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Si yo existiera

Si yo existiera sería de colores y al mismo tiempo invisible. Hablaría sin voz. Observaría sin ojos. Oiría los secretos del silencio.
Con un chasquido inaudible de mis dedos haría añicos el alarido engañoso de las campanas.

Nadie notaría mi presencia.

Si yo existiera no sería consciente de mi existencia Me alimentaría de la savia de las plantas. Sería un sigiloso vampiro vegetariano, si, pero ni los árboles sospecharían de mí.

Me daría igual el Sol o la Luna, el Desierto o el Océano. Treparía de un salto a la montaña más alta y desde allí me arrojaría al vacío. Flotaría como una pavesa al capricho de los vientos. ¿Quien repara en una humilde pavesa?

Si yo existiera sería una casualidad. Una posibilidad entre un billón. Una excentricidad. Incluso un disparate. Pero podría darse el caso, y entonces...con esa frivolidad que sería mi existencia, ya que estamos, me dispondría a ser yo mismo, sin que nadie lo autorice ni censure mis delirios.

Estamos suponiendo, que nadie lo olvide.

¿Quién supone? ¿Quién podría olvidarlo?





(Un suponer)

Viernes

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                                             Viernes

Viernes, son las catorce cincuenta y cinco. Salgo de la oficina, atravieso la ciudad en mi coche a toda pastilla. Me dirijo hacia mi casa que se encuentra a unos tres kilómetros por la carretera de la costa encima de una pequeña colina desde donde se divisa el mar. Pero por el camino olvido por completo quién soy y paso de largo siguiendo la carretera en dirección al sur. Estoy en blanco. Conduzco sin saber hacia donde me dirijo. Una gaviota se me cruza en la carretera y casi roza con sus alas el cristal delantero. Doy un respingo y el corazón se desboca. Paro en la primera gasolinera. Dejo el coche a la sombra y salgo a respirar. Saco mi cartera y miro mi D.N.I. : Soy Ernesto Zanzívar Lumbreras. 35 años. Nacido en Madrid. Domicilio actual: Pago de La Luna Nueva. Nº 31 P………

Trago saliva. No recuerdo nada. No me identifico con los datos del documento. He perdido mi historia y solo se que es viernes y tengo un fin de semana por delante. Entro en el coche y vuelvo por la carretera en busca de la dirección que viene en el D.N.I. Pregunto por el Pago de La Luna Nueva a un joven que pasea a un perro. Me dice: ¿estás de cachondeo, Ernesto? pero al final, como si siguiera la broma me indica como llegar hasta allí. Encuentro la casa nº 31. Un perro sale a mi encuentro moviendo el rabo y saltando de alegría. Lo acaricio. Llamo a la puerta, una mujer morena, muy guapa, con el pelo recogido en una coleta, blusa amarilla y pantalones cortos se me abraza al cuello:

-¿Porqué tardabas tanto? Estaba preocupada
-Emmm se me ha complicado la mañana…
-Bueno, pero por fin es viernes. Olvídalo todo hasta el lunes
-Parece ser que ya he empezado a olvidarlo…
-¿Eh? Bueno vamos a comer.

Un niño de tres o cuatro años viene embalado hacia mi y se tira en plancha para qe lo coja al vuelo. Reacciono y lo pillo a tiempo. Me da varios besos con mucha saliva:

-Papiiiiiiiiii
-¿Quién eres túuuuu? (le digo como si fuera broma)
-Papi, no empieces con las bromitas
-Pero…si no te conozco. ¿Cómo te llamas?
-Como si no lo supieras. Me llamo Abel. A B E L
-¿Y tú mamá como se llama?
-Papi, estás muy bromista hoy, no? Mamá se llama Lucía L U C Í A
-¿Es que no te acuerdas de nada?
-Pues no, se me ha olvidado todo. Empezaremos de nuevo.

Con eso al menos tenía por donde empezar. Me esperaba una ardua tarea.
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Como siempre


        Violeta se levantó temprano, como siempre. Apenas pudo dormir aquella noche. Era el comienzo de la primavera. Se dedicó a sus tareas habituales de forma primorosa, como siempre. Después de tomarse un café solo, salió al jardín, regó las plantas, habló con algunos árboles, oyó cantar a los jilgueros, arregló la casa, como siempre, pero no preparó la comida para ella y su marido. Después de ducharse se puso su mejor vestido, subió al desván y se colgó de la viga central. Su marido le había dicho la tarde anterior que todo había terminado y ella cumplió a rajatabla, como siempre.