
Sonámbulo en el limbo
Salí al exterior. Alguien empezó a susurrarme al oído onomatopeyas recién horneadas.
El día se fue jalonando con suspiros abstractos que brotaban de las bocas más insospechadas.
En algunas calles tortuosas nacían algunos ídolos y se me estaban acabando las estrategias; empezaba a oscurecer.
Algunas estrellas póstumas se esforzaban por ofrecer algo de brillo sin conseguirlo.
La Luna me invitaba a expresar mis deseos, pero no lograba encontrarlos. Mejor así.
Un perro flacucho que camina delante de mí quiere anticipar mi futuro. Le doy esquinazo. Es hora de dejarse ir.
Por fin regreso a la gruta, y allí estaba ella conversando animadamente con una flor.