La Hormiga Dadaísta.

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 En el año 2016 se cumplieron 100 años del nacimiento de Dadá. En este blog, ese mismo año, se le rindió un humilde homenaje. Ahora lo recuperamos con su poema correspondiente y reuniendo fotos en un vídeo con banda sonora para la ocasión. 

La Hormiga Dadaísta

(Babelain 2016)

Alguien le inoculó el virus a la incauta y fría hormiga y ahora busca unos labios que le sirvan de almohada.

Con un candor inusual representa lo inaudito, se baja en las estaciones donde el tren nunca ha parado.

Se afeita por las mañanas pensando en embotellar algunas gatas en celo, para soltarlas más tarde en los altares más altos.

Ha encontrado un gran embudo, un horizonte y un pato. Lo ha mezclado todo en uno y ha salido un mosquetero.

El mosquetero es inútil pero su porte impresiona. Le guiña el ojo a una extraña y la tumba sobre el heno.

La extraña gime y perjura que su novio es más certero. El mosquetero se irrita y pilla cierto mosqueo.

La hormiguita no interviene, está ocupada en sus cosas. En un hilo, una cigüeña, o en una pasión sin sentido.

El virus de DADA no tiene cura posible. Ahora todo el hormiguero sufre con sus consecuencias.

La hormiguita dadaísta mira por la cerradura y ve un mundo sin enjundia.

Por eso inventa un cacharro donde cabe todo dentro. Agita el caleidoscopio y su sorpresa es mayúscula cuando observa el maremágnum:

Vírgenes fluorescentes con piernas de bailarina

Trombones con un sonido de tomillo y azahar

Señoras con un ombligo por donde sale un faquir

Matasuegras que intoxican con sus risas infantiles

Estrellas del firmamento con un pendiente de hueso

Escaleras para viudas que sueñan ser transparentes

La hormiguita, excitada, urde de inmediato un plan. A partir de este momento nunca mirará de frente. No chocará con la vida ni siquiera de costado.

Pasará como si nada, aunque note algunos roces y le tienten ciertos sueños. Ella no se distraerá con los cantos de sirena.

Viajará por el espacio como los peces del río. No morderá los anzuelos que le lanzan los perversos, los que para ser normales odian a los distintos.

...

El Sueño agitado de la Hormiga Dadaísta

Fotos y banda sonora: BabElAin

Hermanos Albadalejo. Teatrillo.

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   Ilustración: Mavi 

TEATRILLO

(Hermanos Albadalejo)

(Noviembre 2023)




Se alza el telón.

A la izquierda del escenario hay una pizarra grande; delante de ella, una pálida niña con trenzas que sostiene en la mano izquierda un globo rojo de helio.

Al otro lado del escenario, un hombre viejo da vueltas con las manos atrás en torno a una mecedora que se balancea sola.

Hombre que pasea.— Yo estuve allí, en peligro de muerte, jugándome la vida, intentando...

Niña del globo.— (Deja escapar el globo que sube y desaparece, toma una tiza y escribe chirriando en la pizarra.) Bota, bota, pelota.

Entra en escena, andando con dificultad debido a las botas lastradas con plomo, una mujer relativamente joven con el pelo rubio suelto y mojado aún. Va vestida de buzo. Deja la escafandra en el suelo y saluda al hombre viejo que da paseos. La niña del globo rojo mira muy detenidamente a la mujer buzo. Se intenta poner la escafandra, pero es muy pesada y desiste. Prefería su globo ingrávido.

Mujer buzo.— ¡Hombre, Matusalén! Cada vez estás más apergaminado. ¿Qué andas barruntando por estos lares?

Hombre que pasea— Vaya, pero si es mi ninfa favorita. Y tú te pareces cada vez más a Tetis, la Diosa de las Aguas. Yo, aquí, ya ves, recordando batallitas del pasado.

Mujer buzo.— Déjate de batallitas y siéntate en la mecedora; no ves que no para de balancearse.

Hombre que pasea.— Que se siente esa niña, y así se quedarán quietos los dos.

La niña del globo se sienta en la mecedora y la mecedora para; la niña hace esfuerzos para balancearse, pero la mecedora está rígida.

La niña desiste y vuelve a su pizarra, la mecedora vuelve a balancearse.

Hombre que pasea.— Ya estamos como al principio.

Mujer buzo.— Que aburrimiento. Estar fuera del agua es insoportable.

La niña escribe en la pizarra un idioma incomprensible en letra muy pequeña.

Mujer buzo.— ¿Qué escribe esa niña?

Hombre que pasea.—Es un poema de Dylan Thomas en arameo.

Niña del globo.— Nanai de la China. Es una canción que me enseñó mi abuela. (Cantando.) El hueso de la flor / La ola del antojo / El párpado cantor / El tuétano del ojo.

