Kouakou And Les Super Etoiles.- Single

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LEER ANTES DE OÍR LOS TEMAS
(¡Anda... vamos... veeeeeenga!)

Iniciamos aquí una pequeña serie de extrañas grabaciones que quiero compartir con vosotros y que son rarezas inencontrables. Vosotros decidiréis si tienen más, o menos interés musical, pero puedo aseguraros que como “arqueología musical” tienen “su aquél”. Ni en el blog de Antoni, ni en el de Jose Tormmenton, ni en La Taberna de Rick, ni acompañando a las danzas de Milena o las recetas de Ficus, ni en el desparecido blog de Fito, ni en 1PocodMusica, ni en el Cielo y el Dedo de Napi etc... encontraréis estas rarezas, no por nada, solo es que no las han encontrado hasta la fecha, si no... otro gallo cantaría.

Empezamos con:

Kouakou & Les Super Étoiles
Grupo Instrumental integrado por músicos de Alto Volta (Burkina Faso) y Nigeria, de difícil catalogación, cuyos miembros eran todos zurdos, homosexuales, negros-albinos y con una media de edad de 19 años. Editaron una casette con cuatro temas instrumentales en un sello francés de tercera línea, al conseguir el 1º premio de concurso de grupos noveles de su país, celebrado en la capital Ouagadougou en 1968.

Su música bebe de distintas fuentes: tradición africana, psicodelia USA, garaje, surf, Morricone etc…Y se hizo muy popular en las salas de baile de la época en Alto Volta.

Este single, editado en un sello etíope ya desaparecido, llamado “Rare Diamond”, contiene dos de los cuatro temas incluidos en aquella legendaria e inencontrable casette:

Cara A.- Utungo nyeusi
Cara B.- USFRAN (Bobo-Dioulasso)

Este último tema estaba dedicado al club US FRAN, el club de fútbol más popular de Burkina Faso en aquellos años. Más tarde, alguien le puso letra y se convirtió en el himno oficial del club, al grabarlo una orquesta popular de Bobo-Dioulasso.

Formación:

Kouakou.-  Líder, guitarra y percusión
Okwonkwo.- Bajo y percusión
Salif.- Batería y percusión
Tiassarama.- Flautas, clarinete, armónica, teclado, percusión y guitarra.


No he podido encontrar más información de este oscuro grupo africano. Si alguien puede aportar más sobre ellos, le rogaría que me lo hiciese saber.

Cara A.- Utungo nyeusi



Cara B.- USFRAN (Bobo-Dioulasso)



Próximamente os presentaré a un grupo polaco/irlandés de finales de los 60, principio de los 70 (todos diestros, blanquitos y heteros-que se sepa-).

Link Single con Portada.- http://www.mediafire.com/download/7u8uf89ypk5i0lg/Single._kouakou.rar


Ya viene el negro zumbón

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Ya viene el negro zumbón…

Chicago. Noche cerrada. Estoy en la cama de un hotel de mala muerte, en el umbral del sueño, Ha sido un día agotador. Me sobresalta un ruido espantoso en la calle. Suena a catástrofe irreversible. Hago un esfuerzo y me asomo a la ventana. Parece un accidente de circulación entre dos coches. El de atrás ha debido colisionar con el de adelante, que estaría parado o habría frenado bruscamente por alguna razón. La niebla es intensa, y el polvo y el humo provocado por el brutal choque no me dejan ver bien la escena.

Bajo a la calle por si hay algo que pueda hacer. No hay nadie en recepción. Al intentar acercarme a los coches, veo que de uno de ellos, el que se estampó contra el otro, sale un hombre renqueante y desaparece por un callejón lateral. Del otro coche sale, tambaleándose, alguien que no alcanzo a ver del todo. Su cabeza está envuelta en niebla, polvo y humo, pero si puedo ver que está cargando una escopeta de cañones recortados. Retrocedo antes de que me confunda con el del otro coche. No se si lo he conseguido. Entro en el hotel. La puerta es de cristal y los goznes chirrían. Subo a mi cuarto y cierro la puerta con llave. Le doy un par de tragos a la petaca de whisky que siempre me acompaña y me tumbo en la cama. Suenan unos pasos por el pasillo. Pasan de largo. Silencio. Caigo rendido de sueño.

