El Sr. Matsuki

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El Sr. Matsuki

El día de su 75 cumpleaños, después de la siesta,  el Sr. Matsuki se sentó en su sillón favorito delante de una taza de té y se le ocurrió  hacer un repaso de lo que había ocurrido en su vida estos últimos años:
Hacía diez años que se había quedado viudo. Sus tres hijos vivían en Europa y solo volvían a Japón muy de vez en cuando. Había llegado a perfeccionar su arte con los pinceles y sus exposiciones alcanzaban el éxito que cualquier artista hubiera deseado para sí. No parecía que le faltara nada para llevar una vida relativamente desahogada y se manejaba bien en su tranquila soledad.
Hasta aquel momento no se había cuestionado su forma de vida o se había parado a preguntarse si era feliz o si echaba en falta algo en su vida. Simplemente se dedicaba a seguir con su rutina diaria, metódica, aséptica, implacable. Se levantaba muy temprano y se aseaba meticulosamente, se vestía con sencillez pero con una cierta elegancia clásica, desayunaba frugalmente, daba un paseo entre los árboles del parque cercano a su casa y luego entraba en su estudio y se enfrascaba en su trabajo con los pinceles. Al medio día comía en un restaurante de un viejo amigo, volvía a casa, echaba una pequeña siesta y la tarde la dedicaba a leer los libros preferidos de su extensa biblioteca hasta la hora de acostarse. Antes tomaba unas galletas con un té y se retiraba a dormir hasta el amanecer del día siguiente.
Aquella tarde de su 75 cumpleaños, tuvo la ocurrencia de “pararse a pensar” en su vida actual. No estaba acostumbrado a pensar en él, simplemente recorría el camino que el destino le había trazado, sin plantearse ninguna desviación del mismo. Era muy sencillo todo…hasta que se paró a pensar en su existencia.
Al “bajar la guardia”,  en ese momento de reflexión, salió todo lo que había tratado de ocultar: su mujer había sido un apoyo imprescindible en todos los aspectos de su vida desde que se casaron hasta su muerte y él nunca le había expresado de ninguna forma su agradecimiento. En los diez años que llevaba viudo, había seguido ignorando la importancia de ella en su vida. Se sintió abatido al reconocerlo. En ese momento llegó a “pesarle” mortalmente esa soledad que hasta ahora había llevado con naturalidad.
Sus hijos eran un recuerdo borroso. Nunca había tenido un contacto verdaderamente “familiar” con ellos. Solo recuerda una cierta ternura de cuando eran bebés y comenzaban a gatear por la casa. Nunca se había “puesto” a jugar con ellos. Toda su energía la había dedicado casi militarmente a su arte, ignorando, aunque no completamente, el crecimiento de sus hijos.
Satisfecho con su trayectoria artística, ahora se planteaba si tendría fuerzas e imaginación para subir un peldaño más o había llegado a su cenit como artista y tendría que retirarse. En este último caso ¿qué haría a partir de ahora?
A la mañana siguiente, muy temprano, fue al lago y cargó su  barquita de pesca con todos sus bártulos para pintar, incluido un lienzo de mediano tamaño, un caballete, algunas herramientas de carpintería y se puso a remar hacia el centro del  inmenso lago en calma. Algunos pájaros pasaban a ras de agua en medio de un silencio solo roto por el sonido de los remos al entrar y salir del agua.
Había tomado una decisión, si antes de llegar la noche no encontraba un nuevo camino para avanzar un paso más en su pintura, perforaría el fondo de la barca con las herramientas que había traído para la ocasión. No sabía nadar. Se hundiría en el fondo del lago con su fracaso. En caso contrario, volvería a su vida rutinaria con nuevos bríos hasta que las fuerzas lo abandonasen.
El sol se ocultaba muy despacio mientras la luna llena, en el lado opuesto del horizonte, comenzaba su reinado teñida de un inquietante color anaranjado.
El Sr. Matsuki había terminado de pintar. Ahora se había retirado del lienzo todo lo que daba de si la barquita y observaba el resultado de su trabajo. Solo faltaba el veredicto final.

Las Vísceras

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Las vísceras

El amor se les había cristalizado después de tanto tiempo. Las vísceras (las del amor) al abrirlas, llenaron la habitación de un olor mezcla de incienso y sótano húmedo. Habían pasado  muchos años del inicio de su relación. Ya ni se acordaban como empezó todo.  Al intentar recordarlo, casi siempre lo confundían con las miles de películas o libros que habían visto o leído. Comentaban anécdotas; casi todas felices. Al final, siempre acababan riendo.



Ahora tocaba repartirse las “ganancias”. Esto es tuyo y esto mío; aunque  cayeron en la cuenta de que casi todo era de los dos. Al menos lo más importante. Así que intentaron seguir juntos un tiempo más. Unos días…unas semanas…




Al cabo de un tiempo ya no se acordaban de aquella apertura de las vísceras del amor. La cicatriz se había cerrado. Ahora les parecía inaudito aquel intento de separar sus caminos. Una noche ardiente de verano, mientras se oía a lo lejos el croar de las ranas en la acequia, se dieron cuenta de que solo el destino es quien decide y ellos serían siempre obedientes, nada de intentar rebelarse contra el amor, y menos, abrirle las vísceras. Pensaban que no hay nada más rebelde que el amor cuando actúa salvaje y libremente.