Hombre que pasea.— Vaya con tu abuela.

Niña del globo.— ¿Qué creíais, que solo sabía botar la pelota? ¡Menudo par de dos!

Mujer buzo.— Parece que esto se anima.

Hombre que pasea.— ¿Una cervecita, Ninfa?

Mujer buzo.— No, que me he echado un novio nuevo y no quiero perder la línea.

Hombre que pasea.— Tampoco estaría mal ganar alguna curva. Tienen su encanto.

Entra en escena un tabernero con delantal y una caja de cervezas.

Tabernero.— ¿Los señores habían pedido unas cervezas?

Mujer buzo.— Bueno, me tomaré una, maldito Matusalén.

Hombre que pasea.— Gracias. Deje la caja ahí. ¿Cuánto es?

El tabernero se acerca al hombre que da vueltas y le habla al oído.

Hombre que pasea.— ¿Cómo? ¡Qué dices! ¡Eso es un dineral!

Tabernero.— Señor, estamos en guerra. Todo está por las nubes.

Hombre que pasea.— Otra guerra; no teníamos bastante y otra guerra.

Hombre que pasea.— (Dirigiéndose a la mujer buzo.) ¿No tendrías veinte rublos?

Mujer buzo.— Ah, no, de eso nada, no te doy un duro.

Hombre que pasea.— (Metiéndose la mano en el bolsillo.) Y la niña esa no tendrá...

Le paga al tabernero.

Tabernero.— Gracias, señor, buenos días, señor. Está amaneciendo.

El tabernero sale.

La mujer buzo y el hombre que pasea le pegan unos tragos a la cerveza en silencio. La niña se les queda mirando muy seria, pasando la mirada de uno a otro.

Mujer buzo.— (Al hombre que pasea.) Veo que eres poco empático con la gente que está soportando las guerras.

Hombre que pasea.— (Eructa.) Sí, es que yo nunca empato; siempre gano... o pierdo. Depende.

Mujer buzo.— Y ahora te haces el ingenioso. Vaya con Matusalén.

Mujer buzo.— (Dirigiéndose a la niña.) Nosotros aquí, bebiendo cerveza, y tú a dos velas. ¿No quieres algo de beber?

La niña va hacia el fondo del escenario y levanta una gran caja de cartón sin fondo. Dentro de la caja había un niño acurrucado con cara de aburrido, sin hacer ningún gesto.

Hombre que pasea.— Esto sí que es una sorpresa. ¿Qué hacía este niño ahí tan quieto, sin decir palabra?

Niña del globo.— Es mi hermano, y está tan quieto porque es hiperpasivo. Y le gustan los polos de uvas pasa, por aquello de…

Mujer buzo.— Ya, ya lo pillo. ¿Y a ti de qué te gustan los polos?

Niña del globo.— Mi preferido es el polo sur.

Hombre que pasea.— Menuda guasa tiene la niña.

Mujer buzo.— Pues entonces llamamos al heladero bipolar y le pedimos uno de polo sur y otro de uvas pasa por aquello de… Y todos tan contentos.

Suenan truenos en la lejanía. La niña del globo se acerca a su hermano y lo consuela. El hombre que pasea se acerca a la mujer buzo.

Hombre que pasea.— (Confidencialmente.) ¿Qué vamos a hacer con los niños?

Mujer buzo.— ¡Ah! A mí no me metas; yo acabo de llegar. Tú sabrás qué hacen aquí esos niños.

Hombre que pasea.— Ya estaban aquí cuando llegué.

Mujer buzo.— Pues habrá que llamar a los bomberos.

Hombre que pasea.— ¿A los bomberos?

Mujer buzo.— Sí, es que mi nuevo novio es bombero. A ver si viene él en el camión, y de paso me remoja un poco con su manguera, que necesito… agua… Hace ya tiempo que no…

Hombre que pasea.— Ya, pero los bomberos no pintan nada en este caso. Además, ¿a ti no te gustaban más las mujeres?

Mujer buzo.— Ya… A nadie le amarga un dulce… Si encontrara una mujer bombera… Pero…

Niña del globo.— Los adultos les dais muchas vueltas a las cosas. Yo prefiero darle vueltas al trompo o al hula hoop. Además, con nosotros no tenéis que hacer nada. Sabemos apañarnos solos. Somos como las mariposas, que parecen torpes cuando vuelan, pero aterrizan en la flor que ellas eligen.

Mujer buzo.— Vaya, además de tener guasa, la niña nos salió un pelín repipi.

Suena la sirena de un coche de bomberos, pero pasa de largo con ese característico efecto Doppler.

Mujer buzo.— Vaya por dios. Otra vez será.

