El Jardín (2)

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EL JARDÍN

Aquel hombre paseaba por una calle de las afueras de la ciudad cuando vio un hueco en un seto que bordeaba una propiedad y dado que era muy curioso, asomó la cabeza por él.

Lo que vio fue una casita rodeada de un pequeño jardín un tanto asilvestrado y salvado del caos por un encanto especial difícil de describir; una armonía extraña y sugestiva.

El hombre era algo especial, se encontraba en la frontera entre lo exótico y lo estrafalario. A simple vista, para algunos, podría pasar por alguien inteligente y para otros, como una persona sin rumbo.

Pues bien, este hombre tan peculiar, quedó prendado del jardincito nada más asomar la cabeza por el seto. Sin saber porqué se sorprendió a si mismo pronunciando en voz alta la palabra FLOR. Esperó alguna reacción, no se sabe bien por qué, pero nada ocurrió fuera de lo normal. Luego probó con la palabra SAVIA. El jardín siguió como si nada. Así fue probando con otras: SOMBRA, PÉTALO, RAÍZ… pero al pronunciar la palabra TIJERAS, notó un estremecimiento en un parterre de violetas, como si las flores hubieran sentido un escalofrío. Repitió TIJERAS...TIJERAS…TIJERAS y todas las flores se pusieron a temblar como locas, los árboles y arbustos sacudían sus ramas con violencia. Apareció por una esquina del jardín un ejército de tijeras andando con sus afiladas puntas. Se plantaron en el césped, amenazantes. El hombre, arrepentido de lo que había provocado, quiso buscar una palabra que calmara aquel desasosiego. Probó con varias: NUBES, LLUVIA, PÁJARO…y al pronunciar GUIJARROS, las flores y las ramas de los árboles iniciaron un movimiento de arriba abajo como de aprobación. Repitió GUIJARROS…GUIJARROS…GUIJARROS, y un ejército de guijarros apareció rodando por la esquina opuesta del jardín y se plantó delante del ejército de tijeras. Las fuerzas estaban equilibradas. En el jardín se notaba un ambiente tenso, como en los prolegómenos de una gran tormenta.

En ese momento salió el dueño de la casita con un cuaderno en una mano y un lápiz en la otra. Era un hombre ya mayor, pasados los ochenta probablemente. Se acercó a una pequeña mesa de madera situada debajo de un pruno, arrimó la silla y se puso a escribir. En el jardín reinaba un silencio tenso; la tarde tocaba a su fin. Al cabo de unos minutos, el hombre se puso en pié y leyó su haiku al aire como si estuviera ante un gran auditorio:

El mismo techo

Para todas las cosas

Distinto suelo

Las tijeras iniciaron la retirada por la misma esquina por la que entraron. Los guijarros hicieron lo mismo. El hombre, rompió el poema en pequeños pedazos, los dejó encima de la mesa y caminó hacia la casa; entró y cerró la puerta. La oscuridad se apoderó del jardín y en medio del silencio irrumpió el ulular de un buho:

Uuh……….Uuh………Uuh……….Uuh……….Uuh…….. Uuh……… Uuh……….

El espejismo en el espejo

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El espejismo en el espejo

Vi un espejismo en el espejo y me lo creí. El espejo estaba en mi habitación. Entré en la “escena” montado en bicicleta. Iba por una carretera rectilínea bordeada a ambos lados por filas interminables de palmeras. Me crucé con una joven que tocaba el bombardino cabalgando una yegua negra. La brisa era cálida y seca y transportaba algunos granos de arena del desierto cercano. La carretera terminaba bruscamente a orillas de un inmenso y plácido lago. Un barquero transportaba a los viajeros en su barca, solo había que acertar una pregunta que el propio barquero formulaba. La pregunta no podía ser revelada a nadie más. La respuesta si. El barquero me hizo la pregunta y estuve tres días meditando al borde del lago hasta dar con la respuesta.

