martes, 11 de junio de 2013

¿Qué hago yo aquí?


¿Qué hago yo aquí?

                Mi novia y yo estamos en ese punto en el que, o nos vamos a vivir juntos o se va todo al carajo. Tengo una semanita de vacaciones, ha empezado el verano, pero ella no ha podido conseguir que le dieran vacaciones ya que en su empresa, en estos meses de verano es cuando más trabajo tienen.

                El primer día de descanso bajo a la playa y me tumbo en la arena. He traído un libro (“Escribir lo que imagino”, de Max Aub) pero no me apetece abrirlo. Hace calor y la playa está bastante concurrida. Cuando me canso de estar tumbado, me siento mirando al mar, pero no estoy “viendo” el mar, solo miro hacia donde está el mar. Me viene una sensación placentera desconocida y me pregunto en voz alta: ¿qué hago yo aquí? Una señora que se encuentra cerca y se está embadurnando de crema bronceadora, me mira con cara de gaviota intrigada.
               
                Me levanto como hipnotizado y cruzo a la otra acera del paseo marítimo. Allí veo un bar que no conocía y que parece un sitio agradable para tomar una cerveza helada. Una vez sentado en la terraza, pido una  cerveza que el camarero me sirve con un plato de aceitunas negras aliñadas con pimentón y aceite de oliva (me viene un flash de recuerdo de un maravillosos viaje a Marraquech). Observo que encima de la puerta hay un cartel muy vistoso con el nombre del bar: “¿Qué hago yo aquí?” Qué casualidad, pienso. Después de la tercera cerveza, en un estado de euforia contenida, voy a recoger del trabajo a Olvido, mi novia. Comemos en un restaurante económico y mientras esperamos que nos traigan el primer plato, le comento lo que me ocurrió en la playa y el descubrimiento de un bar muy agradable que no conocíamos. Ella me cuenta los típicos roces con los compañeros de oficina, aunque nunca llega la sangre al río. Durante la época de calor, la gente está más alterada y el trabajo exige mucha dedicación. Después de comer, nos despedimos y quedamos en que mañana por la tarde, al salir de la oficina,  la llevaré al bar recién descubierto para tomar una cerveza.
                A la mañana siguiente, desayunando en un bar  cercano a mi casa, leo una noticia en las páginas del periódico dedicadas a la actualidad local:

                “En la tarde de ayer, la policía local precintó el bar “Qué hago yo aquí” por utilizar prácticas ilegales de captación de clientes. Emitían ultrasonidos por los altavoces externos  que alcanzaban un radio de un kilómetro aproximadamente, con un mensaje subliminal que incluía la frase “¿Qué hago yo aquí?”, incitando a los que lo oyeran a acercarse al citado bar y sentarse en su terraza con un estado hipnótico de falso bienestar. Parece ser que este tipo de ultrasonidos solo afecta a las personas más débiles de espíritu, aunque el bar consiguió,  en el par de días que llevaba abierto, un lleno casi absoluto a cualquier hora del día.”

                Olvido no había olvidado la invitación que le había hecho el día anterior y nada más salir de la oficina me pidió que la llevara a ese bar tan agradable. Me inventé una excusa que no se si se creyó, le dije que acababa de pasar por allí y estaba abarrotado; sería mejor tomar algo en algún chiringuito del parque, bajo la sombra de los árboles y arrullados por el piar de los pájaros, que a esa hora se estarían contándose unos a otros  todo lo acontecido a lo largo de este caluroso día de verano.

12 comentarios:

  1. muy bueno tio, en serio, buenísimo

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  2. O sea, no se atreve a contarle a la novia que era uno de los pardillos "débiles de espíritu..."... Creo que este chico tiene que dejar a la novia... y espabilar...

    Muy bueno Bab, me he reído un montón!

    Como siempre, el dibujo de Mavi es genial

    Un abrazo!


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  3. Que imaginación, babelain, de verdad que flippo con estos relatos, creo que me estoy aficionando a ellos y espero que no se conviertan en adictivos, jejeje....

    Un saludete.

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  4. Magnífico relato. Lo breve, ya se sabe...
    Saludos,
    JdG

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  5. Hombre, Ned, me alegra "verte" de nuevo. Como has abandonado el blog (o eso parece) no te leo como antes.
    Gracias por el comentario. Espero que te vaya bien.

    Saludosssssssssssss

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  6. Milena, pobre chico. Solo le falta dejar a la novia jejeje La novia será una buena chica y le ayudará a ser menos débil de espíritu.
    Gracias. Y si te he hecho reír, me alegro.
    Se lo digo a Mavi.

    Saludossssssssssss

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  7. Imaginar no cuesta dinero Antoni, así que no está en crisis como casi todo lo demás.
    Los relatos no tienen efectos secundarios malignos, así que no hay problema.

    Espero tu próximo post (veremos con qué nos sorprendes)

    Saludossssssssssssssss

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  8. Gracias Javier. Pues este es de los más largos de los que he publicado aquí.

    Saludosssssssssssssss

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  9. Vaya, de modo que los estamentos gubernamentales permiten este tipo de prácticas a multinacionales de relumbrón como disney o la famosa marca de cola, pero a este hombre le cierran el bar al segundo día de abrir.
    Desde ya propongo el boicot a toda gran empresa que se sepa utilice mensajes subliminales en sus campañas publicitarias, así como el apoyo incondicional a las pyme por agravio comparativo jejeje...

    Genial relato & picture bab & Mavi.

    Un abrazote.

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  10. Jeje... Tienes razón, la novia le puede hacer espabilar... bueno pues que espabile...

    Ah y totalmente de acuerdo con Ficus!

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  11. Ficus, no les queda otra ¿quién corta el bacalao? pues eso. Hay que hacer el paripé con los pequeñitos para hacer creer que existe la justicia, pero...
    Gracias en nombre de los dos.

    Saludosssssssssssss

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  12. Claro Milena, las novias pueden hacer espabilar al más infeliz, si se lo proponen.

    Saludosssssssssssss

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