El Limbo

El limbo

Se oyen rumores en la periferia sobre  los imberbes que permanecen aún en “el recinto” (como si se tratara del limbo) Parece que están con caras desencajadas y sin control del rictus. Pasan de la risa al llanto y viceversa en cuestión de minutos. Ya no se aparean entre ellos porque la luz se ha ido y en la oscuridad evitan tocarse, aunque se huelen a cierta distancia. Alguna vez se deja oír una voz chillona que  rebota en las paredes, pero la mayor parte del tiempo solo se oye cómo los “inquilinos” arrastran los pies en el suelo o también se oyen toses, carraspeos y ventosidades varias. Los que se van incorporando cada día mantienen aún algo de frescura pero enseguida caen en la “melancolía” general.

Nadie ha protestado sobre la situación, ni de palabra ni por escrito. Hay un buzón de sugerencias a la entrada y solo han  introducido en él  un impreso que sugería a la “dirección” poner fecha máxima de permanencia en “el recinto”. Parece ser que no ha sido tenido en cuenta. El que entra allí, si quiere  puede quedarse a morir, como si de un cementerio de elefantes se tratara.

Ayer se oyeron unas risitas, no se si producto de alguna locura pasajera o de algún sueño risueño, pero no es habitual. El caso es que para poder ingresar hay que tener algún enchufe de un capitoste. Parece ser que fuera del recinto nadie aparenta tener ganas de entrar, sin embargo no hay día que no tengan nuevas incorporaciones; debe estar mal visto mostrar deseo de ingresar en ese antro.