Aquí tenemos el Gran Reserva II. Las canciones se pueden oír en las entradas anteriores. Podéis descargar el disco entero con sus portadas en el link que figura al final del post.
De nuevo presenta Rick, del blog http://eltugurioderick.blogspot.com.es/
Es un verdadero lujo para mí poder contar con su colaboración en esta tarea. Os dejo con él:
Babelain: Gran Reserva
II
Babelain,
como ya saben todos los que frecuentan este blog, es entre otras
cosas un músico que ha reunido un considerable número de canciones
compuestas a lo largo de varios años. La mayoría de ellas nos las
ha ido ofreciendo gratis, por la cara, a todos los que pasamos por
aquí, con un sonido y una categoría artística de verdadero
profesional, aunque no haya querido serlo. Y como también saben los
asiduos, hace poco decidió crear una selección con aquellas de las
que más orgulloso está; esa selección, con el tono de coña que
viene al caso, se titula “Gran Reserva” y quedará compuesta por
tres volúmenes. El primero se publicó no hace mucho; por si se le
ha escapado a algún transeúnte ocasional, puede encontrarlo aquí:
Hoy
nos presenta el segundo volumen de la “saga”, que como es lógico
se titula “Gran Reserva II” y que, como todas sus grabaciones,
viene envuelto en una de esas portadas tan profesionales como la
música que anuncian: el diseño gráfico es otra de las maestrías
de Bab (ayudado a veces por Mavi), aunque -como en lo demás- él
dice que no es para tanto. Al igual que en la primera parte, la
“estructura formal”, por decirlo así, se organiza en cara A y B,
como la de un disco de vinilo; a continuación se desgrana la
procedencia de cada una de las canciones, es decir, en qué grabación
anterior estaba incluida. El nivel es igual de alto que en la primera
parte: si ya en origen la mayoría de sus canciones son realmente
atractivas -diga él lo que quiera-, con más razón aún si lo que
tenemos delante es una selección hecha por el propio Bab, que es muy
autoexigente y no acaba de creerse lo que le decimos sus fans. Pero
seguro que tanto los recién llegados que no conozcan estas canciones
como los que ya las han disfrutado antes, estarán de acuerdo
conmigo.
“Seis
y media de la madrugada”
Bab comienza la selección con una pieza que es casi una declaración
de principios; su gusto por las melodías de tono brasileiro, entre
samba y bossa, queda perfectamente simbolizado aquí. Es un rasgo muy
notable de su carácter, ya que esa onda, más o menos diluida, se
percibe con frecuencia en sus canciones. Por eso resulta engañosa la
teórica simpleza que aparenta: para conseguir ese sonido hay que
tener escuela y entender muy bien los ritmos y el juego entre
percusiones y cuerdas. Y aquí, hasta la letra va a juego.
“Quiero
ir a New York” Aquí,
efectivamente, nos vamos a Estados Unidos; aunque no necesariamente a
NY, ya que ese tono general de “laid back” que dicen los yanquis
podría recordarnos a músicos tan distintos como los muy urbanos
pero folkies Lovin’ Spoonful o el omnipresente J.J. Cale. Creo que
esta canción es una mezcla de esos dos estilos y otros cuantos, y
que el dominio de las cuerdas es una vez más la gran baza de Bab. La
letra es tan derrotista como irónica, y su dejadez le va muy bien a
este sonido. El final, atómico, claro.
“La
caja de Pandora”
Impresiona
un poco esa especie de recitado en el que se nombra a gran parte de
la jet-set mitológica; y parece como si esa trascendencia afectase a
la canción, que sin embargo suena muy humilde, muy “humana”,
recordando a las agrupaciones acústicas tradicionales como los
españoles Cánovas y compañía o incluso Simon & Garfunkel. El
fondo melódico, con esa voz doblada, casi nos recuerda a un cántico
religioso… o volvemos a lo de antes: ¿será por lo tremebundo de
los nombres que se citan? Muy original, en cualquier caso.
“So
what”
Tal vez porque su letra es un homenaje a un buen puñado de monstruos
sagrados del rock, el pop e incluso a Miles Davis, aquí Bab se nos
pone “de pajarita” y crea una especie de blues rock con ese
sonido casi al estilo Nashville que tan bien se le da. Ya sé que soy
un pesado, que lo repito con frecuencia, pero insisto: en muchas
piezas suyas demuestra haber interiorizado perfectamente el feeling
de J.J. Cale, y eso no es ninguna coña. Ese estilo tan suyo, tan
“aéreo”, digamos, lo domina perfectamente.
