Sonámbulo en el limbo
Salí al exterior. Alguien empezó a susurrarme al oído onomatopeyas recién horneadas.
El día se fue jalonando con suspiros abstractos que brotaban de las bocas más insospechadas.
En algunas calles tortuosas nacían algunos ídolos y se me estaban acabando las estrategias; empezaba a oscurecer.
Algunas estrellas póstumas se esforzaban por ofrecer algo de brillo sin conseguirlo.
La Luna me invitaba a expresar mis deseos, pero no lograba encontrarlos. Mejor así.
Un perro flacucho que camina delante de mí quiere anticipar mi futuro. Le doy esquinazo. Es hora de dejarse ir.
Por fin regreso a la gruta, y allí estaba ella conversando animadamente con una flor.
4 comentarios:
Eso de las onomatopeyas recién horneadas es una imagen magnífica. Así creo yo que deben ser las onomatopeyas.
Queda bonita esa sucesión de encuentros y alternativas que luego termina en la amable gruta, ella y la flor. Casi parece Ulises llegando a ïtaca después de tanto tiempo.
Saludos mil.
Rick, a veces suena la flauta por casualidad. Eso de las onomatopeyas es una de esas frases que se te ocurren de pronto y, si no las apuntas, se olvidan para siempre. La libretita y el boli debe estar siempre a mano. Bonita comparación con Ulises llegando a Ítaca.
Gracias.
Hace mucho tiempo, mientras hacía la Mili en Logroño, una tarde de paseo me dio por seguir a un tipo desconocido. Lo hice calle tras calle, guarecido por la distancia y evitando llamar su atención. Lo seguí hasta casi fuera de la ciudad, durante un buen trecho de tiempo hasta que, percibiéndose de que le seguía, despareció en el callejón de un polígono medio abandonado.
Lo escribo como homenaje a ese perro flacucho al que le diste esquinazo.
Saludos,
Gracias, en nombre del perro, por el homenaje. Por cierto, mi padre era de Logroño. Allí viajé en alguna ocasión en mi infancia. Guardo muy buenos recuerdos de aquellos veranos.
Saludos.
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