En el límite
De sopetón, a la hora de la
siesta, llega la lluvia. Cae con fuerza, quitando protagonismo al
silencio, que se creía muy importante. Subo la persiana de la
ventana y desde la cama observo cómo un pájaro empapado cruza el
espacio entre olivo y olivo. No me apetece levantarme todavía; así
que escribo tumbado, en mi libreta, la que siempre dejo en la
mesilla para apuntalar los sueños antes de que se evaporen. Como
aquél sueño en el que parece ser que tuve una extraña asociación
con un gato de Angora, que se movía con una parsimonia desesperante (no podía despegarme de él, ¡¡¡yo era su sombra!!!), pero que al
no tomar nota al despertar, se me olvidaron los detalles para
siempre. O aquel otro donde podía oír un Aria de Don Giovanni de
Mozart en el fondo del mar, en la absoluta oscuridad. Yo buscaba con
la mano, a ciegas, el interruptor de la luz, pero solo tocaba
cuerpos viscosos de peces abisales. No recuerdo nada más.
Creo que ahora estoy despierto, y de sopetón también, me viene a la memoria una frase de Bukowski: “Mi ambición está limitada por mi pereza”. Y a pesar de todo, o quizá por eso mismo, termino levantándome.
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Luna llena de noviembre desde el jardín
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Safari fotográfico en un pueblo de la Costa Granadina.
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Y estas son de la Costa Malagueña
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