Desintoxicación

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“Desintoxicación”


Tres mil Obispas orinando en el bosque justo antes del amanecer. Los pájaros, asombrados, esperan que cese el fragor de enaguas y refajos para poder anunciar el nuevo día.

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Envuelta en un chal, con su peineta en el moño, la cabra tira al monte.

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A la candidata a Papisa se le va a pasar el arroz.

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Solo para Buzos sin escafandra
o Aristócratas nudistas

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Chocolate con churros para tres mil Obispas. ¡¡¡Marchando!!!

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Nosotros también somos exóticos (en el culo del mundo)

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Tres mil Obispas “hacen la colada” en el río.
Ni las carpas más ancianas recuerdan tamaño aquelarre.

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Tres mil elefantas con amnesia preparan su numerito de natación sincronizada en una piscina olímpica. Han olvidado que son paquidermas.

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¿Qué quedará de nosotros?

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¿Qué quedará de nosotros?

¿Qué quedará de nosotros dentro de
pongamos 1000 años?

Pon tú los que quieras
pero no escatimes en tiempo

Podrían pasar diez reencarnaciones más o menos:

Pongamos una como caracol riojano abstemio
otra como geisha gallega en Argentina
otra como ministro del bienestar etíope
otra como pingüino anarquista en cautividad
 empleado de pompas fúnebres de color (negro)
pirómano maníaco depresivo escandinavo
físico nuclear extremeño teñido de rubio platino
hormiga atómica virtual en paro (con currículo excelente)
payaso heterosexual en el  parlamento europeo
bombero albino africano en el infierno…

¿Y qué?

Qué quedará de aquél flacucho
recorriendo calles desiertas
ebrio de inocencia y bruma
con el frio en los huesos
a la búsqueda del sol del amanecer

Fue aquello realidad
o un espejismo provocado
por el anhelo de ser feliz.
Por encontrar al otro
mirándose por dentro

Que quedará de aquella luz
que surgía de las estrellas
en los paraísos salvajes
 las noches ardientes del verano

Mil años no son nada
y sin embargo…



Babelain Single. Me siento raro-Western Tibetano

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Single de Primavera con dos temas:

1.- Me siento raro
Una canción construida a base de acordes típicos de rock & blues (“maomeno”)  y utilizando en el estribillo una frase que me llamó la atención (entre otras tantas) en un escrito de Antonin Artaud dedicado a los surrealistas: “nunca nadie ha entendido nada”.


Me siento raro
(Letra y música.- Babelain)

Me siento raro/tengo la sensación
De que he perdido el tiempo/ese que marca el reloj
Nadie te enseña/a manejarlo mejor
Desde que naces/hasta que pierdes la voz

Ya en la cuna/te cuentan cuentos de hadas
Empiezas a pasar hambre/y te pellizcan la cara

Pero nunca nadie/ha entendido nada

Eso le dijo Artaud/a los surrealistas
Cuando perdieron el norte/y se salieron de la pista
Nadie nos guía/por el camino feliz
Y así nos va/de desliz en desliz

Luego en la escuela/te enseñan más chorradas
Que  nos interesan/menos que los cuentos de hadas

Pero nunca nadie/ha entendido nada

La vida es corta/hay que intentar disfrutarla
Aunque alguno/se empeñe en fastidiarla
Vivir para trabajar/eso no tiene sentido
Hay que compensar/si no,  no habremos vivido

En la adolescencia/se da la vuelta a la tostada
Cuando creías/que la tenías controlada

Pero nunca nadie/ha entendido nada

Vas quemando etapas/simulas saberlo todo
Pero en realidad/te sientes como Quasimodo
Te crees que estás pasando/ por un gran momento
Y luego resulta/que todo es un esperpento

Ya eres adulto/vives la gran temporada
Pero lo que tienes/es una gran empanada

Y es que nunca nadie/ha entendido nada

El tiempo perdido/ya no se recupera
Cuando menos te lo esperes/serás una calavera
Y  te recordarán/con mucho sentimiento
Pero para entonces/te importará un pimiento

Cuando seas viejo/y te mires a la cara
Te reirás de todo/ aunque la broma haya salido cara

Y es que nunca nadie/ ha entendido nada


2.- Western Tibetano  (Instrumental)
Instrumental atípico (como todos los demás, por cierto) que empecé tocando una pista de batería (luego grabé tres pistas mas, aunque no suenan todas al mismo tiempo) y de ahí fui tirando del hilo. Hay teclados que imitan voces o xilófonos; violines tocados con púa, guitarras con vibrator, bajos que llevan la melodía… en fin, mejor oírlo y hacerse una idea de por donde va la cosa (si eso es posible, porque no lo se ni yo)