Hombre que pasea.— Pues ya ves, lo que decía, estamos como al principio, pero con otro niño, que además llora. (Dirigiéndose a la niña.) Niña, trae a tu hermano y siéntalo en la mecedora.

La niña coge a su hermano y lo sienta en la mecedora. La mecedora se para. El niño sigue llorando. El hombre que pasea se da la vuelta y coge otra cerveza.

Hombre que pasea.— (Dirigiéndose a la mujer buzo,) ¿Quieres otra cerveza?

Mujer buzo.— Claro, esto es insoportable. Ese niño no para de llorar.

Hombre que pasea.— (A la mujer buzo.) Levanta al niño de la mecedora, que no le gusta.

Mujer buzo.— Ah, no, yo no toco a los niños; soy alérgica a ellos.

El hombre que pasea coge al niño de la mecedora y lo pone en el suelo. El niño deja de llorar. La mecedora vuelve a balancearse. La niña del globo coge a su hermano y lo lleva junto a la pizarra.

Mujer buzo.— Estamos aquí perdiendo el tiempo, pudiendo estar haciendo algo de provecho.

Hombre que pasea.— (Sentado en el suelo.) Creo que no estás al tanto de lo que se cuece. Parece ser que ya no podemos perder el tiempo, ni aprovecharlo tampoco. El tiempo, no hace mucho, se perdió él solito en el espacio. Nadie lo puede perder ya. Así que espabila, niña.

Mujer buzo.— Demasiadas cervezas, Matusalén. No me salgas con monsergas. ¿Te aburres mucho últimamente?

Niña del globo.— (Recita pomposamente un poema mientras lo escribe en la pizarra.) Viento rojo en el quicio de tu equinoccio / con su equino esperando en la esquina del sueño / Viento adulterado que humilla la semilla de tu sonrisa / y de nada sirve el pararrayos de tu inocencia.

El niño aplaude y grita a rabiar durante unos segundos y se para en seco.

Mujer buzo.— Vaya con la niña. Otra vez se sale por la tangente. ¿Me quieres decir qué significan esos versos?

Niña del globo.— A mí que me registren. Pregúntaselo a mis musas. Ellas sabrán. Aunque mis musas son transparentes; no sé si las encontrarás.

El hombre que pasea se levanta del suelo. Se sienta en la mecedora que deja de balancearse.

Hombre que pasea.— No veo mucha coherencia aquí. Tampoco tendría que haberla. Porque estamos viviendo. Y vivir…

Baja el telón con parsimonia.

FIN


Babelain. Recuerdos.

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Del primer CD de Babelain. Es una de esas canciones que tenía por ahí, compuesta desde hace muchos años y que por fin logramos grabar ya en la época digital. En esta ocasión la acompañamos de un vídeo con ilustraciones de Mavi.

Voz e ilustraciones: Mavi

Letra, música y todos los instrumentos por: : Babelain


Recuerdos

(Letra y música.- Babelain)


Rellenábamos colchones con las teclas de los pianos

y arrojábamos cencerros a las viudas en verano

en la fiesta que dio el sacristán

cuando vio que su hijo era normal

que ya no incordiaba

que no echaba baba

pronto lo podría desatar


Con un kilo de chorizo imitábamos a Buda

hartos de comer “jalufo” en la playa y sin bermudas

en la fiesta que dio el sacristán

cuando vio que su hijo era normal

que ya no incordiaba

que no echaba baba

pronto lo podría desatar


Con los pies llenos de espasmos y la risa incontrolada

Ese humo en la garganta esas lunas plateadas

en la fiesta que dio el sacristán

cuando vio que su hijo era normal

que ya no incordiaba

que no echaba baba

pronto lo podría desatar.


La Eternidad.

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Y así nació la Eternidad

Ilustraciones y voz: Mavi

Texto: Bab El Ain


                                                                        La Eternidad

(BabElAin) 


El maullido de un gato negro
llegó a oídos de la Muerte

Ésta se hizo la sueca
aquel gato le importaba un pito

Aunque no le hacía ascos a otros rumores
que surgían por doquier:
En los misterios flotantes
En las herencias injustas
En los paraísos sombríos
En los jardines salvajes
En los balcones privilegiados...

Pero el gato seguía maullando 
y la Muerte le lanzó un zapato viejo
que impactó contra el felino

El felino se quejó al Altísimo
que era un señor muy alto
y desde las mas altas alturas
arrojó a la Muerte con mucho tino
varios colores extraterrestres espesos

Debido a su gran espesura y rareza
no dejaban pasar el aire ni por asomo
matando a la Muerte por asfixia
y devolviéndola de nuevo a la Vida 
dejándola en ridículo ante el mundo

Y así nació la Eternidad.