IV
Esperanza
se arregló especialmente aquella tarde, es decir, se recogió el
pelo en un moño alto que le hacía el cuello muy esbelto, se puso
unos pendientes de plata de su madre, una blusita muy mona que
guardaba para las ocasiones especiales y una faldita color caqui,
corta pero sin pasarse. Estaba un poco nerviosa, y eso que ella no es
de esas que se achantan con cualquier cosa, pero Telesforo no era
como los chicos de su barrio, era otra historia y no sabía muy bien
como afrontar esta relación inesperada.
Telesforo,
la esperaba en la puerta del bar donde se conocieron, despeinado
pero aseado y con ropa bastante aceptable.
¿Así
que sin peinar eh? te lo has tomado en serio jajajaja (ríe
Esperanza con esa risa clara de las muchachas sencillas de barrio;
aunque hay algunas que…)
Soy
un hombre de palabra. Estás espectacular hoy, Esperanza (Esperanza
se ríe otra vez, está nerviosa, pero no se sonroja)
¿Quieres
que demos un paseo por el parque y luego vamos al cine?
Lo
del paseo vale, lo del cine, depende de la película
Bueno,
pasaremos a ver las carteleras.
Pasearon
por el parque sin hablar mucho pero con una armonía desconocida para
ambos. Todo parecía encajar, el paisaje, la gente, los pájaros. El
parque a esa hora estaba muy animado y ellos formaban parte de esa
historia que algún guionista había escrito para ellos.
Al
final deciden ir a una película francesa (Pauline en la playa)
aunque Esperanza no las tenía todas consigo. Era de amores
pero…francesa y los franceses ya se sabe, son muy suyos. Le gustó
el personaje de la adolescente aunque su prima Marion era complicada;
quiso hacer una comparación entre Marion y ella pero no le salía;
solo que las dos habían elegido a hombres extraños que entrañaban
un peligro especial, desconocido y habían despreciado a sus amores
más lógicos y normales.
Esperanza
no quiso hablar de la película a la salida, no se consideraba muy
culta y temía meter la pata
¿Te
gustó? (Preguntó Telesforo)
Pssssi,
no está mal. Muy francesa ¿no?
Claro,
está hecha en Francia por franceses jajaja
Muy
graciosillo
Cada
uno había visto una película distinta. Los puntos de vista, las
referencias, las conclusiones, eran completamente diferentes y lo
sabían; por eso lo dejaron estar y no hablaron de eso. Entraron en
una heladería y compraron unos helados para tomarlos paseando.
Volvieron
a casa por calles no habituales, parándose de vez en cuando junto a
algún portal deshabitado para abandonarse a unos besos largos y
dulces, con un poco de amargura (Telesforo había pedido un helado de
Amaretto)
Se
despidieron en el portal de Esperanza con otro beso, ya sin amargura.
La cita había resultado un éxito para ambos, al menos así en frio.
Luego ya se vería. La noche es muy larga y la mente se enreda a
menudo en ella.
V
Esa
noche fue Esperanza la que tuvo un extraño sueño. Normalmente no
recordaba los sueños que tenía pero en esta ocasión, debido al
sorprendente final que la hizo despertar sobresaltada, si que retuvo
el sueño, incluso lo repasó varias veces en su cabeza antes de
volver a dormirse.
En
el sueño, su abuelo Facundo había fabricado un artilugio para
aplicarlo a las suelas de los zapatos. Consistía en una especie de
plancha muy fina con unos resortes que provocaban un caminar más
elástico, más atlético. Facundo lo aplicó a sus zapatos y empezó
a caminar por un sendero estrecho. Al final del largo sendero se
encontraba Esperanza esperando frente a él. Facundo empezó a correr
cada vez más rápido, a pesar de su edad, ayudado por los
artilugios. Poco a poco su rostro se fue transformando hasta tomar la
apariencia de su hijo, es decir, del padre de Esperanza; y este, al
poco tiempo cambió su rostro por el de Telesforo que se acercaba a
gran velocidad hasta que llegó junto a Esperanza y frenó en seco
delante de su cuerpo. Se miraron fijamente y en ese momento Esperanza
llegó al orgasmo muy excitada.
