Encerraron a la Vida en una jaula y fue perdiendo sus plumas poco a poco. Luego sufrió anemia ferropénica y depresiones varias por falta de libertad. Al fin le llegó la jubilación anticipada. Quiso reencarnarse en estrella, pero equivocó el camino y, por un método oblicuo, se transformó en flor silvestre con un exótico perfume musical. Acabó como un espectáculo circense, paseada de pueblo en pueblo para disfrute moderado de amantes aburridos y floristas escépticos.