Cristal de Bohemia. Trastornos (leves) de Personalidad II

DIARIO

Septiembre 2015

Miércoles 2

Cristal de Bohemia

Me encontré con aquél hombre; el que nunca dudaba, el que sabía qué hacer en cualquier situación, el que ante cualquier pregunta acertaba con la respuesta. Y no podía hacer como que no le había visto, lo tenía delante de mí y nos conocíamos de hacía mucho tiempo.

-Hola Ataulfo -le dije casi sin pestañear, disimulando la tensión que me producía estar delante de semejante ejemplar.

-Hola criaturita desamparada -me dijo con una sonrisa que no parecía impostada. Este hombre era un peligro para la humanidad. Esa seguridad, esa postura arrogante, esa voz tan modulada, esas sienes plateadas, esos zapatos, esa mirada que te hacía pequeñito, insignificante, vulgar, vulnerable, cascarilla....

Le ofrecí un cigarro, aparentando normalidad. No fumaba. Le pregunté:

-¿Qué haces últimamente?

-Escribo poemas de Cristal de Bohemia.

-Pero si se caen al suelo se pueden romper ¿no?

-Mis poemas jamás se caen, y en todo caso, tienen alas.

-¿Cómo es posible que seas tan perfecto?

-No me lo propongo. Simplemente soy así.

Me sacó de mis casillas. Entonces me atreví y le dije:

-Tengo prisa por perderte de vista. Me produces un vértigo inexplicable.

Me contestó muy tranquilo:

-Si quieres, te lo explico.

Lo mandé al carajo y salí de allí a toda pastilla.

Fui a un psiquiatra para que me explicara lo del vértigo inexplicable que me producía aquella situación, pero el psiquiatra me derivó precisamente a aquél hombre que nunca dudaba, el que sabía qué hacer en cualquier situación, el que escribía poemas de cristal de bohemia con alas por si las moscas, por si las moscas, por si las moscas... me quedé atascado. Salí de allí a toda pastilla. No pensaba en el suicidio ni por un momento, me gusta la vida más que a un tonto una tiza, pero sí en el asesinato, aunque hasta ahora no me he decidido. Espero que se me pase, o que antes muera de muerte natural (él, no yo).



Jueves 3

Escribo poemas

Escribo poemas porque me siento a escribir poemas.

Y me salen poemas muy distintos.

No sé escribir poemas de Cristal de Bohemia

Ni sé escribir poemas con alas.

¿Son tristes mis poemas? No creo, a veces la tristeza está escondida

pero no es mi culpa. Qué se yo de la tristeza.

Qué se yo de cualquier cosa. Las cosas se agazapan

y se muestran cuando les viene en gana.

Me muestro neutral, bueno, no tanto.

A veces se me nota en qué bando estoy, pero no mucho.

¿Son alegres mis poemas? ¿Tú que crees?

Hay de todo un poco, pero de refilón

como sin querer molestar.

Mis poemas son para unos pocos.

Esos pocos que pueden soportar la levedad.

Mis poemas no tienen peso, pero si algo de densidad.

No sabría explicarlo en un poema.

El diagnóstico del crítico podría ser muy grave

pero yo no tengo culpa de no ser poeta al uso.

Porque yo no soy poeta, ni al uso ni al desuso.

Solo escribo poemas sobre el mar, las sombras, los espejos...

Pero casi sin querer, casi sin querer queriendo.

Y no es que necesite imperiosamente escribir poemas.

No es que me vaya la vida en ello

Pero qué descansado me quedo cuando llego al último verso

y respiro tranquilo. Puedo irme ya a dar un paseo.

No con orgullo, pero sí con algo de satisfacción.

Como el que ha terminado de hacer sus necesidades

y estaba un pelín estreñido.