V.A. UK canta a Dylan

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UK Canta a Dylan

Por primera vez en Toto-Vaca publicamos música que no es de cosecha propia, pero la ocasión lo merece. Al final del post aparecen los “créditos” de esta colaboración bloguera a cinco bandas.

Mi primer E.P. de Dylan (Positively 4th street, Form a Buick 6...) lo compré en el 67 o 68, recién llegado a Madrid, creyendo que aquello era la capital del mundo, pero resultó que, en cuestión de música, dejaba mucho que desear. Al preguntar en una tienda especializada en discos por Bob Dylan, en la “capital”, me dijeron ¿ese quien es? Sin embargo, buscando en las estanterías encontré algunos E.Ps. (solo compré uno porque no tenía más pasta disponible) Luego, con el tiempo me fui haciendo con todos sus L.P. y más tarde, con sus CD



Retrocediendo en la historia, en el norte de África, en la primera mitad de los 60 teníamos dos fuentes musicales muy interesantes, una era Radio Tánger y otra Radio Gibraltar. Estábamos a la última en novedades musicales. Lo discos de Dylan, que yo sepa, empezaron a publicarse bastante tarde por aquí y sin mucha publicidad. Sin embargo, aparecieron en el año 1965, creo recordar, en los escaparates de las almacenes de electrodomésticos (que es donde se vendían los discos por aquellos tiempos en Ceuta) unos discos muy apetitosos con versiones de Bob Dylan, como los de Manfred Mann y Liverpool Five (que son las versiones que aporto a esta reco que se ha inventado con su gracia habitual el amigo Jose Tommenton) Ahí descubrimos al Dylan que más adelante nos asombró a todos con sus maravillosas canciones, versioneadas después por todo tipo de músicos.


Ha sido un placer colaborar en esta recopilación a cinco bandas por iniciativa del amigo




The Liverpool Five-If you gotta go, go now

The Mighty Quinn. Manfred Mann


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No estamos seguros V Colofón

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No estamos seguros
(V)

(Colofón)

No se que os habrá contado ese, el de la Vespa. Pero yo no me creería todo lo que dice. No es porque yo diga que mienta, sería su palabra contra la mía. No es eso, no. Solo digo que vayáis con cuidado, que últimamente no parecía muy en sus cabales. ¡Y quién lo está en estos tiempos que corren!

Por fin terminé por “definirme” después del “desgajamiento”. Un término acertado, he de reconocer. Ahora me siento más “entero”. ¡Qué paradoja! Actualmente me dedico a ordenar todos mis recuerdos, es decir, mi vida. Reviso fotos, cartas, documentos, películas etc... y pongo en orden cronológico todas las etapas vividas; antes, cuando casi era “uno”; después, en el “triunvirato” y por fin, en el “desgajamiento”, que me llevó a este estado actual tan pleno; no seré yo quién lo niegue.

¿Que para qué? Pues para escribir mis memorias antes de que se dispersen y se difuminen del todo. Hay que rescatar esos momentos y darles forma de, digamos, documental. Pero un documental biográfico lo más parecido a la realidad. El problema está en esos “espacios en blanco”, esos puntos suspensivos... esos momentos vividos intensamente y que nadie recuerda después de un tiempo, esas palabras oídas de pasada y que fueron un bálsamo milagroso, esos paisajes que embelesaron pero aparentemente no quedaron reflejados en fotos, esos instantes absolutamente plenos y que no están documentados: ¡ahí es donde se encuentra el verdadero meollo de la vida! ¿Cómo rescatarlos? Los directores de documentales biográficos, o se los inventan o se los pasan por el forro. Y así quedan esas biografías, planas, sin jugo vital, falsas. Estoy dando tiempo al tiempo, por ver si se posa todo y rescato lo imprescindible. Lo que “da sentido al todo” (si es que lo tiene, claro). Es importante para mí. ¡Qué queréis que os diga!

Ah, y hablando del tercero en discordia, tengo entendido que vive en una urbanización de lujo, en la costa, retirado, tomando el sol y practicando Tai Chi, junto a jubilados daneses, pederastas buscados por la interpol, turistas ocasionales de temporada y mafiosos rusos intocables de alta alcurnia. Él sabrá. Digo yo que lo sabrá, vamos. Por que si no lo sabe él...

Tendréis noticias mías cuando se publiquen mis memorias. Puede que alguno de vosotros salga en ellas, para bien o para mal. Así que a vivir, que son dos días.


No estamos seguros IV (El Río. El Tren)

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No estamos seguros
IV
(El Río. El Tren)

Ocurrió lo inevitable. Ya no “somos”. Soy. Soy “solo” yo. Uno de los que antes éramos tres, si no recuerdo mal. Aunque a veces no se cuál de ellos. ¡Demasiado tiempo fusionados como para tener claro ahora eso de la “identidad”, o de la individualidad!

Voy en barco. Una pequeña travesía. Tengo un “encargo” al otro lado del río. Estoy blancuzco. Necesito un poco de color. Y también de calor. No es que me sienta desamparado o algo por el estilo. ¡Qué iluso el que pueda pensar algo parecido! En realidad, la palabra que lo expresaría mejor es... desgajado. Me siento desgajado. Soy un gajo solitario. Qué raro suena eso. Pero en fin, así son la cosas. Bueno, no es tan trágico. La vida sigue y estoy cruzando el río.

¿Mi nuevo aspecto? Pues... pelo revuelto, relativamente corto o relativamente largo, según para qué época. Gafas de sol. Jersey fino de cuello alto color burdeos. Pantalones a rallas blancas y negras, tipo Brian Jones, y botines de cuero con algo de tacón y puntas finas. Dispongo de una herramienta especial para cumplir mi cometido: una auténtica Vespa de 1964 con todo tipo de espejos y accesorios.

