Tres partes

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Tres partes
  • Todo lo tenía que dividir en tres partes, a poder ser, iguales.
  • El día lo había organizado en tres bloques de 8 horas cada uno. De 7:00 a 15:00: trabajo. De 15:00 a 23:00: comida, siesta, paseo y ocio (lectura, cine, etc...). De 23 a 7:00: cama.
  • Ahora estaba casado con su tercera y última mujer. De las dos anteriores se divorció después de haber tenido tres hijos con cada una. Con la mujer actual también cumplió con la cuota de hijos correspondiente. Había terminado ese ciclo ya. No habría más mujeres ni más hijos, pasara lo que pasara.
  • El sexo no escapaba de esta obsesión tripartita. Lo hacía tres veces al mes con su mujer. Cada sesión la dividía en tres partes de un minuto aproximadamente (no usaba cronómetro... todavía). La primera, los preliminares, la dividía en tres partes de unos veinte segundos cada una, dedicadas a acariciar metódicamente: primero la teta izquierda, segundo la derecha y finalmente el coño propiamente dicho. La segunda parte, la penetración, duraba otros sesenta segundos y aunque eyaculara antes, él se quedaba “ensamblado” hasta que no pasaran esos sesenta segundos reglamentarios. Finalmente, la conclusión, consistía en fumarse un cigarrito en la cama y apagarlo justo al minuto de haberlo encendido, al mismo tiempo que se despedía de su mujer con un escueto: “Buenas noches, cariño, mañana será otro día, supongo”.
  • Había dejado escrito en su testamento que, cuando muriera, sus cenizas se dividieran en tres partes. No le hicieron ni puto caso. Sus tres mujeres, reunidas para la ocasión, le dieron tres patadas cada una a la urna de las cenizas y la abandonaron en un descampado inhóspito a las afueras de la ciudad y se fueron a tomar tres... o cuatro copas, nadie se paró a contarlas.

El Tren

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El Tren

Aquel tren había echado el ancla y ya no se movería nunca más del sitio. Ahora le tocaba moverse al resto del mundo. Los billetes para ese tren eran muy difíciles de conseguir, había que tener muy buenas influencias y aflojar una gran cantidad de pasta para hacerse con ellos.

En cierta ocasión, hace ya algún tiempo, con la ayuda de un amigo de otro amigo de otro amigo que me debía un gran favor, pude comprar dos billetes, uno para mi amante y otro para mi.

Subimos a aquel tren anclado en medio de la nada. Esperamos un rato a que se completara con el resto del pasaje, igual que en los carricoches de las ferias y nos dispusimos a contemplar cómo el paisaje, con su variada naturaleza y los pueblos y ciudades de todo el mundo, “viajaban” ante nuestras narices sin tener que movernos nosotros ni un ápice.

Al principio empezaron a desfilar lentamente, por delante de la ventana de nuestro camarote privado, unos árboles de porte majestuoso. Después, grandes prados amarillentos con montañas inmensas en el horizonte. Los camareros nos ofrecían frecuentemente copas de champán, canapés variados y exquisitos bombones, además de servirnos el desayuno, comida y cena con la más rigurosa puntualidad. Algunas azafatas estaban siempre dispuestas para poder atender nuestras peticiones, cuando estas fueran mínimamente razonables.

Empezaron a aparecer entre el paisaje algunos pueblecitos de casas blanquísimas y chimeneas humeantes. Cuando quisimos darnos cuenta, por la megafonía interna se anunció la “llegada” al tren de la primera gran ciudad: “Estimados pasajeros y pasajeras, en breves instantes podrán contemplar cómo la ciudad de Venecia aparece ante sus ojos como por arte de magia. Y sin movernos del sitio. Pueden disfrutar de ella durante seis horas, contadas a partir de que Venecia “se detenga” en el andén de nuestra estación. Después de ese tiempo, la ciudad “partirá” y el pasajero que no se encuentre en el tren lo “perderá” para siempre”.

La incredulidad inicial dio paso a un estado de euforia general, ayudada en parte por la generosa ingesta de champán por parte de los pasajeros. Disfrutamos de Venecia con un poco de estrés, no queríamos despistarnos y perder el tren; bueno, que el tren nos perdiera a nosotros, arrastrados por la despampanante ciudad de Venecia.

Después de contemplar cómo un fiordo noruego pasaba descaradamente ante nuestros ojos, un apretado bosque de abetos, dos desiertos con sus camellos, la muralla china, el Lago Titicaca, y La Selva Negra, pudimos comprobar, debidamente anunciada por la susodicha megafonía, cómo se detenía delante de nuestro inverosímil y sedentario tren, la imponente ciudad de Río de Janeiro.

