Desde el Frenopático VI

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FRENOPÁTICO VI

…se me apareció la cebra y me dio un vuelco el corazón. Allí estaba, mirándome con esa inocencia que desarma hasta a un loco. ¿Sabes ya tu tercer y último deseo? preguntó sin darme tiempo a reponerme. Le he dado muchas vueltas y creo que se lo que voy a pedirte, le contesté. Pues dime, hoy no tengo mucho tiempo.

Quisiera convertirme en árbol, le dije; en un joven Tilo Plateado. ¿Sería posible?

Supongo que si, pero no conozco a nadie que haya pedido ese deseo de convertirse en árbol. ¿Estás seguro? Completamente, contesté (aunque no lo tenía muy claro y por dentro temblaba como un flan chino mandarino). Bien, esta tarde, después de comer sal al jardín como todos los días. Busca un sitio que te guste donde pasar el resto de tu vida, quédate inmóvil, con los ojos cerrados y espera. No abras los ojos por nada del mundo. Dicho esto y sin darme tiempo a recapacitar, la cebra desapareció de mis sueños para siempre.

Salí a pasear por los pasillos pero por primera vez desde que estoy aquí no di ningún grito. Paseaba en silencio, meditando aunque sin concentrarme en nada concreto. Me puse las gafas y vi que los pasillos estaban repletos de paseantes como yo, con sus batas blancas y cada uno con su “desvarío” correspondiente. Por un impulso incontrolable me puse a dar abrazos a todo aquel que se cruzaba en mi camino. Algunos se sorprendían, otros me abrazaban y otros salían corriendo asustados. Me quité las gafas y me dirigí al comedor.

El menú del día era muy apetitoso, arroz con conejo de primero y luego un trozo de besugo al horno con rodajas de limón, sus patatas y tomates bien asados pero no probé bocado, no tenía hambre. Sin embargo me entró una sed terrible y acabé con todo el agua de la jarra que había en la mesa. Me sentía nervioso, como febril. Salí al jardín.

Paseé entre árboles y plantas, como si fuera un experto zahorí, pero en vez de buscar agua, buscaba un lugar apropiado para “plantarme”. No me decidía por ninguno, aquello era para “toda la vida”. Al pasar cerca de una pequeña Acacia Frisia color verde limón, sentí como un escalofrío agradable, se me puso la piel de gallina y me quedé quieto como una estatua, con los ojos cerrados.

Pasaba el tiempo, aunque el tiempo era difícil de medir en el estado que me encontraba y no ocurría nada. La luz se iba…

5 comentarios:

babelain dijo...

Ya solo queda el capítulo final. Pronto en esta sala.

Saludosssssssss

Napi and Lisa Murphy dijo...

Y la cebra se acurrucó a los pies del tilo, preparándose para una larga siesta.

babelain dijo...

Buen intento de nuevo, Napi, pero la cebra cumplió su papel y se esfumó. Mañana se completa el relato. El que se va a dormir la siesta soy yo, ahora mismo jejejeje.
Gracias.
Saludossssssssss

Paco dijo...

¿Y qué pasará cuando se convierta en tilo plateado? ¿Se enamorará de la acacia? ¿Cómo termina? ¿Es esa su muerte deseada? ¿Es un suicidio? Vamos, Bab...

babelain dijo...

Freaky, ya se que te gustan los árboles, se nota jejeje. Gracias a ti.

Paco, mañana, la solución; esto es un relato por "entregas" como en las revistas antiguas. No es un suicidio, ni mucho menos. Gracias por el interés.

Saludossssssssssss

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