¿Qué cometido? Demasiadas preguntas en tan poco tiempo. Veamos, debo provocar pequeños accidentes de tráfico, nada serio, solo alterar el rumbo y ritmo de ciertas personas. Lo suficiente para enderezar el destino. Un destino que se había torcido en algún momento de sus vidas.

El problema era que, después de provocar ese pequeño accidente, y empezaran a cumplirse de pronto sus deseos y sentirse un poco más felices, se abandonaban un poco, se “reblandecían”, su voluntad perdía fuelle y corrían el riesgo de convertirse en personas confiadas. Craso error. La sartén hay que cogerla por el mango. No hay descanso. ¿Qué pensaban, que ya eran libres? ¿Qué ya eran felices para siempre? ¡Ingenuos! ¡Melífluos! ¡Inconscientes! ¡Si ellos supieran!

De todas formas, la pasión, el deseo y todas esas cosas, vuelven a presentarse cuando menos se lo esperan y… vuelta a empezar. Se desvían de nuevo, y ya se tienen que apañar por si solos. Para entonces, mi Vespa y yo estaremos lejos, en otro lugar, con otros ingenuos que han perdido el norte por un momento.

Llevo ya un tiempo en estos menesteres y empiezo a notar que me voy desvaneciendo. ¿Cómo explicarlo? Mi cuerpo, mi vestimenta, mis pensamientos, mis costumbres, mis... se van confundiendo con el paisaje. Cada vez soy menos”visible”, más etéreo, menos “consciente”, menos “sustancia”...

Un tren recorre la línea del horizonte de este a oeste. Yo voy desapareciendo en mi Vespa, paralelo al tren, pero en sentido contrario. Apenas siento el viento en mi cara. El paisaje que voy dejando atrás se va borrando según avanzo. Apenas distingo lo que tengo a unos metros delante de mis ojos...

No estamos seguros III (El Triángulo)

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No estamos seguros
III
(El triángulo)

Estamos los tres sentados en distintos bancos del parque. Formamos un triángulo equidistante casi perfecto. Atardece lánguidamente, con pereza. Nos comunicamos telepáticamente, ¡cómo iba a ser si no! Esta vez, nuestro aspecto es bastante normal, si exceptuamos que los tres llevamos zapatos de charol negro, muy brillantes, y sombreros de fieltro de color crema.

La intención es influir con nuestras ondas cerebrales en todo aquél que entre en el radio de acción del triángulo. Ya se sabe que somos tres, pero lo que no se sabe es que prácticamente hemos fusionado nuestras “entidades” y funcionamos como si fuéramos uno. Aunque... últimamente... si nos ponemos a indagar y rascar un poco, alguno de nosotros tiende a dispersarse. No sabemos exactamente cual de los tres, es imposible saberlo hasta que no ocurra el desgaje completo. Mientras, será como si a unos trillizos con una sola cabeza, le doliera la cabeza. ¿A cuál de los tres?

A lo que vamos, mientras divagamos, han “caído” bajo nuestra influencia, un perro negro, encanijado, tres mujeres solitarias y un viejecito renqueante. Pretendemos influir transmitiendo energía positiva, “alegría de ser quien es cada uno”. Sin pasarse, claro, sin euforia. Un ligero cambio, un empujoncito que ayude a subir la cuesta. Puede ser suficiente eso. No vamos a hacer nosotros todo el trabajo. Estaría bueno.

Notamos que no tenemos la misma “fuerza” que antes. La conexión entre los tres hace aguas por alguna esquina. ¿Cuál? El perro negro, nada más entrar en el triángulo imaginario se ha puesto a mover el rabo como una hélice. Luego se ha acercado a uno de nosotros como pidiendo alguna caricia. Ese “uno” no ha mostrado ningún signo de simpatía por el perro. Al final, el perro, después de orinar en unos arbustos, se ha largado con viento fresco, tan campante.

De las tres mujeres solitarias que han ido pasando frente a nosotros, solo una ha dado signos de optimismo. La verdad es que no venía muy cabizbaja, ni demasiado tristona. Creo que el armonioso canto de los pájaros en los árboles ha sido más determinante que nuestras ondas cerebrales bien intencionadas. Las otras dos, han salido como entraron, hieráticas, inmutables, serias hasta la náusea. ¿Estamos perdiendo facultades?

El viejecito renqueante se ha parado un rato en medio del triángulo. Se ha quedado pensativo, como perdido, sin saber hacia donde dirigirse. Una pelota perdida que venía rodando por el suelo y dos chavalillos corriendo detrás de ella, le han sacado de su ensimismamiento. Eso, si, ha sonreído a los chavales y ha seguido su camino como si nada.

Hemos “levantado el campo” y nos hemos ido a tomar un refrigerio en una terraza de la Gran Avenida. Mucha gente para arriba y para abajo. Demasiada gente para cualquier cosa. Aunque es divertido verles tan ajenos a lo que tramamos. Son tan inocentes los pobres; creen que saben lo que hacen. Bueno, no todos, a algunos se les ve turbados. Esos son los que más se acercan a la realidad del asunto. ¿De qué asunto? Nosotros no se lo vamos a aclarar. Solo faltaría eso. En fin, tenemos que investigar por donde flojea el triunvirato. No podemos permitirnos el lujo de fracasar en nuestra misión. Todo el mundo necesita un empujoncito ¡qué caramba!

Dejamos la terraza y empezamos a caminar en fila india; la noche ha caído de lleno sobre la ciudad. Nos ha pillado un poco por sorpresa y aún queda un largo trecho para llegar a casa; esperemos que no empiece a llover ahora. Solo faltaría eso.