Al
despertarse bruscamente, sintió una especie de remordimiento. Nunca
había llegado a un orgasmo de esa forma. Luego pensó que ese sueño
no podría contárselo a nadie y menos a Telesforo, podría hacerse
una idea equivocada de ella.
Telesforo
no soñó nada esa noche porque apenas pudo dormir. Aunque en ese
estado de duermevela, sus pensamientos en medio de la noche tomaron
caminos insospechados. Hacía mucho calor, se había acostado desnudo
sobre la cama y primero empezó a imaginar el cuerpo de Esperanza
desnudo, pero enseguida se interponía el recuerdo de la risa y la
mirada de Esperanza, que siempre le habían parecido, al mismo
tiempo, francas y huidizas; sinceras pero reservadas. Luego pasó a
otro capítulo, el del futuro que le esperaba junto a Esperanza. Si
la cosa seguía adelante, habría que solicitar el trabajo a jornada
completa. Tendrían menos tiempo para verse y lo de escribir pasaría
a un segundo plano. A ratos se quedaba medio dormido pero enseguida
volvían los pensamientos atropelladamente. Se levantó de la cama,
intentó escribir desnudo uno de sus extravagantes poemas, pero no se
le ocurría nada. Decidió salir a dar una vuelta por las calles
desiertas.
En
la calle, una prostituta yonqui con los ojos como profundos túneles
oscuros y sin fondo, le ofreció sus servicios desesperadamente.
Telesforo se excusó como pudo y siguió su camino hacia el río.
Sentado en un banco oyendo bajar el agua y el rumor de las hojas de
los árboles movidas por la brisa caliente, se puso a llorar
desconsoladamente sin motivo aparente. Nunca le había ocurrido eso.
No recordaba haber llorado desde que era un niño, cuando le dijeron
que su madre había muerto. Bueno, se le escaparon también unas
lagrimas, muy pocas, cuando una novia que tenía de adolescente, se
marchó a vivir a otro país con sus padres. Pero desde entonces,
nada. Ahora las lágrimas corrían incomprensiblemente por su cara
sin ninguna contención.
El
llanto le había relajado la tensión acumulada por los
acontecimientos de los últimos días con el rumbo que estaba tomando
su relación con Esperanza. Ahora se encontraba en un estado de
tranquilidad mezclado con sueño y cansancio. Allí frente al río
imaginó que la luna bajaba muy despacio y se ponía a su altura,
inmensa, deslumbrante, blanquísima y rezumando una música espacial
desconocida, llena de matices, de roces de estrellas, chasquidos de
rayos, rugidos de cometas y aerolitos…un perro vagabundo se acercó
a olisquearlo. Telesforo lo acarició y luego inició la vuelta a su
casa. El perro lo seguía a cierta distancia moviendo el rabo
alegremente. Comenzó a chispear y el ambiente refrescó algo. En la
calle solo se oían los pasos de Telesforo retumbando sobre el
asfalto y la respiración agitada del perro vagabundo.
FIN
Vale, vale, vaaaaaaaaale. Ya se
que os quedáis con un palmo de narices, pero... por ejemplo, si vais
de vacaciones un mes a un pueblecito del interior y conocéis a gente
variopinta, cuando se os acaban las vacaciones y no volvéis más,
allí se queda esa gente con sus vidas. Pues eso mismo pasa con este
cuento.
Peeeeeeeero, como ya veo que no
os convenzo mucho (sois durillos, ¿eh?) voy a insinuar una posible
continuación, vosotros ponéis el resto ¿vale?:
Estamos en el jardín, sentados
bajo la glicina en flor: Milena, Sebi, Jose, Rick, Ficus, Antoni,
Fito, Johnny... Mavi y yo. Me dais la vara con que esto no puede
quedar así.