Aquí ya pudimos soltarnos un poco y aprovechar bien el tiempo. De todas formas habían añadido una hora más debido a alguna protesta por parte de algún pasajero importante; ahora eran siete. Estábamos aprendiendo a dosificar el tiempo.

Pasaron el Machu Pichu, La Selva Amazónica, Las Cataratas de Zimbabwe, El Gran Cañón del Colorado... En los intervalos entre estos maravillosos paisajes se detuvieron ante nuestro tren y pudimos visitarlas, por este orden, las ciudades de Marrakech, Roma, Varanasi, París, Barcelona, Katmandú, Buenos Aires, Alejandría, Nueva York y Amsterdam. Y ahí acabó aquel estático viaje en tren, donde el pasajero no viaja, es el “mundo” el que viaja hacia el pasajero. Ese mundo dejó de moverse, volvimos a contemplar el prado del principio del viaje por la ventanilla de nuestro camarote. Nos dieron una cordial despedida por la megafonía, bajamos del tren y nos desplazamos a casa. Qué extraño nos resultó “desplazarnos” nosotros, en vez que se desplazara la casa hacia donde nos encontrábamos. En fin, así son las cosas.





Se detuvieron ante nuestro Tren ... Amsterdam...




Pasaron... El Gran Cañón del Colorado...

Bab El Ain. Dos caminos.

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DOS CAMINOS
(Letra y música.- Babelain)

(Letra adaptada de un poema de hace unos años, publicado en este mismo blog)

DESDE EL MAR HACIA EL ESPEJO
HAY UN CAMINO SECRETO
DESDE EL ESPEJO HACIA EL MAR
HAY OTRO MENOS DISCRETO

EL PRIMERO LO UTILIZAN
ALGUNOS NAVÍOS INTRÉPIDOS
EL SEGUNDO, TODO EL MUNDO
DESDE LA MUERTE HASTA EL VIENTO
POR ESO COJO EL PINCEL
PINTO EL ESPEJO DE NEGRO
PARA QUE NO PUEDA ENTRAR NADIE
Y SE QUEDE LO QUE HAY DENTRO
DESDE EL MAR HACIA EL ESPEJO
HAY UN CAMINO SECRETO
DESDE EL ESPEJO HACIA EL MAR
HAY OTRO MENOS DISCRETO

SI DENTRO QUEDA LA MUERTE
LA METÁFORA Y EL VIENTO
TENDREMOS UN POCO DE CALMA
AUNQUE SEA POR POCO TIEMPO
POR ESO COJO EL PINCEL
PINTO EL ESPEJO DE NEGRO
PARA QUE NO PUEDA ENTRAR NADIE
Y SE QUEDE LO QUE HAY DENTRO
ESE CAMINO A LA INVERSA
DESDE EL ESPEJO HASTA EL MAR
CON SUS TRAMPAS Y ESPEJISMOS
SIEMPRE DISPUESTO A ENGAÑAR

TIENE SUS DÍAS CONTADOS
PRONTO DESAPARECERÁ
MUERTE, METÁFORAS Y VIENTO
DENTRO DEL ESPEJO SE AHOGARÁN
POR ESO COJO EL PINCEL
PINTO EL ESPEJO DE NEGRO
PARA QUE NO PUEDA ENTRAR NADIE
Y SE QUEDE LO QUE HAY DENTRO

   


Canción con portada

https://mega.co.nz/#!c9EWCS6Y!gi0HLm7secoH6mn8cVoMz-0B5CcfaxktM-0J2eicgXk



Poema original

DOS CAMINOS

HAY UN CAMINO DIRECTO
DESDE EL MAR HACIA EL ESPEJO
HAY OTRO QUE NO SE VE
DESDE EL ESPEJO HACIA FUERA

EL PRIMERO LO UTILIZAN
ALGUNOS NAVÍOS INTRÉPIDOS
EL SEGUNDO, TODO EL MUNDO
DESDE LA MUERTE HASTA EL VIENTO

POR ESO COJO EL PINCEL
PINTO EL ESPEJO DE NEGRO
PARA QUE NO PUEDA ENTRAR NADIE
Y LO QUE HAY DENTRO SE QUEDE

SI DENTRO QUEDA LA MUERTE
LA METÁFORA Y EL VIENTO
TENDREMOS UN POCO DE CALMA
AUNQUE SEA POR POCO TIEMPO