Dihya. (Cuento al estilo tradicional marroquí)

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DIHYA

En una calle estrechísima de las más de 9.400 que existen en Fez El Bali, vivía Nauzet, un artesano bereber con su esposa Dihya y dos hijos de 6 y 8 años. Al no tener suministro de agua potable, la mujer trasportaba unas garrafas todas las mañanas desde una fuente cercana para el uso diario en su humilde hogar. Cierta mañana, al ir a llenar una de las garrafas, la fuente dejó de manar agua y por el caño empezó a sonar una música de flautas y darbukas que hechizó a Dihya. Dejó las garrafas en el suelo y comenzó a danzar como una poseída, perdiéndose por las intrincadas calles de la medina. Algunos testigos que presenciaron lo sucedido fueron a contárselo a Nauzet. El pobre hombre no daba crédito a lo ocurrido y salió en busca de su esposa. A todo el que preguntaba, le respondía que la había visto, pero terminó por no creer a ninguno, ya que unos decían que se dirigía hacia el norte, otros hacia el sur, otros hacia Taza, o hacia Ifrane, alguien aseguraba que se dirigía danzando hacia Meknés…

Después de buscarla desesperadamente toda la noche sin éxito, fue a su casa, recogió a sus dos hijos y los dejó a buen recaudo en casa de su madre. Luego se dirigió a la comisaría de policía pero allí le dijeron que no habían oído nada del asunto, que probablemente fuera un truco para abandonar el hogar por alguna razón desconocida. Nauzet se enfadó al oír la sugerencia del policía y salió desesperado de allí sin saber que hacer.

Se acercó a la fuente que fue la causa de su desdicha y esperó sentado en el suelo a que alguna señal le revelara el paradero de su esposa. Hombres y mujeres acudía a la fuente a beber o llenar sus garrafas. Al atardecer, un perro quiso beber agua del caño pero la fuente dejo de manar y por el mismo caño volvió a sonar una música embriagadora que hechizó al perro. Nauzet abrió los ojos como platos y siguió al perro que brincaba de forma extraña como si quisiera ejecutar unos pasos de baile. El perro seguía una ruta que parecía premeditada y salió de la ciudad camino de la montaña. Ya casi anochecía cuando el perro se acercó a un corro de músicos que tocaban alrededor de una fogata al lado de una fuente. En el centro, algunas mujeres bailaban en trance. Entre ellas, con gran asombro, descubrió a Dihya; la tomo de la mano y en ese momento, el hechizo se deshizo. Dihya cayó en los brazos de Nauzet, sin fuerzas y desorientada. Nauzet la apartó del corro y le explicó lo sucedido. Dihya rompió a llorar desconsoladamente. Luego, bajaron de la montaña, recogieron a sus hijos y se fueron a casa. A partir de aquel día, Nauzet se encargó de llenar las garrafas en la fuente.

Se cuenta que desde entonces, se ven algunas siluetas de hombres descontentos con sus mujeres que, aprovechando la oscuridad de la noche, esperan a que brote del caño esa música hechizante para atraparla en botellas y abrirlas al llegar a sus casa, con la esperanza de que el encantamiento surta el mismo efecto que en la mujer de Nauzet y perderlas de vista. Aunque parece ser que esto es solo un rumor.

9 comentarios:

babelain dijo...

He bajado algunas fotos de internet y las he fundido para ilustrar el relato.
Saludossssssssss

r0ck4ndr3d dijo...

que sutil eres con tus palabras, jajaja.
que se pudran esperando.

Napi and Lisa Murphy dijo...

Y, digo yo ¿por qué no se beben el lingotazo de semicorcheas y se pierden en las montañas . . . ellos?
Muy sugerente tu billete, Bab, me ha encantado, muchas gracias.

Le.chatnoir dijo...

Ya me he visto danzando...! :)

Besos.

Antoni dijo...

Bonito cuento, Babe. Un saludo.

babelain dijo...

Rocky, hay que intentar ser sutil con las palabras, para que no se revelen. Así tampoco se revelan las personas. Cuestión de estrategia (y caracter jejeje).

Napi, ya indicaba en la cabecera que era un cuento "al estilo tradicional marroquí" no al estilo sueco jejeje. De todas formas, los que conocen Marruecos saben que muchas mujeres son las que hechizan a los hombres con brebajes (para envenenarlos poco a poco o para enamorarlos). Incluso mujeres a sus amantes femeninas (como es el caso de la criada-amante de la escritora Jane Bowles en Tánger, Cherifa)

Chatnoir, ya te advertí que no bajaras a la fuente y menos de noche, que todas las gatas son pardas.

Antoni, me alegra que te guste.

Gracias a todas y todos.

Saludossssssssssssssssss

4 strongs winds and 7 seas dijo...

Pefecto complementocon mis post de Tinariwen!
un abrazo

el.largo.esquembre dijo...

Creo que daría de beber a todo el que conozco para poder bailar con ellos/as a la luz de una hoguera para toda la eternidad.

No sé si habré recorrido las 9.400 callejuelas que mencionas pero más de la mitad seguro, perdido durante horas en Fez hasta que unos niños a los que invitamos a una coca-cola nos sacaron de aquel laberinto por el mismo sitio que entramos (seguramente tampoco tendríamos muchas ganas de salir de allí).

Saludazos Bab.

babelain dijo...

Jesse/Tsi, coincidimos en el toque "exótico". Muy buenos los tuaregs Tinariwen.

Largo, que cansado eso de bailar toda la eternidad no? y la siesta, no se respeta?.
Hubo suerte con los niños, una coca cola o un bolígrafo abre muchas puertas en esos lugares, pero lo mismo te podían haber metido en una encerrona sin comerlo ni beberlo.

Saludossssssssssssssssss

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