
I
Se me apareció la bella Helena, la cantante y bailarina, la del lunar rojo en la frente, la que hipnotiza al público desde que aparece en escena hasta unas horas después de terminado el espectáculo.
-Jacinto, nos vamos tú y yo el mes que viene a Tahilandia. Haremos una gira para promocionar allí la Jota/Jazz.
-Ehhhhhhhhhhhhhhhhhhh. Se te fue la pinza, no?
-Lo que estás oyendo. He tenido una revelación. Triunfaremos allí como The Beatles en U.S.A
-¿Has bebido, Helena?
-Ya sabes que yo solo bebo Ayran muy frio.
Pensé que solo era una locura o un capricho de los muchos que se le antojaban de cuando en cuando a Helena en los momentos de aburrimiento pero luego se olvidaba de ellos. Pero no, a partir de ahí se puso a trabajar en el proyecto y apareció al cabo de dos días en mi casa con saxos, clarinetes, contrabajos, guitarras, bandurrias, laúdes, etc.
-Ya te puedes poner a trabajar y grabar unas bases para poder tocar luego en directo sobre ellas; tú vas cambiando de instrumentos en cada canción, para hacerlo más variado mientras yo canto y bailo el nuevo ritmo Jota/Jazz. Lo acabamos de inventar. Salimos dentro de veintiocho días. Así que espabila
-Has perdido el juicio, Helena, creía que era una de tus famosas bromas. En mi vida he tocado jazz y ni en mis catorce anteriores vidas, que yo recuerde, he tocado una jota.
-Me da igual, una revelación es una revelación. Además tenemos un adelanto de 20.000€ que ya nos descontarán cuando cobremos los conciertos y del disco en directo que saldrá de la gira. Me soltó los 10.000€ encima de la mesa y se fue dejándome allí el arsenal de instrumentos.
Parecía que la cosa iba en serio, así que me puse a inventar eso de la Jota/Jazz. Ni yo mismo podría explicar cómo empezó a brotar aquella música. Grabé en diez días unos 15 temas. Apenas dormía, comía de tapas en el bar de la esquina y fumaba un cigarro tras otro. Bueno, los cigarrillos se consumían solos en el cenicero, mientras yo soplaba el saxo o tocaba el contrabajo o preparaba las mezclas definitivas de cada tema.
Al décimo día llamé a Helena para enseñarle las canciones .
-Mmmmmmm, no están nada mal (me dijo al terminar de oír las quince jazzjotas sin parpadear)
-¿Cómo que no están mal? Son la hostia, joder.
-Bueno, bueno, no te pases. Vamos a grabar la voz a ver qué tal quedan cantadas
Las grabamos en un par de días y quedaron magníficas. Un nuevo estilo había nacido; como siempre, partiendo de una locura.
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II
Fuimos a Tahilandia, hicimos la gira triunfal; grabamos el disco y el último día de la gira, Helena se presenta en el Hotel con un montón de instrumentos tahilandeses (Salterio, Kong, Jake…)
-Nos llevamos todo esto y cuando lleguemos, te pones a grabar el nuevo estilo Mor Lam/Sardana. Será un auténtico “pelotazo” ¿Qué no?
Estaba tan cansado que no reaccioné y como llevaba un mes en Tahilandia, adopté una actitud oriental de resignación, que era totalmente falsa ya que por dentro mi deseo más íntimo era estrangular a Helena con la cuerda más gruesa del contrabajo. No se me notó en la expresión, pero juro que mi intención era esa. Al día siguiente, el avión partió sin mí, para desesperación de Helena porque después de la nueva proposición musical que me hizo, salí del hotel, busqué en las afueras de la ciudad un monasterio zen, pedí asilo por un mes y me lo concedieron. Allí traté de vaciarme del ruido interior acumulado y llenarme de un silencio cálido y fresco al mismo tiempo que me ayudara a continuar con la vida caótica que parecía que me había asignado el destino.