Demasiados fuegos artificiales. Poema Beat-Dadá

|
(Demasiados fuegos artificiales)

Poema Beat-Dadá
(Recordando a Gregory Corso y Jean Arp)
(Ilustraciones de mi hermano J. Carlos)

¡Si! ¡Si!
Tiene que haber
gente bondadosa
sentada en los parques (*)

Y algunos elefantes
estarán enamorados
del milímetro (**)

Pero ahora me gustan
(puedo asegurarlo)
todas y cada una
de las horas del día:

La hora de abrir los ojos de madrugada
como si fuera la primera vez.

La hora de no invadir Polonia

La hora de exprimir los sueños
bebiendo un té negro con cardamomo

La hora de sacudirse la alas con mimo

La hora de zambullirse en el mar

La hora de saludar a los suicidas

La hora blanquísima de tender la colada

La hora en la que fracasan los infalibles

La hora de cocinar quinoa con verduras al dente

La hora de imaginar poemas carminativos
o inéditas bandas sonoras

La hora de la siesta a bocajarro

La hora de mirar de soslayo por las ventanas

La hora del paseo hacia cualquier parte

La hora del equilibrio en la cuerda floja

La hora de evitar al fantasma

La hora de leer historias que otros han inventado

La hora en la que naufraga la geometría

La hora de viajar al infinito más cercano

La hora de olvidarlo todo en la cama...

¡Si! ¡Si!
ya sé
también ahora
hay demasiados
fuegos artificiales

Y agoreros
que todo lo saben.

Aunque
prefiero
(de lejos)
quedarme
en la Duda
duda duda
duda duda
duda duda
duda duda...

(Prefiero quedarme en la duda)

(*) "¿Puedo decir que la gente, sentada en los parques, es bondadosa?"- Gregory Corso. (Gasolina y otros poemas)
(**) "El elefante está enamorado del milímetro" -Jean Arp (Días deshojados)

Como Cazar, Cocinar y Comerse al "Otro"

|
(Ilustraciones.- Mavi)


Como cazar, cocinar y comerse al "otro"


La caza

Al “otro” le encanta el jolgorio, la fiesta, la aglomeración, la francachela, el ruido, la parranda, la algarabía... Y ahí es donde lo podemos encontrar, entre el gentío, bailando la conga o haciendo el indio. En las antípodas. Al menos a “mi” “otro”.

Ahora se trata de cazarlo de la forma más elegante. ¿Que cómo? Pues utilizando los ardides más sutiles. Hay cebos muy apetitosos para mi “otro”, pero no quiero revelarlos, ya que alguien se me podría adelantar en la captura. Mi “otro”, aunque él se cree hombre de mundo y versado en muy diversas materias, en realidad es un inocentón, incauto, cándido, incluso bobalicón si se quiere; así que caerá en mi trampa en cuanto me lo proponga.




Cocinando al “otro”

Una vez cazado el “otro” y puesto a buen recaudo, debemos dejarnos de metafísica y de metáforas. Algo de ironía e incluso fino cinismo vendrían bien como aderezo en el último hervor. Pero lo importante es ponerlo en una gran plancha de madera y golpearlo con el mazo hasta que quede blandito, esponjado. Luego necesitaría un par de horas de maceración en el balcón, a la sombra, haciéndole oír algo de poesía albanesa y algún requiebro de minero japonés tímido. A la mitad de la maceración, se puede añadir trufa negra, pero es cara. Espolvorear pimienta negra de un modo generoso. Su chorrito de limón en el ombligo no puede faltar. Y contarle algún chiste sin gracia, que le recuerde a sus habituales correrías nocturnas. Ahí ya se ablandaría del todo. Ya podemos pasar a la cocción pura y dura. Yo no utilizaría vino, se lo bebería antes. Así que con un poco de vinagre de manzana va que chuta. El tiempo de cocción varía según la dureza del agua del lugar.




El Banquete

Este manjar no debería degustarse en soledad, aunque tampoco sería un crimen. Yo invitaría a alguna antigua amante del “otro” (si la tuviera; si no, alguna prostituta que hubiera tenido comercio carnal con él) y, por supuesto, llamaría a mi primer y juvenil fracaso amoroso (ese que te hunde en la miseria), que se presentaría con un galgo hambriento (para aprovechar los huesos y las higadillas). Haríamos buenas migas los tres, y el perro; y nos reconciliaríamos con nuestro pasado. Sobre todo, yo. El resquemor es malísimo para el hígado.

En la escena final se nos ve a los tres tomando poleo menta en una terraza bar, de madrugada, para facilitar la digestión de tan opuesto pero apetitoso manjar. Al perro lo hemos dejado en casa un poco tristón.


No hemos vuelto a saber nada de vosotros. Trastornos (Leves) de Personalidad IV.

|

Babelain.- Instrumental. 

Dedicado a nuestros queridos amigos Vikingo y  Ficus.







Y como no tiene letra, incluimos un poema (o lo que sea) para dar un poco más la lata.



El Péndulo

Simplemente estar aquí
anulado en el Silencio
aunque irrumpa en esta escena
el rugir del helicóptero.

Un Suspiro se diluye
no hay motivo para el Llanto
queda lejos el Pasado
lo he declarado en ruinas.

¡Claro que canta el Pájaro!
Y sonríen las estrellas
mientras crujen en el suelo
las hojas que voy pisando.

He imitado algunos gestos
por puro y llano placer
y ahora que nadie me observa
parece que fueran míos.

El Farsante se agazapa
en cualquier pliegue del Tiempo
sin darnos tiempo a pensar
qué hicimos con la Inocencia.

Cuando el Péndulo se cansa
se producen terremotos
absortos quedan los búhos
salimos del Trance Hipnótico.

En la Soledad desnuda
el Viento barrió las hojas
vuelve a cantar el Pájaro
y en la Nada suena el Eco.


Las fotos para el collage de la portada:



Instrumental y portada:
http://www14.zippyshare.com/v/6nQNzmr1/file.html


Circunstancias que no vienen al caso. Trastornos (leves) de Personalidad III

|
Verlain y Rimbaud. Bruselas 1873

Diario 
Octubre 2015

Martes 6

Circunstancias que no vienen al caso

Yo me encontraba un poco alterado, la verdad, por circunstancias que no vienen al caso; por eso, al preguntarle durante el habitual paseo vespertino:

- ¿Te apetece que lo hagamos esta noche?
Ella, indignada, me espetó:

- Yo a usted no lo conozco de nada, ¿cómo se atreve?

Le respondí, con mucho cuidadito y sin ánimo de complicar más las cosas:

  • Mira rica, que hayas estado leyendo esta mañana a Rimbaud -Yo es otro. Tanto peor para la madera que se descubre violín...”- no significa que yo no sea yo. Soy más yo que nunca, aunque cuando las circunstancias lo requieren, soy otro ¡faltaría más! Pero este no es el caso. Así que, ¿te apetece, o no?
Pero ella, aprovechando un descuido, se metió en un taxi con un señor que llevaba un ridículo bombín en la cabeza y, sonriéndome desde la ventanilla del coche, me hizo una pedorreta.


Ya la pillaré esta noche, o madrugada, cuando vuelva a casa y se haya olvidado de la famosa frasecita “rimbaudiana”. Entonces sí que seré otro, y bien distinto. Aunque ella siga siendo la misma tonta de siempre.  



Yo es otro