
El intruso del espejo
Ese que parece vivir en los espejos. ¿Qué pretende? Si al menos tuviera alguna iniciativa, pero no, siempre esperando a que yo mueva ficha. Si río, ríe, si hablo, hace como que habla, si estoy triste se entristece etc…
Pero a estas edades no pienso seguirle el jueguecito. Me persigue por tierra, mar y aire en espejos de trenes, barcos y aviones y ya se ha hecho insoportable. Ese del espejo ya no soy yo reflejado, eso era antes; ahora, con la edad, he decidido ignorar esa falsa imagen de mi que tan tozudamente quieren devolverme todos los espejos del mundo, con una insistencia rayana en la locura.
¿A qué juega el intruso?, ¿qué pretende? Cuando empecé a cansarme del asunto, hace algunos años, intenté hacerle algunas preguntas, pero él, muy astutamente, solo imitaba lo que yo hacía, disimulaba sus intenciones; luego pasé a gritarle e insultarle cada vez que se asomaba al espejo, pero él, ¡que si quieres arroz, Catalina!
Ahora, simplemente lo ignoro; él trata de hacerse notar e incluso a veces lo consigue cuando me pilla despistado, pero enseguida tomo las riendas y lo ignoro por completo. Como en la oscuridad no hay reflejo, le he robado la luz a los espejos. El intruso sigue ahí, agazapado, pero a mí me importa un bledo, casi lo oigo sufrir, deseando aparecer ahí enfrente, con sus manías de imita monos y con sus ansias de recordarme el paso del tiempo en mi cara, pero ya no juego a eso, al menos, no con ese monigote. Desde entonces vivo con otro ritmo, podríamos llamarlo ritmo vital y esto ya es otra cosa.