Doce de mayo
El camello
Al entrar en la habitación
veo que debajo de mi cama hay un camello durmiendo. Me acuesto en la
cama del al lado, por si las moscas. Me despierta una prostituta
exótica y me pregunta que por qué estoy durmiendo en su cama. Le
contesto que debajo de mi cama hay un camello. Me dice que no es un
camello, que es un dromedario. “Tanto da”, le suelto. ''Ah, y soy
una princesa árabe, no una prostituta, que conste'', me dice.
''Ahhhh'', le digo yo sorprendido gratamente. Entonces le comento que
es muy importante que mañana, en la cafetería, me invite a merendar
y que todo el mundo se entere. ''Bueno, si es un capricho'', me dice
ella. ''No, no es capricho, es un requisito importante''.
Me duermo de nuevo en el sueño
y tengo dos sueños más:
a) En un país árabe, un jeque
riquísimo encarga a una fábrica una aguja gigante, con un ojo por
donde pueda pasar un camello.
b) Estoy tomando un café
tranquilamente en un bar y de pronto irrumpe un grupo de jóvenes
modelos causando un gran revuelo. Ríen y se gastan bromas entre
ellas. Empiezan a pedir cócteles exóticos y el camarero no da
abasto. Me pide ayuda. Entiendo poco de cócteles pero tiro de
manual. Conecto mi chip de “simpático” que tenía oculto desde
hace algún tiempo y me pongo a la tarea. Tanta alegría, belleza y
juventud marea enormemente. Acabo exhausto. Vuelvo a la cama y cuando
me despierto, el camello todavía estaba allí.