“Ya
no hay remedio” Y
solo con la entrada de esta canción ya tenemos una escala para
recordar, de esas que se quedan en la cabeza de inmediato. Las
cuerdas, una vez más, magníficas; pero lo más interesante es ese
tono funky que van marcando el bajo y la batería casi como sin
querer, y que hace juego con las líneas vocales prácticamente
recitadas que dan el contrapunto de un estribillo inesperado. A mí
me parece una de las piezas más originales de esta colección, una
pieza realmente curiosa.
“Otoño”
El título no engaña: de vez en cuando Bab nos “inquieta” con
canciones de este tipo, que además de la letra decadente, casi al
estilo del romanticismo europeo, lleva un ritmo a juego, oscuro pero
señorial, con esos teclados matizando un conjunto que podría
recordar a las bandas de rock progresivo melódico de principios de
los años 70. Las canciones como esta muestran sabores distintos a
cada escucha, y por supuesto queda muy indicada para cerrar la cara A
con toda su elegancia.
“Esos
ojos”
otro acierto para abrir la cara B: una contraposición entre el
ritmo de pieza clásica, ese clarinete con lejanos vapores de dixie,
de Nueva Orleans, y una sección de cuerdas que da un contrapunto muy
marcado, muy actual, porque no es corriente escuchar una guitarra con
ese tipo de sonido en una composición como esta. Tal vez cuando se
habla de “fusión” nos olvidamos de que no necesariamente ha de
buscarse en los ritmos o en los estilos, sino también en la función
que cumple cada instrumento, y esta pieza es una buena prueba.
“En
un suspiro”
La letra, de estilo surrealista, va perfectamente envuelta en una
estructura musical ensoñadora, como no podía ser menos. Y por esa
misma razón es muy difícil definirla; al principio puede parecer
que hay influjos psicodélicos, especialmente en los arreglos, pero
lo que tenemos es un trabajo muy afinado, con una melancolía casi
orquestal en algunos momentos, que nos transporta y nos hace olvidar
la supuesta necesidad de definir estilos: da igual lo que sea esto,
porque suena muy bien. Tal vez por eso, por ser de género libre.
“Testamento”
Esa
entrada con guitarras cantarinas apoyadas en una base rítmica cuya
escala recuerda a “Misión Imposible”, ya arrebata. Pero solo es
el principio: llega luego la voz doblada, hay una guitarra que se
encrespa con un sonido ronco; luego los coros casi a capella, hasta
que la guitarra recupera su jerarquía y comenzamos otra vez. Ah, y
esa armónica dirigiendo el final de la canción, que con toda lógica
pasa de cuatro minutos porque hay mucho que escuchar ahí. La letra
es otra coña clásica de Bab, pero la música es de lo mejor que le
he escuchado.
“El
blues del peluquín”
Sí, es un blues; pero al estilo Bab, con un juego de sonidos en las
guitarras que se complementan. Esa variedad en las cuerdas es uno de
sus rasgos distintivos, y hay que reconocer que domina un buen lote
de recursos. El blues, cualquier blues, es simple: las mismas
escalas, la misma cadencia; solo el envoltorio instrumental y los
arreglos hacen a unos blues distintos a otros, y este suena muy
fresco. ¿La letra? También al estilo Bab, otra de sus coñas
humorísticas, claramente enfrentada a las clásicas tragedias
bluseras.
“Ella”
Tenemos aquí una entonación muy española, al estilo Coppini, que
Bab usa a veces, para contarnos las “penurias existenciales” que
sufre por culpa de una novia bastante particular. Hay dos tipos de
guitarras: las rítmicas puras, haciendo las bases, y las que suenan
con esos pedales tan característicos. Me gusta ese juego de voces en
las últimas estrofas, esta vez muy personal, envuelto de nuevo en un
sonido de guitarras cuyos ecos me recuerdan a Randy California, a
Steve Hillage… a los enamorados del sonido leslie, aunque no sea
leslie. No sé si me explico…
“Infierno
de polvo y grillos” Una
magnífica despedida que podría recordar a las bandas yanquis de
rock ácido, pero más por el “aura” que por el sonido en sí.
Hay un vago tono de devastación, muy de aquel estilo, a medio camino
entre Texas y California, que mantenía la Quicksilver y que remata
esa armónica “vaquera”. El punteo es magnífico, a juego con la
voz, que lleva un ligero tratamiento “oscuro”; creo que este tipo
de melodías imprime carácter, y vuelvo al principio: con una
despedida así no es de extrañar que ya estemos esperando la vuelta…
Portadas.- Babelain
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