La película

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"La “película”

                En una de mis vidas futuras me llamé Vícktor Campanella (sí, me llamé: eso del pasado y futuro depende de desde  donde estés viendo la “película”)
                Pues eso, que cuando salía a la calle después de un riguroso afeitado, duchado y desayunado, al pasar por el portal, una voz en off me saludaba en estos términos o algunos parecidos:
                -Buenos días señor Campanella, tiene usted un apellido muy tintineante. Esta mañana está usted impecable, como siempre. Que tenga un buen día.

                Y yo contestaba casi siempre de esta guisa:

                -Váyase usted a la mierda, esta mañana está usted especialmente insoportable, o sea, como siempre.

                Y salía a la calle como si cada mañana fuera distinta, como si hubiera siempre una oportunidad de descubrir las “Américas”. Pero aquella mañana empezó vulgar, como tantas otras. Saludos del tendero de la esquina, visita al escaparate de la tienda de sombreros por si había algún nuevo modelo (ni por esas), semáforo en rojo para los peatones y si había un charco, el coche de turno pasaba a toda hostia y nos ponía perdidos. Por fin alcanzaba el parque y la vieja vagabunda me ponía la misma cara de pena  y yo, como siempre,  le daba algunas monedas. Me sentaba en el mismo banco de siempre por ver si se sentaba aquella mujer tan hermosa y simpática que se sentó a charlar conmigo en una mañana de 1.968 (estamos en el 2016), pero ni por esas. Lo normal es que se sentara algún pesado que me quería vender algo: un libro de poemas, una chaqueta de aviador o una máquina de cortar el césped. Le daba su ración de pan migado a los pájaros y me iba al bar a tomar el aperitivo. En el bar nos traíamos el mismo juego de siempre el camarero y yo; cada vez que entraba por la puerta, el cabrón de Ernesto (el camarero) siempre repetía el mismo ritual:
                -Dinggggggggggg  Dongggggggggg, el señor Campanella acaba de entrar por la puerta del bar
                Yo lo  miraba con cara de estrangulador de Boston, me sentaba en el mismo taburete de siempre por ver si se sentaba a mi lado aquella chica rubia teñida, encantadora y desinhibida que charló conmigo cinco minutos en 1969 como si yo fuese un tipo interesante, pero ni por esas tampoco.  Me tomaba mis dos cervecitas, hablaba con Ernesto de las cosas más estúpidas de las que se puede hablar y me largaba a casa.

                Esa mañana me dio por desobedecer las normas de circulación más elementales y me salté el paso a nivel, con fatales consecuencias. El tren me dejó como a esas monedas que poníamos de críos en las vías para que quedaran bien planitas. Pues eso.

                Después de aquello me reencarné en un tipo que se llamó Calixto Gong; ni que decir tiene que la cosa iba a peor. Pero eso es otra historia. En la actualidad, que ya no se cual es con tanto lío, me pusieron un nombre que no me gustó nada y me lo cambié por Adolfo El Sigiloso. Me hago el sordomudo, lo cual está lejos de la realidad, pero quien sabe cuál es la realidad a estas alturas de la “película”.

11 comentarios:

babelain dijo...

Mavi sigue "ilustrando" los relatos, como podréis comprobar. Son inconfundibles.

Saludossssssssssss

Chupi dijo...

Esta película la he visto yo alguna vez, no se donde ni cuando.
Saludos.

Paco dijo...

Desde luego la realidad y la ficción se confunden muchas veces. Es curioso que el protagonista se haya cambiado su nombre por el de Adolfo el Sigiloso y que se haga el sordomudo, aunque pensándolo bien, a veces es preferible a la locuacidad de los que hablan sin tener nada que decir. Seguro que en el futuro pasado fue también Vicente el Prudente (después de Calixto Gong, que llamaba demasiado la atención). ¡Qué personaje!
Abrazos gigantes.

Milena dijo...

A veces se me ha pasado por la cabeza que esa es la película, qué pereza, ir pasando por todos los sonidos, los no-sonidos, el camarero de antes, el de después... definitivamente me quedo con mirando por ejemplo el escaparate de la tienda de sombreros que tiene una pinta chulísima... y ya!
Babelain, me has descolocado, ya no sé ni como me llamo y si ahora es cuándo... :D
Como siempre me encanta el dibujo de Mavi, precioso y con un colorido que se sale de bonito.

Ficus dijo...

Señor Calixto Cong:
Sus continuas irrupciones temporales, están provocando una ruptura hiperdimensional en el continuo espacio-tiempo.
No crea que por el hecho de esconderse bajo el seudónimo de Adolfo el sigiloso, hemos dejado de controlar sus movimientos desde estancias superiores.
Tarde o temprano daremos con usted, y tendrá que rendir cuentas ante esta asamblea, para explicar cual es el motivo de sus múltiples y continuas bilocaciones físicas.

Genial relato bab, y maravillosos trazos Mavi.

Un abrazote.

Antoni dijo...

Este relato tiene algo que me recuerda al "Difunto Matías Pascal". Me he quedado con ganas me más, como siempre, Babe. El dibujo, genial.

Un saludoteeee....

babelain dijo...

Chupi, ¿no la habrás visto en los cines Alphaville de Madrid a principios de los años 70, por ejemplo? jejeje es un decir.

Saludosssssssssssssssss

babelain dijo...

Paco, "Vicente el Prudente" sería la segunda entrega de la serie y podrías escribir tú el guión ¿qué te parece?

Saludosssssssssssssssssss

babelain dijo...

Milena, descolocados estamos todos sin necesidad de leer este relatillo jejeje

Ya he pasado por tu blog y he visto el Festival; eso si que descoloca eh?

Saludosssssssssssssssss

babelain dijo...

Ficus, no, si ya se que estoy controladísimo y bajo sospecha desde el día de mi nacimiento. No me escapo ni con seudónimos. Estoy de asambleas hasta el gorro.

Ya le diré a Mavi que lea vuestros comentarios sobre la ilustración.

Saludossssssssssssssssss

babelain dijo...

Antoni, se me había olvidado esa novela. Pero Pirandello es mucho Pirandello.

Saludossssssssssss

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