Cuando creí tener la respuesta, le dije al barquero:La flor que brota en el infierno”. El barquero sonrió y me cruzó al otro lado. Nada más pisar la orilla volví a entrar en mi cuarto a través del espejo. Me sentía cansado después de tan largo viaje. Tenía sed y la piel seca. Bebí agua directamente del grifo y me di una larga ducha fría. Luego, tumbado en la cama, profundamente dormido, soñé que el arco iris nacía de mi ombligo. Al día siguiente me desperté como nuevo.


Noche de San Juan

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NOCHE DE SAN JUAN

Debajo del pino, esperando que el carbón haga brasa para la barbacoa, se me ocurre que si se pronuncia muchas veces seguidas la palabra: CALIFORNIA…CALIFORNIA…CALIFORNIA…pero en inglés, se produce un incendio en la boca. Se origina en el paladar y luego sale expulsado al exterior como hacen los comefuegos del circo.

Pongo la carne en la parrilla al mismo tiempo que el mirlo da sus últimos responsos y la tórtola cree que la noche nunca vendrá, que siempre será de día.

Mientras se asa la carne, con la mirada perdida en las brasas, también se me ocurre que a estas alturas de la “película”, se trata de simplificar, que mientras menos “paja”, mejor. Ir al grano. Sacar el jugo que hay en las cosas que nos rodean. ¡Qué difícil! Cuestión de reflejos.

Antes de acostarme me lavo los dientes sin mirar al espejo. Sospecho que dentro de él hay algunos muertos insatisfechos y no quiero contrariarles en la noche más corta del año.

24 de junio de 2011

El sueño

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EL SUEÑO

Al entrar en el sueño gelatinoso, el Yo se convierte en algo extraño, desconocido y lejano. En ese océano pantanoso nos cruzamos con muertos, bestias, tempestades, ninfas, constelaciones y paisajes que se abren como una flor hacia mundos sin fronteras.

No hay un suelo firme donde pisar. No hay sentimientos fiables. Caemos por abismos con la esperanza de despertar antes de la tragedia. Otras veces nos sentimos dentro del útero y nos abandonamos, embriagados en una felicidad antigua que ya habíamos olvidado por completo. Los colores o los sonidos vienen amortiguados, no nos hieren, solo nos acarician como el agua pura de un río.

Muchas veces es mejor el sueño que la realidad. La realidad, tan áspera, tan injusta, nos oprime hasta asfixiarnos. Entonces, el sueño es nuestro aliado; a no ser que se le ocurra convertirse en pesadilla…

Sucesos

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SUCESOS

Ayer tarde, un grupo de espeleólogos encontraron los esqueletos de dos niños en una cueva de difícil acceso en las montañas cercanas al pueblo de ..………

La autopsia reveló que uno de los esqueletos pertenecía a un niño que desapareció hace ya unos 28 años. El otro esqueleto era idéntico al anterior, con la diferencia de que los huesos de su mano derecha empuñaban aún un cuchillo de cocina. Se le realizó la autopsia y la prueba de adn y dieron los mismos resultados que en el primero.

Se buscó información del caso, rastreando el historial y llegando a estudios médicos realizados al niño desaparecido. En la ficha médica se le había diagnosticado un brote de esquizofrenia que debía de ser tratado con todo rigor.

Hasta ese momento de la investigación, incomprensiblemente nadie había reparado en la mochila del niño que se encontró junto al cadáver. Entre los numerosos objetos inverosímiles, se encontraba una libreta. En ella había escrito algo parecido a un diálogo consigo mismo que el niño había querido dejar a modo de testamento o carta al juez desde su inocencia:

Yo.- De aquí no salimos hasta que me cuentes tus intenciones

El.- Mis intenciones son claras, cuando cumpla los 20, mataré a mamá con este cuchillo

Yo.- Me lo temía. No estoy dispuesto consentir que eso ocurra.

El.- Eso es inevitable.

Yo.- La linterna la tengo yo. Si la apago y tiro las pilas, nunca encontraremos la salida.

El.- No te atreverás.

No había nada más escrito. La investigación prosiguió. De nuevo acudieron a la cueva y entre los excrementos de murciélagos encontraron la linterna por un lado y las pilas oxidadas por otro.