Historias de Malasaña
John vivía en una buhardilla del
barrio de Malasaña junto a su novia Patty y su amigo Antoine. Corría el año 71
y en aquella buhardilla había días tranquilos y días menos tranquilos. El que
voy a relatar a continuación era de estos últimos.
A
primera hora de la tarde del sábado, después de la comida aparecieron por
sorpresa un par de amigos holandeses
recién llegados de Holanda. Como siempre, traían unas cajas de cerveza. Después
de los saludos habituales sacaron unos cepillos para el pelo, los destriparon y
vimos que estaban repletos de tripis de los de verdad. Pusieron unos cuantos
encima de la mesa y dijeron con su acento inconfundible: “barra libre”.
John
preparó té para todos y puso en el plato del tocadiscos el “Electric Ladyland”
de Jimi. Llamaron a la puerta y aparece Pepe el Gipsy con un tal Ernesto. Pepe
siempre aparece cuando hay movida, tiene un sexto sentido. El tal Ernesto
parecía que estaba en éxtasis como Santa Teresa de Jesús y Pepe nos aclaró que
a veces tenía una especie de “orgasmo místico” que le duraba un par de horas.
Además
de John, Patty y Antoine, en esos momentos vivía como invitado en la casa un
amigo común de todos ellos, Frank. Como el día era de los moviditos, a Frank no
se le ocurrió otra cosa que ingerir un tubo entero de Romilar. A la media hora,
Frank, que estaba sentado en un puff moruno en calzoncillos y con el pelo sin
peinar desde el año 64, empezó a susurrar: “He visto a Dios”. Esta frase la
repitió durante toda la tarde y toda la noche a intervalos de media hora más o
menos.
Cuando
el tripi empezaba a hacer efecto, Pepe se puso a bailar al ritmo de Hendrix con
un hacha de cortar leña en la mano, amenazando medio en broma medio en serio
con descargar el hacha sobre las cabezas de todos los presentes. John preparaba
té a menudo para que se calmaran los ánimos.
Por
el patio interior, desde la ventana de enfrente, dos viejecitas gallegas vestidas de negro riguroso que habían
preparado castañas asadas en una olla con agujeros y un chorrito de anís,
ofrecen sus castañas a John y sus amigos con una sonrisa angelical.
Llega
Charly, el hermano de John, con su amiga May. Se meten en el cuarto de Antoine,
cierran la cortina (no hay puertas) y no se les ve el pelo en todo el día.
Para
ir completando el “cuadro” se incorporan a la “fiesta” Maximiliano “El Largo” y
Maximiliano “El Corto”. Vinieron juntos pero no se conocían, casualidades de la
vida. El Largo tenía un gran parecido a Alice Cooper pero sin serpientes. El
Corto era la viva imagen de Sherlock Holmes con gorrita y pipa incluidas.
Acto
seguido hace su triunfal aparición Yusef que venía directamente de Marruecos
con sus dos pares de botas camperas con suelas y tacones falsos repletos de
chocolate de primerísima calidad. Enseguida empezaron a circular artefactos de
todos los tamaños que ayudaron a calmar un poco la tensión del subidón.
Cuando
el sol empezaba a descender, a alguien se le ocurrió la feliz idea de organizar
una excursión al tejado de la buhardilla. Salieron todos a cielo abierto por
una estrecha claraboya y allí, tumbados sobre las tejas aún calientes, como si
estuvieran presenciando un espectáculo en un gran teatro, vieron como aparecían
con parsimonia las estrellas en el cielo. Había momento en los que la calma era
plena, total, todo encajaba a la perfección, pero se alternaban con otros en
donde parecía que las estrellas iban a explotar en millones de brillantes pedazos
y caerían sobre sus cabezas y el universo se convertiría en un vertiginoso e
implacable caos. A todo esto, desde abajo, de vez en cuando se
oía la voz de Frank que repetía incansable y alucinado: “He visto a Dios”; al
final vomitó y se quedó dormido como un bendito hasta la mañana siguiente. El
aterrizaje no fue demasiado conflictivo y el domingo por la mañana, Patty y John
dejaron a toda la tropa desperdigada en la buhardilla y se fueron al Rastro con
su diminuto puesto de artesanía; con un poco de suerte venderían alguna cosilla
y podrían desayunar decentemente.
8 comentarios:
Todo parecido con la realidad es pura coincidencia y si algo coincide ¿qué culpa tengo yo?
Saludosssssssssssssssss
Que historias!Amigo suenan muy parecidas a las que he vivido, y es que hemos compartido la misma época con el mismo espiritu!Y esa mezcla de colegas de diferentes paises y religiones!Genial flashback que me has dado!
un abrazo
Jajaja, parecido al camarote de los Hermanos Marx, escenas de unos tiempos muy movidos, sí y también a mí me han resultado familiares.
Un buen rato leyéndote, Bab. Y precioso el dibu, Mavi. Gracias a ambos.
Esta es la prueba evidente de que, a pesar de lo que digan algunos y aunque fuese un poco a hurtadillas, hubo gente en aquellos años que si estaba al tanto de lo que ocurría por ahí fuera.
Esta historia me ha retrotaido a hace un montón de años.
Recuerdo que mi amiga pili agarró un tripazo chungo y quería tirarse por el balcón (lo cual no suponía ningún problema, ya que vivía en un bajo jejeje...)
Un abrazote.
Si te digo que me ha recordado enormemente alguna anécdota (más o menos veinte años después) también con amigos holandeses pero con marihuana tailandesa. Qué cosas tiene la vida. Abrazossssss.
Parece que más de uno hemos compartido experiencias y situaciones parecidas. ¡Qué tiempos...!
Abrazos gigantes.
Me recuerda 1980, muchas coincidencias, amigo que viene de Holanda, trae micropuntos... Que fuerte esos días, cada vez que lo recuerdo pienso que igual que volví me podría hacer quedado en el viaje o llegar muy tocado de él.
Saludos.
Tsi, Napi, Ficus, Freaky, Johnny, Paco, Chupi:
Ya veo que la coincidencia es pura realidad con vosotros jejeje parece ser que hay historias que nos rozan a todos de una u otra forma. Un placer leer vuestros comentarios. Gracias a todos.
Acabo de publicar un single con versiones de The Kinks (para el que le interese)
Saludosssssssssssssssssssssssss
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