¿Qué hago yo aquí?
Mi
novia y yo estamos en ese punto en el que, o nos vamos a vivir juntos o se va
todo al carajo. Tengo una semanita de vacaciones, ha empezado el verano, pero
ella no ha podido conseguir que le dieran vacaciones ya que en su empresa, en
estos meses de verano es cuando más trabajo tienen.
El
primer día de descanso bajo a la playa y me tumbo en la arena. He traído un
libro (“Escribir lo que imagino”, de Max Aub) pero no me apetece abrirlo. Hace
calor y la playa está bastante concurrida. Cuando me canso de estar tumbado, me
siento mirando al mar, pero no estoy “viendo” el mar, solo miro hacia donde
está el mar. Me viene una sensación placentera desconocida y me pregunto en voz
alta: ¿qué hago yo aquí? Una señora que se encuentra cerca y se está embadurnando
de crema bronceadora, me mira con cara de gaviota intrigada.
Me
levanto como hipnotizado y cruzo a la otra acera del paseo marítimo. Allí veo
un bar que no conocía y que parece un sitio agradable para tomar una cerveza
helada. Una vez sentado en la terraza, pido una cerveza que el camarero me sirve con un plato
de aceitunas negras aliñadas con pimentón y aceite de oliva (me viene un flash
de recuerdo de un maravillosos viaje a Marraquech). Observo que encima de la
puerta hay un cartel muy vistoso con el nombre del bar: “¿Qué hago yo aquí?”
Qué casualidad, pienso. Después de la tercera cerveza, en un estado de euforia
contenida, voy a recoger del trabajo a Olvido, mi novia. Comemos en un
restaurante económico y mientras esperamos que nos traigan el primer plato, le
comento lo que me ocurrió en la playa y el descubrimiento de un bar muy
agradable que no conocíamos. Ella me cuenta los típicos roces con los
compañeros de oficina, aunque nunca llega la sangre al río. Durante la época de
calor, la gente está más alterada y el trabajo exige mucha dedicación. Después
de comer, nos despedimos y quedamos en que mañana por la tarde, al salir de la
oficina, la llevaré al bar recién
descubierto para tomar una cerveza.
A
la mañana siguiente, desayunando en un bar cercano a mi casa, leo una noticia en las
páginas del periódico dedicadas a la actualidad local:
“En la tarde de ayer, la policía local
precintó el bar “Qué hago yo aquí” por utilizar prácticas ilegales de captación
de clientes. Emitían ultrasonidos por los altavoces externos que alcanzaban un radio de un kilómetro
aproximadamente, con un mensaje subliminal que incluía la frase “¿Qué hago yo
aquí?”, incitando a los que lo oyeran a acercarse al citado bar y sentarse en
su terraza con un estado hipnótico de falso bienestar. Parece ser que este tipo
de ultrasonidos solo afecta a las personas más débiles de espíritu, aunque el
bar consiguió, en el par de días que
llevaba abierto, un lleno casi absoluto a cualquier hora del día.”
Olvido
no había olvidado la invitación que le había hecho el día anterior y nada más
salir de la oficina me pidió que la llevara a ese bar tan agradable. Me inventé
una excusa que no se si se creyó, le dije que acababa de pasar por allí y
estaba abarrotado; sería mejor tomar algo en algún chiringuito del parque, bajo
la sombra de los árboles y arrullados por el piar de los pájaros, que a esa
hora se estarían contándose unos a otros todo lo acontecido a lo largo de este caluroso
día de verano.
muy bueno tio, en serio, buenísimo
ResponderEliminarO sea, no se atreve a contarle a la novia que era uno de los pardillos "débiles de espíritu..."... Creo que este chico tiene que dejar a la novia... y espabilar...
ResponderEliminarMuy bueno Bab, me he reído un montón!
Como siempre, el dibujo de Mavi es genial
Un abrazo!
Que imaginación, babelain, de verdad que flippo con estos relatos, creo que me estoy aficionando a ellos y espero que no se conviertan en adictivos, jejeje....
ResponderEliminarUn saludete.
Magnífico relato. Lo breve, ya se sabe...
ResponderEliminarSaludos,
JdG
Hombre, Ned, me alegra "verte" de nuevo. Como has abandonado el blog (o eso parece) no te leo como antes.
ResponderEliminarGracias por el comentario. Espero que te vaya bien.
Saludosssssssssssss
Milena, pobre chico. Solo le falta dejar a la novia jejeje La novia será una buena chica y le ayudará a ser menos débil de espíritu.
ResponderEliminarGracias. Y si te he hecho reír, me alegro.
Se lo digo a Mavi.
Saludossssssssssss
Imaginar no cuesta dinero Antoni, así que no está en crisis como casi todo lo demás.
ResponderEliminarLos relatos no tienen efectos secundarios malignos, así que no hay problema.
Espero tu próximo post (veremos con qué nos sorprendes)
Saludossssssssssssssss
Gracias Javier. Pues este es de los más largos de los que he publicado aquí.
ResponderEliminarSaludosssssssssssssss
Vaya, de modo que los estamentos gubernamentales permiten este tipo de prácticas a multinacionales de relumbrón como disney o la famosa marca de cola, pero a este hombre le cierran el bar al segundo día de abrir.
ResponderEliminarDesde ya propongo el boicot a toda gran empresa que se sepa utilice mensajes subliminales en sus campañas publicitarias, así como el apoyo incondicional a las pyme por agravio comparativo jejeje...
Genial relato & picture bab & Mavi.
Un abrazote.
Jeje... Tienes razón, la novia le puede hacer espabilar... bueno pues que espabile...
ResponderEliminarAh y totalmente de acuerdo con Ficus!
Ficus, no les queda otra ¿quién corta el bacalao? pues eso. Hay que hacer el paripé con los pequeñitos para hacer creer que existe la justicia, pero...
ResponderEliminarGracias en nombre de los dos.
Saludosssssssssssss
Claro Milena, las novias pueden hacer espabilar al más infeliz, si se lo proponen.
ResponderEliminarSaludosssssssssssss