Sueño que he tenido un accidente con mi coche. Del maletero salen rodando latas de conservas de todo tipo, que se abollan al botar contra el asfalto, produciendo una extraña sinfonía metálica. Salgo del coche e intento recuperar las latas. De un cabaret sale una mujer que me pide que le de algunas, no le importa que estén abolladas. Le regalo varias. No podía negarme: la mujer se parece a ¡Silvana Mangano!. “Es” la Silvana Mangano que canta “Ya viene el Negro Zumbón” en la película “Anna”. Me sonríe y desaparece dentro del cabaret.

Dentro del sueño siento que hay algo que está en su sitio, pero no se cómo encajarlo. Lo que está en su sitio es una tremenda erección. No sé cómo encajar que la erección está provocada por una ganas terribles de orinar. Lo que tengo que hacer es… orinar… ahora caigo, medio dormido aún. Al final me despierto y descargo todo el líquido en el retrete del diminuto cuarto de baño de la habitación. Demasiada cerveza y whisky el día anterior.

Me asomo a la ventana. Está empezando a clarear. Parece que comienza un día espléndido, sin niebla. Ni rastro del accidente de anoche. Bajo a la calle y busco un bar. Después del primer café repaso mi agenda: 25 de junio de 1952…





Bab El Ain CD. Tutaonana

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Presentación a cargo de Ficus:

Si tuviese que definir en tres palabras esta nueva entrega del incombustible babelain, creo que lo mas acertado sería el calificativo de "trabajo homogeneo y sin fisuras".
Y digo esto porque, después de haber trillado varias veces del tirón todos y cada uno de los surcos que componen este nuevo fascículo titulado Tutaonana, mas se asemeja a una labor unificada, que a lo que en realidad es el sello de identidad de la obra babelaniana, es decir, un compendio de capitulos en forma de pequeñas joyas musicales y poéticas, que van surgiendo cuando las musas tienen a bien aparecer, y que nos va entregando a un reducido número de privilegiados que tenemos el honor y el placer de disfrutarlas.
Dicho lo cual (ya que lo de labor unificada puede que a alguien le suene a petulancia), que nadie espere estridencias, grandilocuencias, ni extraños artificios, porque babelain es lo que es, orfebrería, criterio y credibilidad.

Pues eso, decimonovena (se dice pronto) capitulación, y al igual que sus predecesoras, una amalgama de estilos variopintos y difíciles de encasillar, entre los que podemos encontrar (por citar algunos) destellos de sicodelía con sabor añejo "El hombre herido por el tiempo", momentos de oscura opacidad "No nos queda otra", o de soleada claridad "Vuelvo al sueño" a ritmo de bossa , belleza melódica con mayúsculas "El viejo espejo", riffs pegadizos en clave de boggie socarrón "Sentado en el porche" etc etc...
Once pinceladas de distintos colores que componen un hermoso cuadro denominado Tutaonana.





Libreto interior y Contraportada, cortesía de Napi:






Link (Todo incluido-Libreto, Portadas, Letras...) Cortesía de Napi:



Segundas impresiones. No todo es lo que parece.

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SEGUNDAS IMPRESIONES
(Disculpen las precipitaciones. No todo es lo que parece)
  • Parece ser que aquello no fue un desengaño amoroso en toda regla. La chica alta de la blusa verde solo había tenido una mala tarde. Su chico, que no aguanta una voz más alta que otra, se rebotó cuando ella le levantó la voz por alguna tontería mientras bebían una cerveza en una terraza al mediodía. Él se levantó y se fue a la playa a caminar por la arena, sintiéndose triste y ofendido por la afrenta. Cuando yo la vi ayer, ella paseaba con su perro pensando que todo había acabado, pero aún creía que la razón era suya. Al final de la tarde se reconciliaron con un largo y cálido beso. Hoy vi como desaparecían calle abajo montados en una bici para dos, felices y empapados por la lluvia que caía mansamente. El que estaba triste ahora era el perro, que se había quedado solo en casa mirando por la ventana cómo caía la lluvia. Pues eso, que ni cicatriz, ni huella, ni nada, una simple escaramuza.