-¿Quien quiere cerveza?
¿Alguno quiere un té verde con hierbabuena? -
Hago té, Mavi sirve las
cervecitas con unas aceitunas aloreñas aliñadas y un poco de queso
curado. Sirvo el té a Milena y Ficus (que luego se bebe una
cervecita también, no creas) y me veo obligado a improvisar un
final, con lo poco que me gusta a mi hablar para un público más o
menos numeroso (es decir, mas de dos):
“Telesforo y Esperanza
continúan durante un tiempo su relación de enamorados. Viven
momentos mágicos (metafórica y literalmente hablando) pero hay
demasiada diferencia en el modo de entender la vida y esto, poco a
poco, los va distanciando sin resultar traumático en ningún
momento.
Da la casualidad (¿qué
casualidad, no?) que casi simultáneamente, ambos conocen a otras
personas que les van a cambiar sus vidas.
Facundo tiene algún problema
con la próstata y Esperanza lo acompaña al hospital. Allí,
“casualidades” de la vida, encuentra a Carmelo, antiguo compañero
de colegio en su barrio, que está sustituyendo al médico de
cabecera de Facundo. Total, que si te doy mi teléfono, que si te
llamo, que si tomamos un café, que si alquilamos un piso en el
centro, que si, de pronto, la Espe se queda embarazada de mellizas,
que si se van a llamar Marta y Blanca, o mejor, Azucena y ….
Telesforo gana un premio,
contra todo pronóstico, en un concurso de poesía de la capital. Con
eso no se come, pero le da ánimos para seguir escribiendo. El dueño
de la librería donde trabaja se jubila y su hija Soledad queda al
frente del negocio. Soledad lee los poemas con los que Telesforo ganó
el consabido premio y le entra un gusanillo que... que si tomamos un
café a la salida del trabajo, que si vamos al cine a ver una
película austro-húngara, que si ¿qué te parece si ampliamos el
negocio y entras de socio conmigo, Tele?...
Facundo, después de un día un
pelín más transgresor de la cuenta, se acuesta vestido y al día
siguiente... ya no se levanta. Su nieta, lo encuentra en la cama, con
una sonrisa en los labios y al principio piensa que solo está
dormido...
Milena.- Bueeeno, eso está
mejor...me pondré a silbar en francés un ratito...
Sebi.- Y a mi que me gustaba
ese rollito que se traían esos dos, tan inocentes...
Jose.- ¿Otra cervecita? Menuda
suerte la del Facundo, ni se entera que la espicha...
Rick.- ¿Qué película
austro-húngara fueron a ver? Por curiosidad más que nada
Antoni.- Estas cosas no pasan
en mi “pueblo”, eso del apellido turco...en fin...
Fito.- Jejejeje con cuatro
frasecillas nos quieres llevar al huerto, eh?
Johnny.- Bueno, vamos a dejarlo
ahí, y que cada uno se apañe con lo que hay...
FIIIIIIIINNNNNNN
Nota final
Mavi y yo estamos muy contentos
con la acogida que ha tenido el cuento. No pensaba ponerlo en el
blog, porque es solo un “divertimento” que empecé sin ninguna
pretensión, solo por el placer de escribir; pero cuando le pedí a
Mavi que hiciera las ilustraciones y vi como iba “la cosa”,
decidí publicarlo, al menos para que pudiérais ver como se las
gasta Mavi con sus dibujos.
Cada entrada ha tenido una
media de unas cien visitas. Solo comentan unos pocos (gracias a ellos
le entran ganas a uno de seguir enseñando canciones, escritos, fotos
y demás) pero se de buena tinta que hay mucha gente que entra sin
comentar, más que nada porque me lo dicen personalmente (son amigos
“analógicos). Están en su derecho, como el que lee un libro y se
queda con su opinión. Solo que esto de los blogs permite la
interacción, para el que esté interesado, que ya se ve que no son
muchos.
Gracias de los dos para todos
(comentaristas y silenciosos)