¿Me quieres?

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¿Me quieres?

¿Me quieres? Pues claro ¿es que no lo sabes ya? Pero necesito que me lo digas de vez en cuando. Vaaaaale. Pues dímelo ahora. Te quieeeero.
Ana y Emilia eran sordomudas y pasaban el día “hablándose” con las manos y con gestos. En la cama, de noche, alargaban sus brazos buscándose, se palpaban, pellizcaban y acariciaban en el silencio de la noche, que para ellas era un silencio parecido al del día, solo que más oscuro.
Eran bulliciosas, pícaras, solícitas, retozonas y sus vidas se habían mezclado como enredaderas trepando en el mismo muro. En el muro a veces daba el sol y a veces la sombra. Ahora era de día y luego llegaba la noche. Pasaban las estaciones, pero ellas permanecían inmutables, herbáceas, brillando a la luz del sol o la luna. Aquello debía ser la eternidad, o se le parecía mucho. 

Olimpic bleue

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Olimpic bleue

Perfectamente equipados, mi amigo Aaron Cohen y yo cruzamos la frontera en el Mercedes Benz conducido por el chofer del padre de Aaron. Íbamos a competir en un torneo de tenis que se celebraba en Tetuán. Teníamos quince o dieciséis años. Los dos sentados en el asiento trasero. Ya en Tetuán, el chofer paró el coche para comprar un paquete de tabaco Olimpic Bleue. Hacía calor, abrí la ventanilla y saqué la cabeza para respirar aire fresco. Por la ventana del primer piso de una casa se asomó una joven marroquí con una especie de turbante en la cabeza. Me vio y en un acto que a mi me pareció de pura rebeldía, se quitó el turbante, sacudió su cabeza a izquierda y derecha y lució su larga, negra, ondulada y brillante cabellera. Me miró fijamente, como retándome y luego sonrió enigmáticamente. Quedé completamente descolocado. No sabía como reaccionar. Aquella sensación me superaba completamente. Ella seguía allí, con su imagen limpia y salvaje pero yo estaba fuera de juego. En ese momento apareció el chofer y se montó en el coche. Mientras nos alejábamos, saqué la cabeza por la ventanilla mirando hacia atrás y vi que ella me saludaba alegremente con la mano. Esta escena se quedó grabada para siempre en mi memoria como algo verdaderamente extraordinario.