  • Aquel hombre no estaba hueco. Aún le quedaba algo de “relleno”. Se había quedado inmóvil en el semáforo, sin saber hacia donde dirigirse, porque los primeros síntomas del alzheimer empezaban a manifestarse tímidamente. Fue un pequeño lapsus. Parece ser que había tenido una vida más o menos equilibrada entre “fracasos” y “triunfos”; aunque la balanza se inclinaba algo más del lado de los fracasos, pero ¿a quien no le ocurre lo mismo o peor? De pronto su cerebro se iluminó y recordó que se dirigía a la oficina de correos a enviar una carta de pésame para un familiar lejano, en el espacio y en el árbol genealógico, entonces reanudó su marcha al mismo tiempo que en su rostro se dibujaba una disimulada sonrisa. Menos mal que en ese momento no pasaba ningún coche porque el semáforo estaba en rojo.

  • Llegué a casa y el perro se quedó fuera, en el jardín. Abrí la ventana y allí estaba él, haciendo pis al pié del pruno y mirándome con cara de incredulidad. Enseguida se oyó un silbido a lo lejos. El perro se giró y salió escopetado moviendo el rabo hacia donde sonaba el silbido. Salí fuera y, a lo lejos, el perro daba saltos de alegría alrededor de un hombre que se tambaleaba con claros síntomas de embriaguez. Se fueron los dos juntos, uno dando tumbos y el otro dando saltos tan felices y contentos. Por lo visto, el amo del perro no se había ahogado en la riada tras la tormenta, pero casi se ahoga con el alcohol ingerido en los últimos dos días seguidos de juerga. Entré en casa, me serví un whisky y puse la tele. Estaban re-poniendo la serie Kung Fu. El maestro Po le estaba dando un “repaso” al Pequeño Saltamontes. ¡Qué tiempos aquellos!

  • Nada de lo de “de tal palo tal astilla” ni de no saber cual era el término medio. El asunto era el siguiente. La madre había dejado al niño en el suelo para que jugara con un cochecito diminuto. En un descuido, un pequeño saltamontes (no era David Carradine, no, este era de verdad) se había introducido entre la ropa del niño y al principio le hacía cosquillas. Por eso no podía parar de reír, hasta que la madre lo cogió y lo abrazó. El saltamontes se sintió aprisionado por aquel abrazo y al principio se quedó inmóvil. El niño se calmó, pero el saltamontes, irritado por aquél achuchón materno, se enfureció y empezó a frotar sus patas contra la sensible piel del niñito. Entonces vinieron los llantos. Luego, el saltamontes aprovechó un hueco en la manga de la camisa del niño para huir a campo abierto. El niño suspiró aliviado y la madre se fumó otro Philip Morris para celebrarlo. No todo es lo que (a mí me) parece.

  • Aquí la primerísima impresión era la correcta. Esos dos si que eran cuñados, más o menos. Luego, llevado por mi calenturienta imaginación, pensé que los dos amigos estaban enamorados de la misma mujer. Cuando los enamorados salieron del bar, el amigo que se quedó solo se dirigió a la barra para pagar las consumiciones. Allí le contó al camarero que por fin le había buscado un novio a su hermana, aunque para eso tuvo que mentir como un cosaco y “venderle” su hermana a su amigo como un dechado de virtudes sin parangón en cien kilómetros a la redonda. Indudablemente era una chica guapa, de eso no había duda, pero le dijo al amigo que era una joven muy equilibrada, alegre, con iniciativa, de buen carácter…cuando la realidad era bien otra: hacía unos años que le habían diagnosticado trastorno bipolar tipo II que le hacía pasar de la euforia a la languidez y la tristeza en menos que canta un gallo. De cualquier forma, la chica tenía todo el derecho a enamorarse. Esperemos que el amor le sirva de terapia de choque. Nunca se sabe.  

