Babelain. Aperitivo. Rarezas.

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(El cuervo se apuntó al aperitivo en el jardín)

Aperitivo. Del CD de Babelain “Dulce Decadencia”. Se quedó fuera del Gran Reserva de Instrumentales y me dio un poco de pena. También fue seleccionado por mi amigo Napi para el Sin Palabras vol. 2. Esta versión actual tiene algunos retoques añadidos.




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Correr el riesgo

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Correr el riesgo

                En mis correrías nocturnas encontré una puerta en la que nunca antes había reparado. Corrí el riesgo y la abrí. Enseguida me recibió una especie de mayordomo que me puso al corriente de lo que allí se encontraba:
                 «Este señor tan engolado que reposa en esa cama estilo Luis XIV es Mr. Fabius Augustus Collingwood, que, por más que lo intentó, nunca  consiguió convertirse en sobrino político de Oscar Wilde. Como puede comprobar, le encanta pelar el Financial Times hoja a hoja con su navaja de Albacete. A su lado se encuentra Miss Cebolla Blanca, exprimiendo sueños húmedos y dulces mientras dormita sobre un lecho de pavesas procedentes de una reciente combustión amorosa».
                Me fui de allí un pelín perplejo, aunque, en cierto modo, contento, porque esto parece demostrar que, a veces, los universos paralelos convergen en lugar y tiempo determinado. Pero, amigo, hay que estar ahí para comprobarlo.
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SAFARI






















Babelain. El Banco del Parque. Rarezas.

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Este instrumental pertenece al CD de Babelain "El Ruiseñor Chino". También lo seleccionó mi amigo Napi para la recopilación que se montó, con la maestría que le caracteriza, en el CD "Sin Palabras. Copia Pirata" de 2009, aunque allí apareció como El Banco del Olvido.




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Salvavidas.

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(Alejandra Pizarnik)

Uno de marzo

Salvavidas


Uno de los posibles flotadores para no ahogarse
en este océano salvaje que es la vida
podría ser leer, en dosis homeopáticas,
a los escritores suicidas.




Algunos escritores suicidas por orden alfabético:


Adamov, Pedro Casariego, Paul Celan, Rene Crevel, David Foster Wallace, José Agustín Goytisolo, Hemingway, John Kennedy Toole, Jerzy Kosinski, Malcolm Lowry, Vladmir Maikowski, Mishima, Pavese, Alejandra Pizarnik, Silvia Plath, Jacques Rigaut , Alfonsina Storni, Georg Trakl, Virginia Woolf, Stefan Zweig...


Últimos versos de Alejandra Pizarnik escritos en una pizarra antes del suicidio:


"No quiero ir
nada más
que hasta el fondo"




(Vladimir Maiakovski)


(Yukío Mishima)




La Escalera

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La escalera

            Desperté en mitad de una escalera. No sabía cómo había llegado allí, si subiendo o bajando. Había luz y estaba al aire libre, en la naturaleza. Recordé el Mito del Retorno al Orígen, «de la pérdida de la pureza original y la recuperación a través de un camino de regreso, aun estado previo a la manifestación, a través de un renacimiento místico». 

            ¿El camino de retorno será el que sube o el que baja? Sin ser muy consciente de lo que hacía, comencé a subir. En el primer peldaño mi vino un pensamiento urgente:  «Un tren lleno de Ìdolos no encuentra su destino». Sin pensarlo dos veces subo al segundo peldaño y me viene una nueva ráfaga: «Reconozco el contorno del deseo pero la alegría me delata y me confunde, como a un mal jugador de póker». Ya en el tercer peldaño de subida dudo aún más que antes y cierro los párpados. Siento el vértigo  del arquero antes de respirar hondo para lanzar la flecha. No encuentro ninguna diana en el paisaje. Intento despistar cualquier pensamiento. Con un cuarto paso me encuentro en un pequeño descansillo. «¿Habré tomado el camino correcto?», sigo dudando, como de costumbre.


            Decido, a base de engañarme satisfactoriamente, comenzar a bajar. Volver al inicio y empezar el camino de regreso pero, esta vez, bajando.  Una vez en el inicio, en el lugar que desperté, bajé un escalón y me asalta una imágen: un peregrino bajo una nube de gaviotas, caminando por un pedregal, en mitad de la nada. En el segundo escalón me convierto en espectador de una película muda y en blanco y negro, donde cada Ídolo que viajaba en aquél tren encuentra su destino, pero todos han perdido lustre. Ahora parecen más humanos. Al bajar al tercer escalón siento un escalofrío, veo el mar a lo lejos, allá abajo, color turquesa. Me veo  naufragando en él. El sopor me invade. Me duermo profundamente.