vino que escancia el líquido rojo sobre mi copa y sigue con el resto. Cojo la copa y me bebo todo el vino de un solo trago. Respiro hondo y digo:

                -Bien, vale ya con los jueguecitos baratos de magia. Si tenéis algo que decirme ya podéis estar soltando la gallina, que no tengo toda la tarde.

                Aprovechando la situación,  me puse a comer un trozo de tocino con pan y en ese momento se materializó delante de mí, sentado en la silla que tenía enfrente, un tipo con una careta del Pato Donald que empezó a decir: Cuá Cuá Cuá Cuá…

                A mi izquierda, se hizo carne un aizkolari con hacha incluida que le corta la cabeza al de la careta del Pato Donald.

                Sentado a mi derecha aparece de pronto Charles Bukowski  que coge directamente la botella, se bebe lo que queda y al mismo tiempo que eructa, le da un botellazo al aizkolari en la cabeza que lo hace desaparecer.

                Nos quedamos Bukowski y yo solos. Bukowski chasquea los dedos y aparece flotando en el aire una nueva botella de vino, me sirve, se sirve y me dice:

                -¿Y bien? ¿qué coño haces tú aquí?
                -Me han contratado para que limpie la Mansión de brujería, soy un profesional en la materia (le contesto)
                -Jajajajajajajajaja, no me jodas; pues lo llevas claro. Ya me contarás cuando termines de visitar el resto de habitaciones. Aquí te espero.
                - Encantado, Bukowski de pacotilla, no sabes cómo me las gasto yo en estos casos, aunque me has caído simpático
                -Jajajajajajajaja (eructa y desaparece)

                Salgo de la habitación y me dirijo a la siguiente.

La Mansión en venta I

|

La Mansión en venta I

                Una vieja mansión estaba en venta pero nadie quería comprarla porque la gente decía que estaba embrujada. Me contrataron para investigar el caso y allí fui yo con todos mis bártulos y mi experiencia en estos casos complicados.
                La Mansión se encontraba un poco apartada en las afueras de la ciudad. Estaba rodeada por un jardín asilvestrado, rodeada por un muro de piedra que ya empezaba a desmoronarse por algunos lados.
                Una vez cruzada la puerta principal, se entra en un amplio hall  adonde van a parar unas cuantas puertas cerradas. Al fondo hay una escalera que da al primer piso. Me decido por la primera puerta de la izquierda. La abro y sobre mi cabeza revolotean varios murciélagos que aprovechan para salir de allí a toda pastilla. En una esquina, sentada en una mecedora, una vieja decrépita me suelta un pequeño discurso indescifrable. Le doy al play de mi súper grabadora y al mismo tiempo le saco una foto a la vieja. Salgo de la habitación y me siento en un butacón del hall para escuchar la grabación de las palabras de la vieja:

“MJHuTTiOOPh  DDGTQERR   UU PO,PLO MNbvFD”

         No entiendo nada y le doy al play del traductor automático:

“Si no te comes las berzas, no hay postre”

         Aquí  hay un error, me dije y volví a darle al play del traductor, esta vez con más acierto:

“Todo el que entra en esta habitación se lleva una sorpresa, mira la foto”

         Miro la foto y en el lugar de la vieja decrépita aparece una muchacha de belleza deslumbrante. Vuelvo a entrar en la habitación y la vieja me dice en idioma comprensible:

                “Si me besas, se deshará el encantamiento y volveré a ser la muchacha de la foto”

                Ni corto ni perezoso y haciendo de tripas corazón, me dirijo a la vieja para besarla pero se esfuma antes de llegar a besarla, dándome de bruces contra la mecedora mientras se oye una risa tragicómica que retumba por toda la habitación.

                Salí al hall, comprobé la foto de nuevo y allí estaba la mecedora vacía, como burlándose de mí. Pero aquel incidente no iba a desanimarme, parece que no me conocen; así que seguí adelante y entré en la siguiente habitación.

El amanecer nos pilló por sorpresa

|

El amanecer nos pilló por sorpresa   

Trepó por el árbol y entró por la ventana de mi habitación. Se deslizó dentro de la cama y apretó su cuerpo contra el mío. Medio adormilado palpé aquel cuerpo desconocido. Era frío y huesudo. Encendí la luz sobresaltado y ella me miró con ojos de animal asustado. Le pregunté “¿Qué haces aquí?” Me dijo que necesitaba calor. “Mi mujer llegará de un momento a otro y te aseguro que no lo va a entender en absoluto”, le dije. Le di ropa de abrigo, la acompañé a la ventana y se fue por donde había venido. Volví a la cama, el hueco donde se había acurrucado ella estaba recubierto por una fina capa de hielo, como un charquito al amanecer después de una noche de invierno. Presioné la capa de hielo con un dedo y se quebró en mil pedazos. Volví a dormirme y al poco tiempo desperté en una cama enorme donde estaban mi mujer y varios amigos y amigas comunes charlando animadamente. Al fondo de la habitación se veía discutir a dos antiguas amigas nuestras vestidas con ropa del tiempo del “Rock-Ola”. Se acercan a la cama y nos saludan efusivamente. Con ellas vienen unos personajes vestidos con trajes grises y pintas de ser de la policía secreta. Nos piden el carnet, pero no un carnet normal, quieren el carnet de “Vikingo”. No comprendemos nada, nos miramos unos a otros y entonces nos explican que es un requisito indispensable para permanecer en el “recinto”. Primero nos indignamos muy dignos y luego empezamos a reírnos como locos. Aquello se convirtió en un cacareo con eco; las risas rebotaban en las paredes hasta que fueron desvaneciéndose progresivamente. Salimos del “recinto” en comitiva y las farolas de la calle se apagaron de pronto. El amanecer nos pilló por sorpresa. En ese momento fui consciente de que ese amanecer coincidía con el comienzo de las vacaciones.