Impresiones a primera vista (pero infalibles... o casi)

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IMPRESIONES A PRIMERA VISTA
(pero infalibles, o casi)

  • Alta, con una blusa verde, pantalones ajustados negros, el pelo largo ensortijado, andando y mirando al frente con la mirada perdida en algún punto del horizonte y en compañía de un gran perro blanco que parecía llevar un antifaz negro, aquella joven había sufrido un desengaño amoroso absolutamente inesperado. Nunca, ni por asomo, pensó que le pudiera pasar a ella. Se recuperará, pero quedará esa cicatriz traicionera, esa huella que nunca se borra del todo.

  • Aquel hombre parado junto al semáforo estaba hueco. No había la menor duda. Durante un tiempo había vivido por encima de sus ilusiones más utópicas. Más tarde se acercó un poco a la realidad. Luego cayó en un profundo mutismo al comprobar, cuando aún era joven, que todo era inútil, que él jamás sería lo que soñaba con ser de “mayor”. Y allí, esperando en el semáforo, aún oía pero no escuchaba. Aún miraba pero no veía. Parecía que sentía pero ya no sufría. Estaba hueco. La luz verde del semáforo se encendió, pero aquel hombre hueco permaneció inmóvil, como una estatua olvidada en un parque abandonado de las afueras, mientras las luces iban del verde al rojo, del verde al rojo, del verde al rojo… y la gente iba y venía, iba y venía, iba y venia…

  • El perro flacucho me miró como si yo ya fuera su próximo amo. Total, solo por haberlo acariciado cuando se me acercó moviendo el rabo como un molinillo. Seguro que su amo, tras la última tormenta de anoche y el brutal desbordamiento del río, había muerto ahogado, arrastrado por las aguas, y él abandonó el cortijo donde ambos vivían, quedándose solo en el mundo. Ahora me seguía por el carril donde acostumbro a pasear al atardecer, creyendo por un momento, iluso, que ya éramos dos (y no uno) los que regresábamos a “nuestra” casa.

  • El niño se reía con una intensidad fuera de lo común. Se estaba poniendo rojo como un besugo recién sacado del horno. La madre lo abrazo y lo calmó poco a poco. Aún no sabía hablar y no podía explicar de qué se reía. Al cabo de un rato, lo que tardó la madre en fumarse un Philip Morris sentada en el banco del parque, el niño empezó a llorar con tal fuerza que volvió a ponerse del color del besugo al horno, pero esta vez acompañado de grandes lagrimones. La madre volvió a abrazarlo y a besarlo y se le corrió el rimel de los ojos con tanta lágrima. Al final pudo calmarlo y entre hipo e hipo, niño y madre se miraron y parece ser que comprendieron que ni él ni ella sabían lo que era el “término medio”. De tal palo tal astilla, se dijo la madre para sus adentros y el niño suspiró profunda y entrecortadamente.

  • Los dos amigos bebían cerveza en el bar. Los tenía enfrente, a unos cinco metros de mi mesa. Ellos estaban junto a la ventana y yo los veía a contra luz. El de mi izquierda gesticulaba como un árabe regateando el precio en un bazar. El otro asentía de vez en cuando y sonreía sin ganas. Seguro que son cuñados, pensé. Eso deduje al rato de observarlos, aunque apenas podía oír lo que decían debido al volumen de la música. Al final, como había imaginado, apareció la chica. Se sentó junto al que gesticulaba y le dio un beso en los labios. Ella pidió una coca light, lo supe cuando se la sirvieron, porque ya digo que no podía oír apenas nada de lo que hablaban. La chica se bebió su consumición en un pis pas y los enamorados se levantaron y salieron del bar. Allí quedó solo y pensativo el otro amigo, que pidió un coñá con hielo y se puso a mirar lánguidamente por la ventana. Ahí me dí cuenta del error. No eran cuñados. Eran los típicos dos amigos enamorados de la misma mujer. Y por supuesto, la mujer había elegido al hombre equivocado. Aunque siempre hay tiempo para rectificar. ¿O no?

P.D.- En el próximo post veremos que las apariencias engañan.